Sin piedad

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---------------------Narración de Cristian------------------------------------


- Cristian, ¿Crees que sean ellos? -Cielo, la joven rubia frente a mí, me miraba esperando respuesta. No se la dí, más tampoco me detuve a explicarle mi plan, simplemente corrí en dirección al ruido, y ella me siguió.


Sorprendente mente, el camino me llevaba de regreso a esa tienda en la que había estado horas antes con Jade.

- ¡¿Qué crees que haces?! -Gritaba Cielo, tratando de seguir mi andar veloz. -Estamos yendo directo hacía la boca del lobo. -Corrí más veloz. -¡REACCIONA!

Ignorando cada una de sus advertencias, llegué a la calle donde estaba la tienda. 
No podía comprender la escena, sólo sabía que una posible confrontación entre la caravana que se encontraba estacionada en medio de la calle, y las persona que se resguardaban en la tienda parecía no acabar a menos que corriera sangre. Sentí mi sangre helarse, y por si fuera poco, tenía un mal presentimiento, pero me recompuse al instante al ver que una persona dentro de la tienda me veía, tuve que esconderme tras el contenedor de basura que tenía a mi izquierda.


- Creo que mi corazón me explotará. -Decía una Cielo agitada llegar tras de mí, para luego ocultarse conmigo. 

Desde lo lejos pude ver como un megáfono sobresalía de una ventana. 

- ÚLTIMA ADVERTENCIA. TIENEN 3 MINUTOS PARA DARME LO QUE QUIERO O... - Esa voz...la reconocí de inmediato, era del moreno que nos había amenazado. 

-No estás en la posición para negociar, créeme. -Una voz desconocida femenina, charlaba con el moreno desde la caravana. 

La parte izquierda de la caravana, la cual estaba a la vista de la tienda, estaba reforzada con acero, mientras que la derecha, la que podía ver yo desde mi escondite, se hallaba la puerta de entrada, la cual se abrió. Era Jade, con un megáfono en mano. 

- ¿Dónde está cristian? -Preguntó.

- ¿Dónde está MI botín? Querida, sólo te pedí una cosa, pero no pudiste cumplir... -Paúl, el moreno, se asomó a la ventana de la tienda. - Así que, lamentablemente, nuestro trato llegó a su fin. 
- ¿Lo mataste? - La vi llevar una mano cerca de su mejilla, quería ocultar sus lágrimas. -¡¿Sigue con vida?! -No hubo respuesta.

Alma también bajó de la caravana, seguido de una mujer con coleta de caballo. Ellas hablaban, discutían, parecía ser muy doloroso, como si se encontraran en un velatorio. 

- Deben pensar que has muerto. -Dijo Cielo en susurro. ¿Tenía razón?

Sin pensarlo dos veces, me levanté. 

Los contenedores de basura me dejaron a la vista de nuestros enemigos, y como la caravana se encontraba en frente, más a la derecha, sólo podía llegar corriendo en diagonal, esquivando a las posibles balas que intentarían detenerme. 

- Cristian, sé lo que estás pensando, y ¡No! - Miré a Cielo confundido. ¿Acaso era posible leer la mente? -Esto saldrá mal...
- No lo pienses. - Tomé su mano con fuerza. - Ven. -Hice  que se levantara y colocando la al costado , corrimos, porque si una bala me caía, ella no sufriría las consecuencias de mi decisión.

Y así fue, jalaron del gatillo, y esperando dar en el blanco, el plomo empezó a correr. 

Uno rozó con mi hombro. Otro con mi nuca, y 5 cerca de mis pies. 

Jade, Alma y la mujer con coleta, voltearon a vernos.  

Cuando por fin estuve detrás de la caravana, con ellas, Jade corrió en mi encuentro para abrazarme. Alma me miraba sonriendo, y se acercó para  darme unas palmaditas en la espalda mientras decía "Lo sabía". 
Jade se separó de mí para dirigir una mirada a Cielo, y luego regresó a mí con su mirada, y me susurró "¿Ella es la misma rubia que estuvo con Paúl ayer?" , asentí con la cabeza. 

- Ella me sacó del lugar  en donde me dejaron. - Retrocedí para empujar levemente a Cielo y integrarla al cálido reencuentro. 

- Muchísimas gracias. -Dijo Jade tomándole de las manos. 

- Entonces, ¿el plan sigue en marcha? -Preguntó  la de coleta. 
- Sí. - Y abriendo la puerta de la caravana dijo. -Entren y abróchense los cinturones.

Alma, Cielo y yo subimos, dándome con la sorpresa que no  sólo la chica de coleta era  una nueva integrante de nuestro grupo, habían al menos 5 personas más aquí, sin contar a Victor, quien era el conductor. 

Tomé asiento y miré por la ventana, vi como la chica de coleta encendía un fósforo, y luego este encendió una soga que parecía haber sido bañada en licor. La caravana se puso en movimiento, aceleró , alejándose de la tienda, y como en una película de terror, los gritos suplicantes de misericordia estallaban contra las cuatro paredes. Parecían la replica del infierno. 






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