el camino correcto no siempre es lo que tú crees correcto.

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Una ola de sentimientos me invadió en ese momento. Miedo, adrenalina recorriendo mis venas, pero más que todo, ira. Y es que ver a Jeno frente a mí, de esa manera, con ese rostro de odio y satisfacción hizo que mi sangre hirviera de una manera que no fui capaz de controlar. Sentí unas ganas enormes de golpearle el auto, romperle los vidrios, y luego, golpearlo a él, y quizás, dejarlo malherido con tal de que no pueda joderme por un buen tiempo.


Aunque, aquellos impulsos se disminuyeron un tanto al darme cuenta que en realidad sólo estaba ebrio. La luz encandilaba mis ojos, y era debido a eso que no era capaz de ver correctamente mi realidad.


Decidí acercarme, me daba lástima verlo de esa manera. Y cuando lo hice, efectivamente, estaba ebrio. Sus mejillas estaban sonrosadas, y sus ojos estaban idos, como si su mente se hubiese desconectado completamente de la realidad.


La ventana estaba abierta así que sólo tenía que hablar.


—Jeno —le llamé, pero parecía no responder—. Jeno —volví a llamarle, pero no respondía. Decidí extender mi mano y tocarle el hombro, para ver si así se daba cuenta de mi existencia—. Jeno...


Jeno se giró hacia mí lentamente, como si la cabeza le pesara. Su sonrisa floja y sus ojos rojos evidenciaban que no sólo estaba ebrio, también se había fumado un buen porro, o quizás, más de uno.


Sabía que sería inútil entablar una conversación decente con él en ese estado, pero aun así quise hacerlo.


—¿Qué te pasa? ¿Por qué intentaste arrollarme? —aquella pregunta había sonado más dura de lo que esperaba. No quería parecer enojado, pero qué más daba, Jeno estaba ebrio y drogado, no se daría cuenta.


Y como había dicho, no lo hizo, sino que se largó a reír como si le hubiese contado un chiste de los buenos.


—¿Mark? ¿Mark Lee? —habló como si hubiese visto a una celebridad—. Oh Dios mío, no creí encontrarme al rey de los imbéciles aquí.


Fruncí el ceño. Creí que por estar ebrio se comportaría distinto, pero no. Seguía siendo el mismo hijo de puta que siempre...


—No puedo creer que tenga tan mala suerte. ¿Por qué frené? —chasqueó su lengua, decepcionado—. Creo que fallé en recordar cuál era el acelerador.


...e incluso peor.


Bufé, aunque no repliqué nada.


—¿Sabes, Mark? —volvió de nuevo su vista a mí, y colocó su flojo brazo sobre mi hombro—. Deberías irte bien a la mierda. Digo —se corrigió al instante—, ya sabes, con todo este temita de tu amigo muerto, y esas mierdas, deberías alejarte un poco y rehacer tu vida, antes de que todos tus trapitos sucios salgan a la luz...


Fruncí más el ceño. ¿Qué quería decirme?


donde los monstruos nacen ー mark leeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora