Capítulo 9

3.3K 265 34
                                    

Alexandria

Me despierto en la tarde, aun abrazada a mi hermosa Maggie. Miro hacia las cortinas, que están firmemente cerradas, y me pregunto en qué momento de la noche lo hice. No recuerdo haberlo hecho. Le doy un beso en la cabeza a Maggie, que se aferra un poco más a mí con un suspiro feliz. Su felicidad es la mía. Con cuidado de no despertarla, salgo de la cama. Antes de hacer nada tomo el teléfono y pido comida. Hago la orden tanto para mi Maggie como para mí. Informo a la recepción que llegará la comida para mi cuarto y cuando estoy complacida con todo me dirijo al baño.

Me detengo frente al espejo, lista para lavar mis dientes. Al mirar mi reflejo noto que tengo una marca sobre mi hombro izquierdo, como un enorme hematoma rojo, casi púrpura. Llevo mi mano hasta el cardenal y la fuerte punzada de dolor me hace retirarla. No recuerdo que nada me doliera así antes, ni siquiera cuando me dispararon. Es el mismo lugar donde Maggie me mordió anoche. Jamás había escuchado que una mordedura pudiera ocasionar algo así. Decido ignorarlo por ahora y continuar con mi higiene. Lavo mis dientes y me doy un baño procurando no tocar la marca.

Al salir de la ducha encuentro a Maggie sentada en el retrete con una camisa cubriendo su desnudez. Su rostro aun soñoliento, con su cabello desordenado. Es la cosa más hermosa para ver.

—Lo siento, no podía aguantar más —me explica —. Cada día este bebé presiona más mi vejiga.

—No te preocupes, cariño, no me importa —cubro mi cuerpo con una toalla, no porque me sienta avergonzada, pero no quiero ser muy descarada frente a ella —. Te puedes dar un baño si gustas, la comida viene pronto.

—Gracias, estaré lista en un momento.

Mientras Maggie se ducha la comida llega. La mayoría de las veces me gustaría poder acompañarla con una comida normal, pero eso es imposible. Al menos por ahora no puedo. Entre preparo la comida veo a Maggie salir con la bata de baño y el cabello aún húmedo.

—Ven, tengo el desayuno listo.

—Oh, eso huele delicioso.

Evangeline tiene razón, desde que está con nosotros ha ganado más peso, no solo por el bebé que crece en su interior, sino por el apetito que parece ha aumentado. Se ve mucho mejor, es más fuerte, más brillante.

—Y espero que también lo esté. —la ayudo a sentarse no sin antes darle un suave beso en los labios.

— ¿A qué hora partimos? —me pregunta, empezando a comer.

—Tan pronto baje el sol estaremos camino a casa. —le contesto tomando un envase oscuro que sé que es la sangre.

— ¿Sabes? Extraño a las niñas. Están tan llenas de energía que me hacen sentir igual.

—Pues a mí su energía me agota. —replico, riendo.

—Eso fue cruel. —se ríe, masticando un poco del tocino que trae el plato, pero entonces se queda en silencio.

Sus ojos se clavan en mi hombro y el horror aparece en ellos.

—Lex. —se aproxima a mí y mueve mi blusa gris de botones — ¿Qué sucedió? Oh, Dios, ¿es mi culpa?

—No, Maggie, cariño; no tienes la culpa —retiro su mano y vuelvo a cubrir la marca —. No es nada.

— ¿Cómo que no es nada? Tiene un color horrible. ¿Duele?

—No, lo juro, estoy bien. —trato de tranquilizarla, pero la preocupación perdura en sus ojos hazel.

—No se ve bien. —insiste en un tono más bajo.

—Cariño, confía en mí, si algo estuviera mal te lo diría. —ella solo asiente y continúa comiendo.

Realmente no sé si está bien. No tengo idea de por qué tengo esa marca allí, pero lo mejor será regresar a casa. Cuando el sol se pone subimos al auto y partimos a casa. El viaje es más que tranquilo. Maggie parece más unida a mí que nunca; su mano se mantiene entrelazada con la mía y por primera vez siento que somos un matrimonio real. Tal vez esté lista para que le diga que es mi pareja, y sobre todo, que la haga mi pareja.

Crónicas de Vampiros// La Institutriz de la VampiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora