mark no es el único monstruo.

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Mis ojos se abrieron paulatinamente cuando volvía a sentir los latidos de mi corazón palpitar en mi cabeza. Con mi vista aún nublada divisé el vaso de agua derramado en el piso hecho añicos, y por el otro lado, la mesa de centro fuera de su lugar original. El techo se veía demasiado lejos y el sofá demasiado grande, y sólo en ese momento me percaté de que estaba tirado en el piso.


Permanecí en esa posición por unos segundos, asimilando lo que había sucedido tiempo atrás, e intentando calmar el fuerte mareo que me hacía ver todo patas arriba. Todavía estaba en Busan, en mi departamento, lo que quería decir que nada había cambiado y que todo lo que creía estar viviendo seguía siendo tan auténtico como la primera vez. Solté un largo suspiro, sintiendo cómo el alma me volvía al cuerpo.


Aunque la ansiedad volvió tan pronto como se fue.


Intenté levantarme del suelo, pero mi cuerpo parecía no querer responder. Intenté una segunda vez, pero tampoco funcionó. El pulso se me aceleró, empezaba a desesperarme. Quise sujetarme al sillón para hacer fuerza y subirme, pero tampoco surtió efecto. Todo mi cuerpo, a excepción de mi cerebro, había dejado de responder.


Los nervios me apresaron, obligándome a pedir ayuda a alguien más, pero estaba solo, y de mi boca no salían más que palabras inentendibles que se confundían con gorgoteos.


Claudiqué cuando me percaté de que sólo estaba gastando mis energías. Finalmente me quedé acostado en el suelo, pensando en nada. Por alguna razón mi mente se sentía cansada, y yo también lo hacía. Me sentía ido, como fuera de este mundo. Había perdido mi fuerza de voluntad casi por completo.


Sin embargo, mi cerebro seguía funcionando igual de rápido que todos los días, con la diferencia de que ahora no tenía la fuerza necesaria para mandarle órdenes al resto de mi cuerpo. Intenté moverme otra vez, porque debía de limpiar y volver todo a la normalidad. Debía de levantarme y descubrir qué había pasado. Debía de levantarme y seguir buscando al culpable de todo el caos en mi vida.


Por lo que, con mucha dificultad, traté por enésima vez de moverme, aunque sea un dedo, y lo logré. Primero fue mi dedo, luego mi mano y al final mis brazos. Era suficiente como para subirme al sillón y continuar.


Esperé a que los mareos se calmaran, al mismo tiempo que movía mis dedos y pies lentamente para que pudiesen volver a la normalidad. Luego de unos minutos aún seguía sintiéndome algo ido, pero al menos era capaz de darle órdenes a mis articulaciones otra vez.


Me removí en el asiento al ver que estaba sentado sobre mi mochila. La aparté, y estando abierta dio paso a que una pila de notas adhesivas se desparramara por el sector. Las recogí una por una, y aun sabiendo lo que allí decían, me dispuse a leerlas.


Las letras me bailaban y las manos me temblaban, pero continué. Sentía que debía leerlas, y lo hice.


—Te dejé... comida... —no estaba seguro de si lo que leía estaba bien—. ...en el refri... —no pude terminar la frase porque mi lengua debía de hacer un esfuerzo casi sobrehumano para pronunciar las palabras. Sin embargo, terminé leyendo el remitente de la nota—. Te quiero... Johnny.

donde los monstruos nacen ー mark leeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora