el peso de los remordimientos... y la paranoia.

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Ambigüedad, o la palabra maldita, como le diría yo. La que me mantiene en este bucle que aparenta recién comenzar a dar vueltas, y que aún le falta por tomar el vuelo necesario para completar la vuelta entera. Ambigüedad. Una palabra tan simple, pero a la vez tan poderosa que, con una pizca de ella en tu vida, la destruye por completo. Un par de preguntas sin respuesta y tu vida se convertirá en un caos incontrolable.


Y era esa palabra tan amarga la que me estaba sofocando, y aún más lo hacía la ambigua mirada de JaeMin al hablar.


—Es que... —seguía sollozando, y yo no podía dejar de dudar en todas las formas posibles—. No tengo ni la menor idea de cómo empezar... todo es tan... complicado —hablaba como si le costara respirar. O de verdad se sentía tan mal como decía, o simplemente era un muy buen actor. La segunda era más probable.


—Cuéntamelo cuando puedas, esperaré el tiempo necesario.


No decía la verdad. En realidad, me moría por saber su versión de la historia, de enterarme de los trapos sucios —más sucios que su vida en sí— de su noviecito malcriado. Me moría de ganas por cobrar venganza, me moría de ganas por saber con qué mentira me iba a salir ahora. Porque no, no soy tan iluso. Ellos creen que sí, pero realmente, no es tan así. Si no hubiese sido tan precavido, no habría sobrevivido libre todos estos años. Sé que JaeMin me está ocultando algo, que lo que se vendrá a continuación no era cierto. No le creo, ni a él, ni a nadie. Todos son sospechosos, todos, quizás, tienen la culpa de que mi vida se haya arruinado. Lo que salga de su boca no serán más que falacias, por más verídico que parezca. Si no me vienen con evidencia clara y concreta, para mí es pura mentira.


—Jeno es... —susurró luego de unos largos instantes de silencio. Se veía tan real todo, casi como una película. Su mirada estaba agachada, mirando sus manos que jugueteaban torpemente con el pañuelo en un signo de nerviosismo, y sus constantes suspiros tristones sólo hacían que la escena fuera más dramática y desgarradora. Por unos segundos de vulnerabilidad, le creí, pero sólo por unos segundos.


Comenzó a llorar de nuevo.


—Tranquilo, tómate tu tiempo, ya podrás hablar —le decía con suavidad al mismo tiempo que acariciaba su espalda para confortarlo. Necesitaba saberlo con urgencia, y comenzaba a desesperarme—. ¿Quieres agua? —le ofrecí. Él asintió y me puse de pie inmediatamente para ir a la cocina por un vaso. Lo hice rápido con tal de que no tuviera tiempo de revisar las cosas que tenía sobre la mesa de centro. Tenía que ser precavido, cualquier cosa podía ser usada en mi contra—. Ten —se lo entregué volviéndome a sentar. JaeMin lo recibió con ambas manos y tomó un par de sorbos. Cuando se calmó, luego de varios suspiros malamente actuados, se atrevió a hablar otra vez.


—No sé cómo decírtelo —empezó—. Pero de todas formas lo haré —bajó el vaso hasta sus piernas, y sosteniéndolo aún con sus dos manos, hizo una larga pausa—. No espero que me creas, porque entiendo que con todo lo que estás pasando es difícil hacerlo. —Su tono ahora era más calmado, y su vocabulario mucho más correcto de lo habitual. JaeMin estaba siendo cauteloso, por lo que debía de mantenerme atento.


Asentí sin articular palabra para darle la libertad de hablar.


donde los monstruos nacen ー mark leeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora