Capítulo 1

3.7K 267 14
                                    


Alexandria

El insistente sonido de mi alarma me despierta. El chillido incesante casi lastima mis oídos y tiro mi mano para apagarlo de manera más brusca de lo que deseaba. Llevo dos jodidos años tratando de acostumbrarme a ser diurna, pero aún no lo logro. Estrujo mis ojos, queriendo sacar el resto de pereza de mi cuerpo, y me levanto. Las cortinas evitan que la fuerte luz del sol entre a mi habitación, pero aun así el resplandor se cuela por las esquinas junto con el trinar de las aves en el exterior, un claro indicativo del amanecer. Miro el reloj por inercia más que otra cosa, porque sé que siempre lo pongo para las 7:00 a.m.

—A comenzar el día. —me digo a mí misma para tomar la fuerza de ir al baño.

Saco toda mi ropa y me miro al espejo. La piel más pálida de lo que fue alguna vez, tengo ojeras bajo mis ojos café por querer dormir de noche cuando obviamente soy un ser nocturno. Fuera de eso me veo como siempre. Me sigo inspeccionando y como de costumbre mis ojos se detienen en la enorme cicatriz en el centro de mi pecho. Lo único que queda de mi antigua vida. Una herida de mosquete, recto y certero a mi pecho. Sacudo mi cabeza y entro al baño para una reconfortante ducha.

Mi familia fue una familia de enorme prestigio en Virginia. Mis bisabuelos llegaron siendo migrantes de Inglaterra y mi propio abuelo luchó en la Guerra de Independencia. Siempre nos distinguimos por estar en cada guerra que acontecía en la nación emergente. Mis padres tenían una enorme propiedad que colindaba con una extraña tribu que parecía bastante renuente a irse y nosotros no teníamos problemas con ellos. Los Walkers, desde su llegada al nuevo continente, habían levantado una enorme casa y construido su imperio con una central de algodón, como todo buen sureño. Económicamente les iba perfecto.

Ellos son eran los típicos ricos de la época. Trataban casi de igual a los "esclavos", y digo "esclavos" porque mi padre era de las pocas personas que les daban un pago luego de ir a comprar esclavos. Les daba un hogar y un pago por su trabajo. Nadie debía decir nada y nadie lo hacía por temor a que les quitaran una de las pocas personas buenas que existían. Tenían un lugar donde comer, dormir y un pago seguro por un trabajo. Aunque en su estatus de esclavos no podían comprar nada, ellos les decían a mis padres qué querían y ellos los adquirían por ellos y se los entregaban. También estaban al pendiente de su salud. Siempre vi a mis padres hablando de igual con todos los empleados, jamás los trataron menos. Mi madre era muy amiga de una en particular y, de hecho, fuera ella quien asistió su parto. Hasta donde sé, cuando mi madre quedó embarazada era día de fiesta y algarabía, pero tuvo problemas durante la gestación por ser gemelos, algo que ellos desconocían. Finalmente nacimos mi hermano y yo.

William Alexander Charles y Wilhelmina Alexandria Charlotte Walkers, aunque siempre usaban los nombres de Alexander y Alexandria. Éramos los niños mimados de la casa. Prontamente todos se dieron cuenta que, si bien mi hermano y yo éramos idénticos físicamente, fisiológicamente no pasaba lo mismo. Mi hermano nación con una condición en su corazón que lo volvía delicado. Casi siempre estaba dentro de la casa o en cama, mientras yo corría por todo el terreno.

La gente decía: "Pobre del señor Walkers, no tiene un hijo a quien enseñarle cosas". Muy equivocados estaban. A mi padre lo mismo le daba mi hermano o yo. Así que, entre mi hermano estaba dentro, yo iba a cabalgar con mi padre y aprendí a disparar. Mi madre, por otro lado, le había enseñado a cocinar a mi hermano. Ellos no se dejaban llevar por lo que la gente diría, si eso era adecuado o no para un jovencito o una jovencita de alcurnia. Ellos nos criaban con sus propios valores. Lo que era o no era correcto para ellos era muy relativo, y lo correcto era enseñarles a sus hijos todo lo necesario.

Fue entonces que la Guerra Civil estalló. El Norte luchando con el Sur. Nuestros padres temían que los confederados tomaran represalias contra nosotros por su buen trato a los esclavos y decidieron enviarnos al norte, exactamente a Pensilvania, con un amigo de mi padre. Teníamos 20 años cuando la guerra comenzó y nos enviaron lejos con el fin de protegernos.

Crónicas de Vampiros// La Institutriz de la VampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora