capitulo 3

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BiENVENIDA a mi guarida en Toscana –Christian se alejó indolente del marco de la puertaventana donde estaba apoyado, para acercarse a la cama. Creyendo que vivía una pesadilla, Anastasia se hizo para atrás contra la cabecera de la cama. Él estaba muy atractivo, con ropa para montar; botas largas, pantalón ajustado y camiseta negra que se le pegaban como una segunda piel. No era real... no podía ser real y, si cerraba los ojos, tal vez desaparecería. —Es evidente que no te despiertas con la mente despejada cuando duermes sola — manifestó Christian con un tono que la hizo estremecerse—. Yo puedo cambiar eso. Y por lo que veo, será satisfactorio. Pareces una amante ardiente. Creía que sin maquillaje no estarías tan guapa, cara... - Anastasia parpadeó, incrédula, Christian estaba apoyado en uno de los postes de la cama, examinando cada centímetro de piel que mostraba por encima de la sábana. 

—Tantos amantes y tantas camas —continuó él—. Esperaba quedar un tanto decepcionado, pero no es así. Pareces tan fresca e inmaculada. Madre di Dio... ¿cómo lo logras? Aunque, por supuesto, no me quejo. 

—¿Qué haces en mi habitación de hotel? —logro balbucear Anastasia, todavía sin comprender—. ¿Cómo sabías que estaría aquí? 

—Ah, la dama habla, qué lástima —suspiró Christian con resignación fingida—. ¿Por dónde empiezo? Este no es un hotel. Es una casa privada que me pertenece. La adquirí hacer tres años. Estaba en ruinas, pero era un lugar tan impresionante... Tuve que adquirirlo. 

—¿Tu casa? —repitió la chica, incrédula—. ¿Ésta es tu casa? ¿Y qué hago aquí? 

—Yo te traje —manifestó , tranquilo—. Fue muy fácil. Max St. Saviour es un conocido de negocios y le encantan las aventuras románticas. No tuve problemas para convencerlo de que fuera a tu agencia en mi nombre. ¿Te agradó el detalle de la tarifa reducida? A Max no le gustó, pero me pareció que le daría una apariencia de autenticidad... 

—¡No te creo! —exclamó incrédula. La furia enrojecía las mejillas de Anastasia—. ¿Tratas de decirme que no hay tal asignación? ¡No te creo! —repitió. 

—Max no podría pagarte —manifestó Christian con tono dulzón—. Pero yo sí y no necesito una cámara de fotos para saber qué hacer contigo. 

La mente de Anastasia nadaba en un mar de ideas confusas. ¿No había ningún trabajo? ¿Qué hacía allí, entonces? ¿Por qué la había llevado Christian a la Tocana? ¿Por qué la miraba de ese modo, como nunca la había mirado? ¿Qué se proponía? ¿Se habría vuelto loco? Ese no era el Christian que conocía. 

—Eres una mujer de belleza espectacular —decía Christian— Y si te quedas ahí, es probable que decida unirme a ti en la cama.— Anastasia tiró de la sábana con fuerza. No podía apartar la vista de la cara del hombre. 

—¿De... de qué hablas? ¿Te has vuelto loco? 

—No hables tan alto —le indicó Christian, haciendo una mueca. 

—¿Me... me trajiste a Italia para un trabajo que no existe? —preguntó, pronunciando cada palabra con claridad—. ¿Por qué? 

—Tengo la impresión de que nuestros respectivos padres estarán mejor si tú no te encuentras cerca de ellos. Pude haberte golpeado en la cabeza para sacarte de tu apartamento hace cuarenta y ocho horas, pero habría sido una tontería. Pocas veces cometo tonterías, cara. 

—¡Estás completamente loco! —le espetó Anastasia.

—No. Si hubieras desaparecido, se habrían hecho preguntas —señaló Christian—. Así estás haciendo un trabajo... 

—¡Lo pagarás caro! 

—Tengo tu pasaporte, tu dinero y las tarjetas de crédito, aunque esas no te servirán de mucho ahora —comentó él, burlón—. Todas están al límite. 

Ángel de oscuridad (adaptación FSOG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora