Capítulo 2

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Margaret

Estoy observando a través de la ventana del local donde estoy, como la suave brisa veraniega está moviendo la copa de los árboles. Las ramas se mecen en un delicado baile con la brisa. Suelto un leve suspiro solo por la envidia de lo tranquilo que se ve el paisaje. Salto de mi lugar cuando un plato cae fuertemente frente a mí.

—Su desayuno. —comenta la mesera de forma grosera.

—Gracias. —saco el estrujado cupón de mi bolsillo y se lo entrego.

—El jugo de manzana no está incluido en el cupón, solo café.

Muerdo mi labio, pensando si debo pagar la diferencia por mi jugo. Analizo si el dinero me dará y qué tan necesario es gastarlo en estos momentos.

—Está bien —finalmente digo —. Pagaré la diferencia.

Miro mi desayuno y comienzo a comer. Mi mano derecha va a mi relicario y solo deseo con todas mis fuerzas tener a mi madre. Ella siempre fue mi todo. Solo fuimos ella y yo toda la vida, así que, más que madre e hija, llegamos a ser amigas. Era la mujer más maravillosa que pude haber conocido.

Sarah Callahan era la hija de un linaje de magnates irlandeses que se había establecido en el nuevo continente desde hacía cuatro generaciones y levantó un imperio en la industria farmacéutica. Mis abuelos solo tuvieron una hija, mi madre, Sarah; pero pronto se vio privada de toda la vida cómoda de su familia. No hace mucho me enteré de lo que había pasado, con una conversación que tuve con mi madre en sus últimos días.

Según mi madre, ella siempre supo que era lesbiana. Pero cuando lo anunció en su hogar sus padres no lo tomaron muy bien. La terminaron echando de la casa y que se las arreglara por su cuenta. Por suerte tenía una beca en la Universidad de Georgetown. Comenzó a estudiar con todo pago, desde la matricula hasta el hospedaje. Era una mujer brillante y a muy temprana edad había terminado su carrera y maestría en tiempo récord. Apenas tardó 3 años en la carrera, igual la maestría. Para sus 28 años ya tenía un doctorado y un certificado de lingüística. Hablaba perfectamente cinco idiomas; aparte del inglés hablaba italiano, alemán, español, mandarín y ruso. A su vez dominaba, aunque no fluido, el portugués, hindi, japonés, árabe, francés y persa.

Fue contratada por el gobierno para trabajar en Washington D.C. en conjunto al Centro de Control y Prevención de Enfermedades, luego fue empleada por la Universidad de Georgetown como catedrática en el departamento de Medicina, Enfermería y Ciencias de la Salud, específicamente para impartir Microbiología e Inmunología. Cuando tenía 30 años fue el momento en el que decidió tenerme. Era una mujer independiente, con una carrera estupenda, estaba económica y emocionalmente estable, ¿qué mejor época que esa? Tal vez sería madre soltera, pero era la mejor madre que podía pedir. Aún recuerdo la vez que conocí a mis abuelos, tenía unos 5 años.

—Te ves hermosa. —dijo mi madre mientras levantaba mi cabello cobrizo en una cola con un lazo blanco.

Ese día tenía un vestido verde pálido con flores blancas. Tenía el lazo levantando mis cabellos cobrizos y unas sandalias también blancas. Mi madre y yo nos parecíamos en muchas cosas. Teníamos la misma nariz, cejas, la forma del rostro. Pero donde ella tenía el cabello castaño, el mío era rojizo, posiblemente heredado del donante. Su cabello completamente lacio era diferente al mío, que tenía suaves vueltas al final. Su piel blanca como porcelana era muy parecida a la mía, solo que yo portaba un par de pecas en la nariz y mejillas. Los ojos de mi madre eran de un verde tan intenso como la selva, los míos eran hazel.

— ¿A dónde vamos? —pregunté, inocente.

—Vamos a ver a mis padres.

Después de más de 10 años mis abuelos le habían vuelto a hablar y ella estaba más que emocionada. La habían llamado e invitado a una comida de pascua en su casa de Long Island en New York, de donde provenía mi madre. El día anterior habíamos volado y hospedado en un hotel cerca del área. Aún recuerdo lo impresionada que estaba de la casa de mis abuelos, si se le podía llamar así, pues era una gigantesca mansión. Mi madre y yo vivíamos en una casa en los suburbios de Washington D.C. Era una linda casa con un hermoso patio, más que suficiente para nosotras, una típica casa de película. Pero la de mis abuelos era una mansión.

Crónicas de Vampiros// La Institutriz de la VampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora