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(Narra Tao )

Desperté con dificultad aquella mañana. Mis ojos se sentían pesados y el frío era insoportable. Tanteé la cama y nadie estaba conmigo. Suspiré varias veces antes de tallarme los ojos y estirarme ya sentado en la cama. Volteé a ver al reloj y eran nada más ni nada menos que las 11:00 en punto. Suspiré una vez más y me incorporé hasta el baño. Tomé una ducha caliente para relajar mis músculos tensos. Según lo que recordaba, tenía fiebre, pero no sabía qué pasaba que ya no había rastros de la enfermedad.

Sin embargo, a mitad de la ducha, recordé la situación que estaba viviendo y comencé a llorar. Mis sollozos incrementaban de volumen mientras más pasaban los minutos. Me atacaba directamente al corazón la incertidumbre de no saber dónde estaban mis hermanos, si habían comido, si habían pasado frío, qué les podrían estar haciendo o si estaban completamente bien pero cautivos…

Todo eso y más abrumaban mis pensamientos. Cosas horribles eran imaginadas por mi mente que me daba un dolor horrible en la cabeza. Por esto fue que decidí que no me quedaría con los brazos cruzados. Salí rápidamente del baño y me vestí. Bajé y encontré un plato de cereal junto a una taza de café con una rebanada de pan tostado sobre la mesa. Me acerqué a ella y pude notar una pequeña nota al lado del plato.

“Debe de estar cansado y sin energías, así que este desayuno es ideal. No tarde mucho porque el café se enfriará. Salí por un momento y no creo tardarme tanto. Cuídese.

Estela.”

Sonreí ligeramente y me senté frente al desayuno. De ninguna manera iba a permitir que los esfuerzos de Estela fueran en vano. Desayuné lo más rápido que pude sin atragantarme y dejé los trastes en el lavabo. Salí de la casa y comencé a caminar. En mis bolsillos no traía mi billetera, así que tuve que caminar todo el tramo hasta llegar al trabajo de Kris. No miento al decir que el frío era muy fuerte y tuve que detenerme un rato para poder frotar mis brazos con profunda libertad.

Mala idea.

Más tardé en detenerme que un auto color negro, muy brilloso, se estacionó frente a mí. El conductor bajó la ventana y me preguntó sobre la dirección de un sitio. Yo, con un poco de miedo, me acerqué y le indiqué por dónde debía de ir, sin embargo, después de decirme gracias unos tipos encapuchados me acorralaron y vi cómo el conductor salía también. Uno de los grandulones colocó una pequeña toalla en mi nariz y no tardé nada en perder la consciencia…

Cuando abrí los ojos me encontraba en un cuarto solitario. Yo yacía en un colchón viejo y extraño así como mis muñecas estaban atadas a mi espalda. Tenía un trapo maloliente en mi boca que me hacía querer vomitar, y lo iba a hacer en cualquier instante, pero tuve que contenerme cuando vi al tío de Kris entrar a la habitación junto con otros de sus guardias. Tenía una sonrisa cínica de oreja a oreja.

— ¿Cómo te va, Tao?

— …

— ¡Oh! ¿No puedes hablar? ¿Quieres que te desate?

— … –lo miré con rencor.

— Sólo con una condición…

— …

— Necesito pedirte un gran favor, ¿está bien?

— …

— Déjenos solos –le dijo a sus guardias y éstos se fueron–. Bajaré la tela que te impide hablar para que me puedas dar tu opinión –lo hizo.

— ¡Bua! –empecé a toser.

— ¿Sabes dónde están tus hermanos, Tao?

— No.

For you I knew the love and the meaning of protecting others.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora