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Tanto a Katsuki como a Izuku les costó horrores poder conciliar el sueño, y no se separaron de sus madres en toda la madrugada; es más, cuando por fin lograron dormirse —con el reloj marcando las siete de la mañana— fue en brazos de las mujeres que más aman en el mundo.

Masaru cargó a Izuku mientras que Mitsuki a Katsuki, llevándolos hacia dos habitaciones diferentes para que pudieran descansar mejor.
El cenizo, al ser depositado en su vieja cama, inconscientemente atrapó la almohada de Eijiro porque aún conservaba su aroma, dándole un poco de tranquilidad.
Por otra parte, Izuku fue llevado a la única habitación de huéspedes con la que cuenta la casa, siendo arropado por Inko. Ella sostuvo su mano hasta quedarse dormida.

Eijiro y Shoto no aparecieron en el hogar hasta entrada la tarde, siendo recibidos cálidamente por Masaru y con una gélida mirada por parte de Mitsuki.

Si bien la mujer adora a su yerno y al callado amigo de su hijo, no puede evitar sentirse molesta por el estado en el que los dos —Izuku y Katsuki— habían llegado.

El pelirrojo al notarlo se dejó caer sobre sus propias rodillas y pegó su frente al piso, inclinándose ante los padres de su esposo.

—¡Lo lamento! —gritó tembloroso—. Por favor, perdónenme... estoy completamente arrepentido. Lamento muchísimo qu-...

Un golpecito en su nuca le hizo guardar silencio y levantar la mirada, topándose con una sonriente Mitsuki ofreciéndole su mano para que se pusiera de pie. Tímidamente la aceptó.

—No tienes nada que lamentar, Eijiro. Y tú tampoco, Todoroki-kun —Masaru miró al bicolor que todo ese tiempo mantuvo la mirada baja, pero la alzó al escucharlo.

—Ambos no hicieron más que protegerlos... y estoy muy agradecida por ello. Además, una vez siendo un niño —rio nostálgica hacia Eijiro. Él sintió sus ojos llenarse de lágrimas al saber lo que se vendría—, prometiste que siempre cuidarías de mi hijo, y durante todos estos años no has hecho más que cumplirlo... de verdad no tienes nada que lamentar.

Él se puso de pie y no dudo en abrazarla con ganas, intentando detener sus lágrimas ya que estas no tardaron en rodar por sus mejillas, empapando su rostro.
Mitsuki rio frotando su espalda.

—Quizá no usaron una muy buena manera, pero ellos están a salvo gracias a ustedes; no deberían sentirse avergonzados por ello —apoyó Masaru, palmando los hombros de Shoto. Y sus palabras lograron hacerle sonreír.

Así como Eijiro tuvo la obligación de hacerse cargo de sus actos, pidiéndoles perdón a los padres de su esposo, Shoto la tiene con Izuku y con la madre del mismo.

Cada vez que recordaba los iris esmeraldas que tanto ama viéndolo con terror... sentía como si su corazón estuviera siendo aplastado. Y ya no podía soportar más ese dolor, le estaba sofocando.

En silencio dejó que Eijiro continuara su conversación con los padres de Katsuki, a solas, y se dirigió con pasos nerviosos a la habitación que Mitsuki le indicó.

Al llegar a ella tomó una profunda inhalación antes de girar el pomo de la puerta, abriéndola con extremo cuidado de no hacer ruido en el proceso.
Una vez dentro se encontró con Inko, sentada sobre una silla frente a la cama, sosteniendo firmemente la mano de Izuku mientras él dormía. Pero al parecer, Inko, no tiene el sueño para nada pesado porque solo su presencia fue suficiente para despertarla.

La mujer le vio sorprendida, pasándose sus manos por sus ojos y así asegurarse de que no seguía dormida.

Shoto en ese momento se quedó mudo. Tenía tanto que decir pero las palabras simplemente se atoraron en su boca, por lo que Inko tomó la iniciativa y levantándose le pidió con la mirada que la siguiera. Salieron de la habitación y se quedaron frente a frente.

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