el monstruo es iluso.

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Una semana había transcurrido. Una semana acostumbrándome a mi nueva vida. Al principio creí que no podría, y es que cuando desperté al día siguiente en aquel desaliñado hotel con olor a humedad y sábanas sucias, me sentí desorientado, y por qué no decirlo, asustado también. El tiempo se vio alterado y lo primero que pensé al levantarme de la cama fue «¿Y ahora qué?» No tenía adónde más ir, no tenía a quien contactar como para conseguir un trabajo o algo que me mantuviera más o menos como un ciudadano normal y no terminar como un vagabundo viviendo en el rincón de un callejón oscuro enfrente del mar.


Lloré, no lo iba a negar. Me pasé el día, la tarde, la noche del día siguiente llorando, sintiéndome perdido, sin la menor idea de qué sería de mí pasados un par de días o, peor aún, un par de horas. ¿Y si no funcionaba? ¿Y si terminaban descubriéndome? ¿Y si era yo el que terminaba entregándose? Ni siquiera habían transcurrido dos días y ya estaba al borde de la desesperación.


Sin embargo, fui capaz de sobrellevarlo, e ideé quizás la fórmula que me mantendría con vida en este lugar por el tiempo necesario. Me amé a mí mismo, después de tanto tiempo sin hacerlo.


Lo primero que hice fue dejar esta pocilga de hotel lo más rápido posible. No podía aguantar ni una noche más el olor a rata muerta del baño y mucho menos el rechinar de la cama en la pieza de al lado, por lo que abrí mi laptop, y entré en internet, al bendito internet que salva vidas sin siquiera quererlo.


Decidí meterme en la red oscura, porque, obviamente, necesitaba cambiar mi identidad. Lo había leído en un par de libros y visto en algunas películas, así que supuse que funcionaría. Y no me equivocaba. Sentí un poco de miedo al estar metido en ese lugar, pero debía pensar que era por un tema de fuerza mayor, y por mantenerme a salvo. Ya cuando el tiempo hubiese pasado lo suficiente me cambiaría el nombre otra vez, pero de forma más legal.


La persona que me vendía la identificación me pedía 150.000 won, algo así como 120 dólares. Era un precio elevado, pero no sobrepasaba mi presupuesto. Acepté al ver que era confiable y que, además, las identificaciones parecían auténticas.


El chico me dio un par de instrucciones antes de entregarme mi nuevo carné:


«Nada de tarjetas de crédito o débito o lo que tengas. Sólo efectivo. No se aceptan devoluciones. Una vez entregado, te olvidas de nosotros, a menos que necesites otra identificación. Si te pillan, te las arreglas solo, nosotros no nos hacemos responsables de ello y, por lo tanto, no puedes delatarnos. —la lista era bastante específica, pero les daba la razón, no es como si fueran a entregarme cualquier producto—. Estará lista mañana. Te esperaremos a la entrada del muelle, a las ocho de la mañana. Si no llegas a esa hora no entregamos tu identificación.»


Al final me pedía un par de fotos sobre mí para colocarlas en mi nueva tarjeta. Sólo ahí me di cuenta de que me seguía viendo tal cual que cuando me fui de casa. Me sentí tonto, porque quizás habría sido más fácil arreglarme el cabello primero y después sacarme la foto para enviarla, pero era nuevo en esto, no advertí lo que podría pasar.


Pensé un par de segundos, nervioso, Decidí, entonces, tomar la antigua foto de mi carné que tenía escaneada en la computadora, y con Photoshop pintarme el cabello tal cual como lo haría en unas horas más. Con cuidado "teñí" mi cabello de un negro a un rojo oscuro. Parecía real, por lo que le envié la foto. Ahora sólo quedaba esperar al día siguiente.

donde los monstruos nacen ー mark leeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora