capítulo 08

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❝ te quiero, jungkook ❞

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Hacia arriba, hacia abajo, hacia arriba, hacia abajo, todo se repetía una y otra vez. Era un ritmo constante que sus labios y los míos hacían al danzar en suaves besos.

Tenía un miedo constante en el pecho, el cual era dominado en su mayoría por la duda y la curiosidad.

Este era mi primer beso. Con Jungkook, mi mejor amigo. Podría equivocarme y él lo entendería, más sin embargo no quería hacerlo, tenía la extraña sensación de querer hacerlo perfecto para así satisfacer a Jungkook.

Sus manos subían lentamente y con temor a recibir una mala respuesta y, pidiendo permiso, se posaron a los costados de mi cintura, haciéndome estremecer.

Sus labios se presionaron levemente sobre los míos, sintiendo el delicioso sabor de estos. Era tan bueno para ser verdad.

Y mis manos al igual que las de él, escalaron su larga espalda, hasta lograr llegar a su objetivo, su sedoso cabello.

Uno de mis labios fue suavemente mordido por los dientes de Jungkook, haciéndome jalar algunos de sus mechones de cabello entre mis dedos.

Gritos escandalosos se escucharon por todas partes. Asustados terminamos el beso, y miramos por donde los gritos provenían.

La puerta del ataúd finalmente estaba abierta, el aire había regresado, pero también estaba las personas quiénes no paraban de lanzarnos miradas picaronas a Jungkook y a mí.

Mis mejillas estaban rojas de vergüenza, mientras que las de Jungkook se veían en perfecto estado, incluso le sonreía a la gente.

¿Qué acaso le gusta que nos averguencen?

Tomé su mano y lo arrastré escaleras abajo del escenario, no quería ser visto por el público por más tiempo.

La sonrisa de Jungkook permanecía y no parecía querer borrarse por nada del mundo. Mientras que en mi cara sólo podía encontrar vergüenza y quizás enojo.

—Jungkook, borra esa sonrisita que me pones aún más avergonzado —ordené al instante en el que él no paraba de verme con aquella molesta sonrisa.

—¿Por qué estás tan avergonzado? —preguntó riendo, sin siquiera borrar un centímetro de su sonrisa.

Con mis ojos completamente abiertos y mi boca lista para lanzar un par de palabrotas, me contuve y respiré varias veces, logrando tranquilizarme un poquito.

—¿¡Será por el hecho de que me acabo de besar con mi mejor amigo, el cual conozco desde tercer grado, y un maldito "mago" abrió el ataúd equivocado en el momento equivocado!? —exclamé exasperado—. ¿Es que acaso no podía abrirlo un minuto antes o uno después? —bufé, despeinando mi cabello.

Jungkook sonrió ante mi respuesta y seguramente mi actitud. Estoy seguro que me veía ridículo.

—Y luego estás tú, con esa jodida sonrisa que está causando más que mariposas en mi vientre. ¡No sabes lo estúpidamente irritante que es esto!

Pero cuando creí que estaba a punto de desvanecerme y colapsar, Jungkook me abrazó entre sus largos, cálidos y sobre todo cómodos brazos. Esa era su respuesta. Era la respuesta ante todo lo que yo había dicho. Un cómodo abrazo que necesitaba con ansias.

—Me gustas cuando estás alterado —confesó—. Balbuceas, gritas, hablas rápido y murmuras cosas que no entiendo con esa expresión tan preocupada; sin embargo, siempre que encuentras mi mirada todo parece cambiar —murmuró, aferrandose aún más a mi cuerpo—. Y la manera en la que desordenas tu cabello, es algo que pagaría por ver cada día de mi vida.

Palabras suaves que calmaban mi mente y cuerpo. Él siempre era la solución a todos y cada uno de mis problemas. Por eso era mi mejor amigo, y por eso lo amaba.

—¿Podrías hacerlo de nuevo? —preguntó de pronto en un murmuro.

Me alejé tan sólo centímetros de su cuerpo para poder ver su rostro, el cual aún mantenía aquella sonrisita boba que solo provocó que hiciera lo mismo.

—¿Hacer qué? —cuestioné divertido.

—Despeinar tu cabello, ¿puedes hacerlo? —insistió con una sonrisita tímida.

Mordí mi labio para evitar sonreír. Y sin más, los brazos de Jungkook abandonaron mi cintura para poder verme mejor.

Con una sonrisa divertida, llevé mi mano hasta mi cabello algo ondulado y la pasé por mi cabeza, despeinando todo lo que había a su paso. Mis mejillas enrojecieron cuando Jungkook soltó una linda carcajada al verme hacerlo.

—Nunca me imaginé haciendo eso para alguien, Jungkook. Me debes una —musité apenado.

Él pasó uno de sus largos brazos por mi hombro apegándome a su cálido torso hundiendo al instante su nariz en mi cabello, para después dejar un tierno beso.

—¿Sabes? Me gusta más cuando lo haces sonriendo —murmuró, y yo simplemente sonreí. Mi cara debía estar igual al de un tómate.

—Ya para, Jungkook. Comienzas a ponerme rojo y sabes cuánto lo odio —lo miré con una ceja alzada y una media sonrisa.

—Bueno, está bien. Tendré un poquito de compasión contigo —chistó burlón—. Modo Ligador, apagado —soltó finalmente en tono de robot, logrando robarme una carcajada.

Nuestras manos se entrelazaron y ambos caminamos abrazados hasta su auto.

—Quizás deberíamos quedarnos atrapados en ataúdes mágicos más seguido, Jimin, ¿no lo crees? —preguntó con una sonrisa divertida, mientras encendía el auto.

—Creo que lo mejor sería quedarnos en ataúdes mágicos más grandes —confesé riendo. Jungkook asistió efusivo mientras se carcajeaba.

Verlo reír se había vuelto en una droga, algo indispensable en mi día. Es sólo que mirarlo con aquella sonrisa cálida en su rostro me hacía sentir que moría en segundos.

—Te quiero, Jungkook —formulé sin pensarlo, con una sonrisa enorme en mi cara.

Las risas terminaron y enseguida me regañé mentalmente por haber dicho aquello. Había arruinado el hermoso momento que teníamos. Era un idiota, un estúpido.

Jungkook borró su sonrisa y me miró serio. Unos segundos aniquiladores transcurrieron dentro del auto, matandome por ser un completo idiota.

Esperaba lo peor. Quizás un rechazo que lograra recordarme lo estúpido que fuí al decirlo, o un terrible "okay" que matara las mariposas en mi vientre de un porrazo.

Bajé mi mirada y balbuceé un pequeño "lo siento, soy un idiota", aunque fue más para mi mismo. Sin embargo, el delicado toque de la mano de Jungkook sobre la mía hizo que cualquier pensamiento que no fuese él, se esfumaran.

Mi vista se fue hasta mi mano para comprobar que, efectivamente, su mano estaba sobre la mía, mientras la acariciaba con ternura. Lo miré a los ojos y noté que este me miraba también, acompañado de una sonrisa sincera. Sonreí. Sus ojos brillaban y estaba seguro que los míos hacían lo mismo.

—También te quiero, Jimin. Mucho.

Cinco palabras nunca habían sido lo suficientes como para hacerme colapsar.

¿cómo aprender a besar? 丼 kookmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora