Capítulo 4: Encuentro

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El mundo

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By Gissa Graham
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Escocia 1924

Tres días fueron los que Candy decidió descansar en Liverpool antes de continuar con su viaje; el primero fue el día de su arribo, no había mucho que hacer ya que llegó pasada las dos de la tarde, sólo comer, ducharse y descansar. El segundo, fue a la estación a adquirir su boleto directo a la capital escocesa. Al tercer día fue a comprar obsequios para los niños de Terry y mandar un telegrama para anunciar su llegada al día siguiente, como la buena educación dictaba.

Así que al cuarto día muy temprano tomó un desayuno completo y se fue a la estación para partir hacia Edimburgo. El día había llegado, se sentía confusa y a la vez con una emoción extraña por reencontrarse con un querido amigo que tenía años sin ver, no obstante ella prefería mantener su mente ocupada en otras cuestiones, como el rumbo que daría a esa nueva etapa en su vida fuera de Chicago, optó por no pensar en cómo describir el sentir que le provocaba todo aquello.

El caminó fue muy tranquilo y rápido, tanto así que hasta escuchar el clásico silbido del tren, la rubia levanto la mirada de su libro de medicina para ver por la ventana y así comprobar que había llegado. Con total calma acomodó en su maleta aquel ejemplar que estudiaba y por lo alto comenzó a buscar su baúl, aquel objeto era algo pesado por lo que espero por un acomodador que le pudiera ayudar a bajarlo, pero el hombre no apareció hasta casi estar vacío aquel vagón. Con el apoyo del empleado descendió del convoy con todo y equipaje. Busco entre la multitud esperando ver una cara conocida, aunque realmente ella no había avisado a qué hora sería el arribo del tren pues pensaba ir directo a la villa Andley y por la tarde a donde Terry. Sin mas por esperar se encaminó hacia los vehículos de alquiler, cuando...

—¿Disculpe es usted la señora Candice Andley?*

La rubia volteo al escuchar su nombre, divorciada o no siempre sería señora, aunque le dijeses médico o doctora no le vendría mal.

—Sí, soy yo.

—El señor Grandchester me envió por usted y su esposo, el señor Paccini.

Candy sonrío al recordar que las primeras veces en que Terry le había escrito lo hacia dirigiéndose a ella con el apellido de su esposo, hasta que la misma rubia le aclaró que en Italia aquello no era una costumbre, que ella seguía conservando su apellido de soltera. En la siguiente misiva él le escribió «Entonces serás simplemente la "Señora Pecas"», colocando ese destinatario en cada carta, ella correspondió el gesto dirigiendo sus cartas al "Señor Engreído". A Gianluca, su esposo, aquello al principio le incomodó, le pareció algo incorrecto tanta familiaridad entre aquellos dos,mico o también le incomodaba la correspondencia intercambiada, pero al final lo acepto, a regañadientes, pero lo acepto, como cuando ella le escribía a Albert, o a Archie e incluso al señor Villers, mano derecha de los Andley. Al final prefirió optar por la lógica al pensar que Terrence, vivía en un país distinto y muy lejano, además, Candy siempre había sido así de cariñosa con las personas que quería.

—¿Señora? —el empleado le cuestionó al verla distraída.

—Lo siento, mi esposo no viene conmigo.

El hombre tomo el baúl de Candy para guiarla hasta un auto negro y de ahí directo a la villa Grandchester.

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Nueva York 1918

Barcos, trasatlánticos, pequeñas embarcaciones, de todo se podía ver en el puerto de Ambrose Ligth, el cual se ubica en la punta sur de la ciudad de Nueva York. Ahí dos parejas esperaban por el arribo del barco donde Candy llegaría. Navidad ya se olía en el ambiente y ella justamente regresaba al continente americano para esos festejos.

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