6 - Una Porción De Tarantella

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Las cosas siguieron así, más o menos durante un mes y medio. Todos los sábados yo subía a la terraza dos veces y le llevaba a Don Mauricio, primero, una porción de pizza y después, un postre. Él comía despacio y saboreando, y mientras tanto yo miraba los álbumes y escuchaba alguna historia sobre sus estampillas. Don Mauricio era muy goloso y le gustaba elegir el postre. Con la pizza no le importaba, podía llevarle siempre del mismo gusto, que no decía nada. Pero con el postre prefería variar. Un sábado, budín de pan; otro, flan; otro, sopa inglesa, y así.
Enzo, que estaba enterado de todo esto, era el encargado de preparale el postre. Cortaba una porción de budín de pan más grande que las comunes o le ponía más crema o más dulce de leche al flan y cosas por el estilo.

_Si Etelvina se entera, me mata -me dijo un día-. Pero el pobre viejo tiene derecho a darse un gusto, ¿no te parece? Y una porción de pizza y un postre una vez por semana no le hace mal a nadie.

No sé cómo se enteró Enzo, porque yo no le dije nada. Pero se dió cuenta y me alegré. Me habría resultado muy difícil seguir subiendo a la terraza con comida, y a escondidas.
Todo iba bien, hasta que pasó lo que pasó.
Un sábado subí, como siempre, a eso de las ocho y media. Le llevé una porción de fugazzeta, charlamos un rato sobre las estampillas y, antes de irme, le pregunté qué postre quería.

_Tarantella -dijo, sin dudar-. Antes de irme, le traigo la tarantella.

No hice más que bajar de la silla, cuando agregó:

_No me la vayas a traer con crema o dulce de leche, ¿eh? La tarantella se come sola, como el budín de pan. Ninguno de los dos necesita agregado. No te olvides.

Bajé y seguí con mi trabajo. Ese sábado me tocó hacer un solo delivery, en la casa de al lado. Después estuve ayudando a Ramón y a Andrés, que son los dos mozos, y también anduve en la cocina secando platos y cubiertos. Cuando uno trabaja, el tiempo pasa volando. Enzo lo dice siempre y parece que tiene razón, porque cuando José me avisó que eran las doce menos diez, yo ni !e había dado cuenta; me parecía que era más temprano.
Agarré la bandejita con la porción de tarantella que sirvió Enzo y subí a la terraza. Apenas abrí la puerta me encontré con algo que no esperaba: la ventana estaba cerrada. ¿Cómo podía ser? Nunca había pasado. La persiana estaba baja del todo, pero las hendijas de más arriba habían quedado habiertas y se notaba que adentro no había luz. ¿Don Mauricio estaría durmiendo? Que raro. ¿Y la tarantella...?
Me subí a la silla y apoyé la oreja en la persiana. Nada. Ningún ruido. ¿Qué hago?, pensé. Entonces me decidí y golpee una vez. Un golpe no muy fuerte, por las dudas. Esperé. Volví a apoyar la oreja. Nada. Golpeé otra vez. Después llamé:

_Don Mauricio... Don Mauricio... Le traje la tarantella.

Esperé. Golpeé una vez más y al final me pareció que estaba haciendo demasiado escándalo. Después de todo, Don Mauricio era viejito, y además estaba enfermo; en una de esas no había aguantado la espera y se había ido a dormir. Bueno, pensé, mañana al mediodía le traigo la tarantella. A lo mejor iba a ser un poco difícil, porque Etelvina iba todas las mañanas, incluyendo el domingo, y no sabía hasta qué hora se quedaba. Pero bueno, igual podía intentarlo. Y si no, se la llevaba a la noche. Me daba no sé qué que se quedara sin probar la tarantella, sabiendo cuánto le gustaba.
Cuando estaba por cerrar la puerta, oí unas campanadas, mejor dicho, una música de campanas, que salía de la ventana de Don Mauricio. Me gustan los relojes que dan la hora con sonido de campanas. Mejor que me apure, pensé. A Leticia no le gusta que llegue después de las doce.

















Bueno sé que algunos van a querer asesinarme, por actualizar después de más de 3 meses, pero ya volví con esta historia, lo siento. Bye.

Un Secreto En La Ventana (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora