Capítulo 6: Otro adiós y Lullaby.

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El mundo

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By Gissa Graham
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Advertencia: el siguiente capítulo contiene descripción de escenas con un leve contenido erótico, leer a discreción.
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Escocia 1924

La sensación era por demás agradable, ¿cuántos años sin sentir ese contacto?, ese tibio tacto del ser amado, sí, no podía negarlo, de hecho nunca lo había negado, ni siquiera lo había ocultado, no querer tener hijos cuando Gianluca lo propuso, sólo fue parte de la excusa, la otra parte fue que el italiano siempre sospechó que el corazón de Candy estaba ocupado y seguiría así por siempre; y esa era una verdad innegable, mucho más innegable cuando él se encontraba junto a ella, amaba a Terrence Grandchester, lo amaba como desde que tenía catorce años, desde esa noche sobre el Atlántico cuando por vez primera lo viera recargado de la baranda con la mirada perdida y un par lágrimas traviesas saliendo de sus ojos, ese noche no se dio cuenta, pero ya había quedado prendada de él, de su irreverencia y desfachatez, de su porte y de sus hermosos ojos que aun tristes reflejaban una alma noble. ¿Y por qué no decirlo?, también se había enamorado de su sarcasmo, "No estaba, estoy triste", había dicho acompañado de una bella y sonora carcajada. Le amaba, esa era la razón del porque había ido hacia él, pero no lo diría así, claro que no, no ahora, no en por un tiempo, tal vez en algún momento, pero no ahora; además también estaban sus sueños, por los cuales había salido hacía varios años de la casa de los Andley, mismos sueños por los que lo había vuelto a hacer ahora. Había ido hacia él, pero también para cubrir su necesidad de volar y seguir siendo un alma libre, la misma razón del porqué decidió pedirle el divorcio a Gianluca.

Terrence retiró la mano del rostro pecoso para tomar una de las de Candy.

—Nos esperan para cenar.

Candy únicamente asintió dejando que él la guiará hacia el interior con sus manos entrelazadas, caminaban despacio con toda la intención de prolongar lo más posible ese reconfortante contacto, hasta que pusieron el primer pie dentro de la estancia fue cuando se soltaron y serrando tras de sí la puerta caminaron unos pasos más, pero Terry se detuvo de improviso, giró un poco el rostro y torso para mirar a la pecosa de reojo, llevó un dedo a sus propios labios para indicarle que guardara silencio, la rubia miro en su rededor con cara interrogante, fue cuando él aprovechó para jalarla por la cintura hacia un recoveco acorralándola entre la esquina de dos muros, ese fue el preámbulo que avisó el inevitable beso que los labios del actor querían dejar en esa femenino boca desde que la vio, atrapó los labios con suavidad a pesar de lo impulsivo del acto, una mano en la cintura la otra recargada de la pared, un suave deslizamiento que no buscaba profundizar, sólo saborear. Con la misma delicadeza con la que se toca fina seda el acaricio los labios de Candy con los propios, sólo para cubrir su necesidad de volverla a probar.

Apenas separados después de 20 segundos de unión, él habló.

—Después de cenar llevó a Camille a dormir, espérame en la sala de música a las 09:30. Debemos hablar.

Candy apenas pudo asentir completamente obnubilada por aquella suave caricia. Cuando su sentidos despertaron, Terry ya está muy cerca de la entrada del comedor, ella llegó al momento que el abría gentilmente la puerta para darle acceso.

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Italia 1921

Cuando en 1917 Candy leyó un artículo sobre María Montessori como la primera mujer graduada de la Facultad de Medicina de la "La Sapienza", la Universidad de Roma, en 1896, quedo prendada de esa idea, investigó sobre la posibilidad de viajar a Europa, la guerra no afectaba mucho a Italia, así que sin decirle a nadie el motivo, comenzó a estudiar el idioma de aquel lejano país, cuando casi un año después lo comprendía y hablaba lo suficientemente bien decidió partir sin avisar, como era su costumbre, sólo enviando una carta el mismo día que el barco partió.

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