Capítulo 7: Decisiones

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El mundo

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By Gissa Graham
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Escocia 1924

Los minutos se sumaron hasta hacer media hora en aquella sala de música donde por momentos el ambiente se sentía tenso, sin embargo la bella melodía siempre sonando, que a nadie cansaba, era un aliciente para mantener la calma. Una vez se creyó conveniente y con los niños completamente dormidos en brazos, Candy y Terry los subieron a sus respectivas recámaras, seguidos muy de cerca por una muy molesta Eleanor y la entrometida nana Bridget.

Al llegar al pasillo rubia y castaño se separaron sólo por un par de metros para dejar a cada querubín en su cama, Eleanor siguió a su hijo al tiempo que con la mirada le indicaba a la empleada quedarse con Candy, parte para ayudarle a acomodar la cuna, parte para vigilarla. En cuanto Terrence dejó listo a su hijo sobre su cómodo lecho, se encaminó hacia donde su pequeña Camille, encontrándose con la pequeña todavía plácidamente dormida. Una vez que las dos rubias salieron del cuarto, pues su madre no se le despegaba, Terrence se dirigió a su empleada, quien dormía en la misma habitación que su hija desde que Josie falleciera, hablando calmo pero firme le dijo.

—Bridget, es usted una excelente empleada, espero que continúe así –mirándola fijo le dejó claro–. Por ello le agradecería no vuelva a cuestionar mis indicaciones, a Eleanor puedo permitírselo por ser mi madre. ¿Comprende?

—Sí, señor. Es sólo que llevo muchos años trabajando para usted, vi nacer a Liam y a Camille, sabe que si he dicho algo no es porque quisiera sonar impertinente, sólo lo hice pensando en el bienestar de la niña –respondió un poco cohibida.

—Eso espero y no que halla dobles intensiones en sus comentarios –continuaba con su voz firme, autoritaria–. No quiero tomar medidas que usted no se merezca.

—Como dije antes, es el cariño que le tengo a su familia, y lo mucho que quise a la señora Josephine, sobre todo después de la muerte del padre de la señora, me hice más apegada a ella.

Entrecerrando los ojos, Terrence intentaba contenerse, no quería despedir a esa mujer que ya era de su confianza para buscar una nueva nana desconocida.

—Lo sé, por eso mismo le pido continúe como siempre ha trabajado.

—Claro, yo me mantendré como siempre –tomando valor la empleada añadió–. Pero usted recuerde el luto que debe.

—¿Perdón? —el hombre levantó una ceja con evidente molestia–. No me diga que cree que le estoy faltando el respeto a Josephine.

—Yo no lo creo, ¿y usted?

—Bridget, cuide sus palabras y sus intenciones  –le espetó–. Porque sólo yo sé que es lo que quiero hacer con mi vida y ni mi madre se tiene que meter en eso. La próxima vez tendrá que dejar esta casa y está familia, así diga que nos aprecia mucho.

Terminando lo dicho volvió a depositar su acostumbrado beso sobre los negro rizos que comenzaban a asomar en la cabecita de la nena, para luego marcharse de aquella habitación dejando a una empleada muy sorprendida por aquella advertencia. Al salir su humor no mejoró en absoluto debido a que sólo vio a su madre sin compañía alguna. Lo primero qué pasó por su mente fue preguntar por Candy, pero aprovechando la ausencia de ésta tomó a su madre por el codo para alejarse unos pasos y cuestionarla sobre el comportamiento que había mostrado esa noche.

—Eleanor, me puedes explicar que fue todo aquello de allá abajo.

—No sé de qué hablas, sólo me preocupo por le bienestar de mi nieta.

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