Bucle de mariposas y tormentas

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   Después de aquello viví en una montaña rusa constante...cuando estás en lo más alto te sientes plena y sientes algo indescriptible en el estómago, pero luego bajas y dura no más que unos segundos. Después se acaba, y puedes repetirlo si quieres, pero ya no sería igual.

   El chico de los rizos no salía de mi mente. Ya no era mío, ya no tenía derecho a sus labios y a su piel. Sólo tenía derecho a su mirada, y durante algún tiempo fue suficiente, porque su mirada de lobo me daba la vida.

   Tenía dentro de mí un amor odio contradictorio, que me hacía odiarlo por ser tan perfecto y no quererme lo más mínimo, por haberme dejado ir de esa manera, o más bien por haberme echado a patadas de su lado. Lo odiaba tanto pero tanto...lo odiaba porque no era capaz de controlar a mi corazón, que ingenuo, se empeñaba en amar a una persona que ya nos había abandonado.

   En momentos de dudas...el corazón es sabio. El simple hecho de sentirlo cerca mía en la calle, que los latidos se acelerasen y me temblaran las piernas, era prueba de que por más que mi cabeza estuviera en una guerra constante con él, mis sentimientos eran más fuertes. Un vistazo rápido y comprobaba que mis reacciones eran confirmadas. Pero cómo le enseñaba a un sentimiento viciado que esa persona ya no nos pertenecía, era propiedad de otra persona...otra niña que no le merecía. Pero yo sólo podía mirar. Mirar, y asistir al espectáculo en el que sería la que más sufriría.
  

ÓXIDO DE AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora