18 - A La Vuelta De La Esquina

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La pizzería quedaba a mitad de cuadra y el departamento de Don Mauricio, a la misma altura, pero dando media vuelta a la manzana. O sea teníamos que caminar media cuadra hasta la esquina, doblar, caminar una cuadra entera, doblar otra vez, hacer otra media cuadra y ahí estaba la casa. Cuando salimos, el francés me empezó a hablar de la pizza. Me dijo que era una de las comidas que más le gustaban.

_A mí también -le dije-. Si fuera por mí, comería pizza todos los días.

_Y pog qué no comés?

_Porque mi hermana no me deja. Dice que hay que comer cosas más nutritivas.

_Tu hegmana tiene ggrazón. Tenés que alimentagte bien.

Hasta ahí, ningún problema. Pero cuando doblamos la esquina, se calló de golpe. Y como el que llevaba la conversación era él y lo único que yo hacía era responder, se hizo un silencio de lo más molesto. Lo miré de reojo, perecía pensativo. Justo en ese momento tuve la sensación de que alguien nos seguía. ¿Etelvina? Me di la vuelta de golpe, pero no vi a nadie.

_¿Qué te pasa? -me -preguntó el francés, que notó mi movimiento.

_Nada. Me pareció que había un gato en la vereda - mentí.

La verdad, no había en la calle, ni siquiera gatos o perros. ¿Dónde estaba la gente? ¿Etelvina nos estaría siguiendo...? Llegamos a la otra esquina y doblamos. Yo no sé bien por qué, estaba nervioso. A lo mejor era porque Etelvina andaba rondando por ahí y yo tenía la cajita en el bolsillo, o vaya a saber por qué; lo cierto es que estaba empezando a tener miedo. Quería irme. Quería volver a la pizzería y quedarme ahí hasta que llegara Jimena.

_Bueno -dije cuando llegamos a la puerta de la casa-, me voy, tome las pizzas.

_No, mejog acompañame hasta adentgro.

_No puedo, tengo que volver a trabajar...

_Claro que podés, vamos entrá.

Algo andaba mal. Mejor dicho, algo sonaba mal. Me quedé clavado en el piso, mirándolo.

_¿Vas a entrar o preferís que te entre yo?

El acento. Claro. Ya no parecía francés. Ahora hablaba como yo. Se dio cuenta de lo que estaba pensando y me agarró del brazo.

_Vamos de una vez, mocoso -me tironeó hacia adentro y yo, tratando de soltarme, dejé caer las dos cajas de pizza en la vereda.

Quise gritar, pero me acordé tarde. El tipo tiró sus dos cajas al pasillo y con la mano libre me tapó la boca. Me empujó hacia adentro y pateó a un costado las dos cajas para poder pasar. Me arrastró hasta la escalera. Había algunas luces encendidas en los otros departamentos, también se oían voces de la televisión, pero yo no podía gritar, así que era lo mismo que nada. Para sacar la llave del bolsillo y abrir la puerta tuvo que soltarme el brazo.

_Ni se te ocurra escaparte porque te vas a arrepentir -me amenazó.

Aunque hubiera querido, no sé cómo habría hecho para escapar, porque me tenía arrinconado entre su cuerpo y la puerta, además de apretarme la boca con la mano. Entramos, mejor dicho, entré de un empujón; él me siguió, encendió la luz y cerró la puerta. Era la segunda vez que entraba al departamento de Don Mauricio. A pesar del miedo que tenía, no pude dejar de echar una mirada alrededor. Estaba todo ordenado, pero la biblioteca seguía diferente. La primera vez que entré, me pareció más vacía que cuando la veía desde la ventana. Ahora estaba más llena. Entonces me vino una imagen: Etelvina parada delante de los álbumes, mirando fijamente y cambiándolos de lugar. Sí, eso había sido el viernes, cuando espié por la ventana...

_Dame la cajita.

_¿Qué...?

_Que me des la cajita. ¿No entendés?

_¿Qué cajita...?

_¿Me estas tomando por estúpido? Te escuché por la ventana cuando hablabas con el pibito ¿Ya te olvidaste? Dámela y te dejo tranquilo.

_¿Para qué la quieres?

_Eso no es asunto tuyo. Y ya me cansaste...

En un segundo, me agarró los dos brazos, me los puso contra la espalda y metió la mano en uno de mis bolsillos. No tuvo que buscar más. Ya tenía la cajita. La abrió y una sonrisa enorme le cambió la cara. Estaba feliz.
Entonces sonó el reloj de Don Mauricio, ese de campanitas que yo había escuchado alguna vez. Es raro, pero a pesar de estar muerto de miedo, pensé en la hora. ¿Serían las doce...?
El tipo me tapó otra vez la boca con la mano y me sujetó contra su costado. El reloj seguía sonando.

_Quedate quieto, ¿entendiste...?

Me tenía agarrado con una sola mano, de espaldas a él, de modo que no podía ver lo que hacía con la otra mano.

_Hola -dijo, y me imaginé que lo que había hecho era llamar a alguien desde su celular.

_...

_Quedamos como te dije. En el mismo lugar.

Eso fue todo. A continuación, me arrastró hasta un sillón, me puso una mordaza y me ató los tobillos y las manos. En un momento intenté soltarme, pero me apretó fuerte las manos y no tuve más remedio que quedarme quieto.
Entró al dormitorio y enseguida salió con un bolso. Metió la cajita con La Dama De Elche adentro y me miró.

_No te preocupes, que ya te van a encontrar. Yo me voy . Y gracias por la estampilla.

Apenas terminó de decirlo, cuando tres golpes fuertes sonaron en la puerta. Se quedó duro, con el bolso en una mano y mirándome a mí, como si yo fuera el responsable de lo que estaba pasando. Se ve que era lo que menos esperaba.
La verdad, yo tampoco lo esperaba. Y sin embargo, pasó. Alguien estaba llamando a la puerta.




















Sólo restan 4 capítulos. Cada vez más cerca del final.
Bye.

Un Secreto En La Ventana (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora