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Miércoles, 11:00.

Kenma se sentía arrepentido por lo sucedido ese domingo en su casa. En su mente, él había obligado a Kuroo a hacer esa serie de cosas obscenas.

Lo que Kozume no tenía claro, era que Kuroo quería eso y quería más, por eso se negó a seguir.

Por culpa de este arrepentimiento, llevaban tres días realmente incómodos. En los entrenos, intentaban no practicar juntos. La vuelta a casa, la hacían en silencio. No un silencio agradable; un silencio incomodo.

Sonó el timbre del recreo y Kenma se dirigió a la clase de Tetsurō. No sabía si le estaría esperando, porque habían decidido pasar el recreo solos para no sentir incomodidad. En la puerta, llamó a Kuroo. A este le sorprendió que el pequeño se pasase por su clase, y simplemente le revolvió el pelo y le acercó a su pecho con un solo brazo, en forma de abrazo.

— Lo siento.

— Ya te he dicho que no pasa nada, así que para de disculparte.— Dijo el pelinegro, tomando de la mano a Kenma.

— ¿Me lo prometes?

— Que sí. Te lo prometo— Kuroo junto sus labios con los del menor en un beso tímido—. ¿Ves? Beso de promesa.

— Vamos a sentarnos.— Kozume guió al mayor por los pasillos hasta llegar a la azotea. Era su sitio de intimidad, para momentos malos y buenos.

Se sentaron y el oxigenado se sentó apoyado al pecho de Tetsurō, y suspiró aliviado. Estaba preocupado por cómo podía terminar la situación, pero solo sobrexageraba, para Kuroo, había sucedido lo mejor.

— A veces pienso en cómo me conoces.- Dijo Kenma, agarrando las manos de Kuroo.

— Yo en lo pequeñito que eres.— Dijo el más alto, achuchando a Kenma.

— Soy de altura normal.

— Pero eres mi bebito.

El oxigenado se sonrojó al instante. Le gustaba ese apodo, demasiado. Le hacía sentir protegido, que todo iría bien.

Se quedaron en silencio, observando a las personas. Kenma pensaba en lo diminuta que se veía la gente. Se sentía tan grande, y más con Tetsurō al lado.

Sonó el timbre que indicaba el final del recreo y corrieron a clase para no llegar tarde. A la hora de separarse, Kenma abrazó por la espalda a Kuroo, y volvió a correr hacia su clase.

A Tetsurō le encantó ese gesto.

Las clases transcurrieron con normalidad, y eso quiere decir que Kuroo estuvo ansioso por ver a Kenma, por primera vez esa semana. Bueno, Tetsurō sí había estado ansioso, pero prefería quedarse con las ganas a sentir la incomodidad.

Cuando el timbre que indicaba el final sonó, Kuroo salió corriendo a clase del oxigenado, cruzándose con Yaku por el camino.

— ¿Adónde vas con esa velocidad?— preguntó el líbero, agarrando de la camiseta al pelinegro.

— A ver a Kenma-chan.— Dijo Kuroo, recuperando aliento.

— Me alegro de que ya estén bien.— Dijo Yaku, para dejarle ir.

Cuando Kuroo llegó a clase del pequeño, vio que este estaba a solas con una chica, sin darle importancia, entró y le pasó la mano por el hombro a Kenma, que se encontraba de espaldas a él. Cuando se acercó a darle un beso, vio las lágrimas caer de sus mejillas.

— Hey, ¿qué te pasa?— preguntó preocupado, sin prestarle atención a la chica de enfrente, que también lloraba.

— Lo siento, lo siento, lo siento, lo siento... — Repetía Kenma, una y otra vez, estrujando la ropa de Kuroo.

𝑪𝒂𝒕𝒔 | kurokenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora