Capítulo ocho.

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Una vez más desperté totalmente desorientado, pero ahora, le sumaba una terrible jaqueca. Sentía un fuerte dolor en mi cabeza, casi la nuca y entonces recordé a Louis insultándome por aquella patada que le había dado en la entrepierna y luego, todo se volvió negro cuando recibí aquel golpe.

Estaba acostado en la cama, una vez más, quise apretar la zona afectada por el dolor pero como era de esperarse, me encontraba esposado a la cama.

Las luces estaban apagadas, pero supe que la noche había terminado al ver la luz tenue del sol atravesar la puerta del baño que se encontraba entreabierta.

Quería confirmar si me encontraba solo, pero no quería llamar a Louis, no quería saber cuan enojado estaría conmigo luego de lo sucedido.

Todo era absoluto silencio, amaba el silencio, pero solo cuando me encontraba en un lugar reconfortable donde pudiera disfrutar de él, no en la casa de mi secuestrador amarrado a la cama luego de haber sido golpeado.

Había pasado un largo rato, donde una vez más me había lastimado en el fallido intento por quitarme las esposas. Sabía que no saldrían, pero ese no era mi objetivo. Mi objetivo era romper la baranda y luego de varios intentos que provocaron nuevas heridas en mis ya lastimadas muñecas lo conseguí. La madera se quebró y por la fuerza que había hecho, caí sentado hacia atrás sobre la cama.

De inmediato, me levanté y todo daba vueltas a mí alrededor, ahora si toqué la zona afectada por el golpe descubriendo un bulto considerable allí.

―Maldito ―murmure maldiciendo a quien fuera que me lo hubiera causado.

Me asomé al pasillo para asegurarme que estaba solo y para mi suerte, así era.

Rápidamente, fui al baño encontrándome con una sorpresa no grata: La ventana tenía rejas.

― ¡Maldito Louis! ―di una patada al inodoro y de inmediato solté un pequeño quejido de dolor, eso había sido muy estúpido considerando que aquel era un objeto muy duro.

Salí de allí directo hacia la puerta. Había una pequeña mirilla que no había notado antes, observé por esta y no vi nada más que oscuridad. Claro, era un apartamento interno, recordaba que nunca había visto exactamente como había llegado allí, ya que, el me había provocado un desmallo antes de entrar a su casa.

Me alejé de la puerta, pude ver mis muñecas manchadas de sangre como si fuese un loco suicida. Pero esto era peor que un suicidio, esto era contra mi voluntad.

De repente, por debajo de la puerta entró una luz, de inmediato me acerqué nuevamente a la mirilla y vi al sujeto de capucha de la noche anterior, el mismo que me había asaltado y golpeado. Ahora confirmaba mis sospechas, todo esto no era casualidad, Louis había programado mi secuestro.

Recordé que llevaba mi bolso la última vez antes de entrar a su casa, por lo cual me alejé de la entrada para ir directo al cuarto.

Empecé a buscarlo como si mi vida dependiera de ello. Recordaba que allí dentro tenía gas pimienta y una piña, mi padre me la había obsequiado por si algún día me veía amenazado por alguien ¿Por qué no lo recordé aquella noche? Tal vez si me hubiese defendido del maldito encapuchado ahora mismo estaría en casa con mi familia, y no secuestrado con un psicópata demente.

Abrí el armario y revolví entre las prendas que allí había. La mayoría de color negro, jeans oscuros y escasas remeras blancas. Poco me importaba. Provoqué un completo desorden tirando todo hacia afuera. Abrí los cajones y no había más que bóxers y soquetes, otro más abajo con diferentes calzados, vans en su mayoría. Definitivamente tenía bastante buen gusto a la hora de vestir. De haberlo cruzado por la calle jamás me hubiese imaginado que portador de un arma.

Stockholm syndrome {Larry Stylinson.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora