Capítulo cuatro.

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El tiempo había pasado, pero no me percaté de cuanto hasta que sentí mi celular que sonaba en alguna parte de la habitación. Louis dormía, por lo cual me desesperé por encontrarlo entre aquel desparramo de ropa por el suelo. Encontré finalmente mis jeans y el teléfono dejó de sonar. Metí mi mano en el bolsillo delantero y lo saqué de inmediato observando la pantalla; trece llamadas perdidas de mi madre― mierda ―exclamé por lo bajo pero no lo suficiente, sentí un crujido que venía de la cama y observé a Louis sentándose en ella.

― ¿Qué se supone que haces Harry? ―Preguntó viéndome con desaprobación al negar con la cabeza.

―Yo solo... ―quise responder pero me interrumpió de inmediato.

―No me interesa, vuelve a la cama y deja eso donde estaba ―exigió dejándome desconcertado por lo cual no hice ningún movimiento― ¿Qué parte de que vuelvas aquí no entiendes? ―cuestionó con prepotencia.

―Louis yo... ―una vez más fui interrumpido por su aguda voz que parecía estar perdiendo la paciencia.

―No te lo estoy preguntando, te lo estoy ordenando ―pude notar la frialdad en su mirada y cada una de aquellas palabras ¿En qué demonios estaba pensando? El maldito me había secuestrado, me había atado a una silla y había logrado que yo cayera a sus pies, pero aun así no dejaba de ser un extraño, alguien de quien no sabía nada en lo absoluto y lo poco que sabía era que no tenía ni un poco de cordura.

―Ya obtuviste lo que querías de mi, mi familia debe estar preocupada ―dejé de verlo a los ojos, aquellos eran como una kriptonita que solo lograban debilitarme y terminar rendido ante él, pero esto ya había superado los límites, debía irme de allí.

Tomé mis bóxers del suelo rápidamente y justo cuando terminé de subírmelos y acomodarlos sentí sus manos sobre mi abdomen. Era notoriamente más bajo que yo, por lo cual sus dientes rasguñaron mi hombro con cierta ferocidad a lo que me quejé con un leve gruñido.

― ¡Detente! ―exigí queriendo apartarme de él pero sus manos no me soltaban hasta que él mismo quiso hacerlo y me empujó― ¿Acaso no tienes familia? Deben estar por llamar a la policía si no llego a casa pronto ―dramaticé un poco con intención de asustarlo pero como era de esperarlo no lo hice, por el contrario, se divertía a causa de mi nerviosismo por lo cual soltó una exagerada carcajada la cual intenté ignorar para seguir vistiéndome.

― ¿Recuerdas que tengo un arma cierto? ―preguntó con total naturalidad aunque supe de inmediato que quería causar en mí al decir aquellas palabras― creo que olvidaste quien manda aquí Hazz ―lo observé ladeando la cabeza una vez que terminé de vestirme y recoger mis cosas del suelo― no irás a ninguna parte hasta que yo lo diga muñeco.

―Ya te di todo lo que querías ¿No es así? Por favor, ya déjame ir ―pedí casi en súplica comenzando a asustarme ante su actitud tan seria y su mirada fija en mí.

Una vez más rió.

―No sabes nada de mi Harry, deja de hacer preguntas estúpidas y suelta ese maldito bolso porque no irás a ninguna parte ―elevó el tono de voz con enojo lo que hizo que mi piel se erizase, no estaba jugando, podía notarse a la distancia y lo confirmé al bajar mi vista y ver sus puños cerrados.― ¡Y dame eso! ―exigió quitándome el móvil de mis manos con brusquedad, lo tiró al suelo con tanta fuerza que el aparato de deshizo en mil pedazos dejándome boquiabierto, volví a sentir pánico en ese mismo instante.― ¿Vas a quedarte ahí parado? ―preguntó mirándome con desprecio y al no recibir respuesta se encogió de hombros y ahora fue él quien comenzó a vestirse.― ¡Siéntate maldita sea! Me pones nervioso ―exigió para luego dejar salir un bufido y patear su armario. Solo hice caso, con mis ojos llenos de lágrimas, inmóvil me quedé en el sofá sin decir una sola palabra.

Pasaron unos minutos en los cuales yo solo miraba al piso sin poder pronunciar palabra alguna ya que no pasaba una idea decente por mi mente, correr, huir, eso sería demasiado estúpido, él tenía un arma y ya no dudaba que fuese capaz de usarla.

Louis caminaba de un lado al otro de la habitación a algunos metros del sofá donde yo me encontraba. Tenía ambas manos entrelazadas tras su espalda y miraba al suelo como si estuviese pensando que iba a hacer conmigo. Mi corazón latía rápidamente, estaba frente a un tigre enjaulado que decidía de que manera terminaría con su presa, solo deseaba que fuera rápido y poco doloroso, ya el temor inundaba mi ser y solo quería que esto acabase de una vez.

―Iré en busca de algo de comer ―habló mirándome por fin y acercándose a mí― Debo atarte Harry, no quiero que hagas ninguna estupidez ―dijo con cierta pena que por alguna extraña razón creí que sentía y solo mi limite a asentir― No quiero hacerte daño Hazz ―tomó mi mentón y besó mis labios brevemente para luego mirarme por unos segundos viendo mi rostro algo húmedo por alguna lágrimas que no pude evitar y cayeron― No llores bebé, todo saldrá bien si tú te comportas conmigo ¿Ok? ―volví a asentir y me dedicó una pequeña sonrisa, por un momento parecía que el demonio estaba frente a mí y ahora simulaba ser un ángel.

Tomó mi mano haciendo que me levantase, me soltó para correr el sillón y dejar ver tras este una vieja cañería que sobresalía de la pared un metro más arriba del suelo, acomodo el sillón junto a ella y volvió a mirarme, haciéndome un gesto con la cabeza en dirección al sofá para que volviera a sentarme.

― ¿Qué harás conmigo Louis? ―me atreví a preguntar, las palabras salieron muy suavemente de mis labios.

―No te haré daño, solo siéntate ―fue una orden pero su voz sonaba comprensiva, volví a creerle que no me haría daño ¿Pero acaso tenerme secuestrado no era suficiente?

Me senté en el sillón una vez más mientras él revisó su armario en la parte baja. Sentí ruido metálico salir de allí mientras el revolvía, hasta que se incorporó y pude ver que en sus manos, traía un par de esposas.

―No estarás pensando... ―me levanté de inmediato pero el apuro su lenta caminata al verme hacerlo y se paró justo frente a mi callándome con sus labios sobre los míos.

―Tú eres quien no debe pensar aquí ¿Está bien? ―tragué saliva y de un leve empujón por su parte volví a caer sobre el sofá.― Tus manos, dámelas ―exigió por lo cual las estiré ante él y cerró una de las esposas, la otra, la paso tras la cañería y luego la cerró en mi otra mano, no había forma de escapar. Como si hubiera leído mi mente, antes de atravesar la puerta advirtió; ― Y ni se te ocurra intentar escapar Hazz, morirías intoxicado, ya que estás atado a la cañería del gas ―dicho esto, la puerta se cerró dejándome solo en la habitación.

Stockholm syndrome {Larry Stylinson.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora