Mi primer beso

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Domingo 12 de agosto. 

Me desperté de golpe, malhumorado. Me tallé con ganas los ojos lagañosos y secos, no teniendo energías ni para bostezar, y mi craneo palpitante parecía querer expulsar a mi cerebro por las orejas. Tomé una aspirina que guardaba en mi buró (no era la primera vez que recurría con desesperación a mis analgésicos) y me la zambullí sin ayuda de un trago de agua. 

Nunca me he emborrachado, pero imagino que el malestar de hoy sería muy similar al de la resaca, incluyendo la horrible sensación de reflujo.. La comida de la cafetería del hospital me había caído pesada y esos huevos revueltos agrios estaban haciendo lo suyo en mis tripas. Pero contrario a lo que se podría pensar, aquel cúmulo de molestias físicas no había sido lo que me había despertado.

Abajo en la sala se escuchaba un torrente de voces gritonas y risas molestas que me hubieran despertado estando yo muerto (cosa que en aquel momento no escapaba demasiado a mis deseos)

Bajé despacio siguiendo las voces del escándalo, no sin antes tomar mi bate dispuesto a estrellarlo en la primera cabeza gritona que viera. Pero mis intenciones violentas se vieron interrumpidas al reconocer una de las voces.

—Haber, haber, tranquilos mis niños. Hay suficientes galletas para todos. ¿Se lavaron bien las manos verdad?— Preguntó mi madre a lo que parecía ser una decena de cabezas que respondieron con un ruidoso: "Sí señoraaa".

—Disculpe, ¿podría servirme un poco más de leche por favor?— Pidió una voz aterciopelada y suave que identifiqué muy bien...

Tragué saliva nervioso mientras que un calor envolvente me invadía el rostro. El dolor de cabeza se esfumó con la misma velocidad que el rubor me cruzaba las mejillas, y mis manos se suavizaban liberando el bate.

"Bianca está en mi casa, Bianca está en mi casa, Bianca..."

—No se preocupe señora, yo la traeré.— Dijo una voz masculina con acento. También conocía esa voz.

—Pero Butch, tú eres un también un invitado cielo.—

—No es ninguna molestia, de veras.— Respondió mi "amigo" con ese típico acento inglés fingido que sólo usaba cuando Bianca estaba cerca.

—Yo puedo ir.— Dijo Jerry haciendo un intento por ponerse de pie sobre sus muletas, pero mi madre lo detuvo en medio intento.

—Querido, no debes moverte a menos que sea absolutamente necesario, tal como lo dijo el doctor Bell.—

"No te atrevas a acercarte a Bianca" murmuraba mordiendo el cuello de mi camisa. 

Estaba tan inmerso que no pude reaccionar con discreción cuando mi madre me llamó desde abajo.

—¡Tomás, cariño! que alegría que hayas despertado temprano. Siempre duermes hasta el mediodía los fines de semana.—

—¡¡Mamá!!

—Tomiiis, ¿tú también viniste a visitar a Jerry? qué detalle tratándose de ti.— Preguntó uno de los compañeros de clase cuyo nombre nunca me interesó recordar. Tenía cabello rosa y hablaba en tono afeminado.

—Si, pensé que  tú odiabas a todo el mundo juazzjuazzjuazz.— Dijo el otro chico de peinado punk riendo de forma rasposa.

—No, no nos odia Patán. Sólo refleja su falta de autoestima en actitudes agresivas y  de auto-aislamiento. Quizá debido a su represión sexual.— Intervino Scrappy. Un chico odioso y pretencioso que por alguna razón se la pasaba fanfarroneando cada vez que tenía oportunidad. —

—Yo vivo aquí.— Respondí en tono áspero. —Por si no fui claro al mencionarlo hace un segundo, ella es mi madre.—

Todos voltearon a verme con caras idiotas, incrédulos por alguna razón, como si dudaran que yo tuviera una mamá, o una vida normal fuera de la escuela. Incluso Bianca colocó sus manos en su fina boca de ángel en un ademán de sorpresa. Se veía adorable.

El diario de TomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora