Capitulo 10

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—Mia, querida, lo has conseguido! —exclamó Kate al apreciar la belleza del dormitorio de la pequeña—. ¿Hay algo que no le hayas comprado a la niña, Anastasia? ¿El cepillo de dientes de oro para su primer diente?

—Pregúntaselo a Christian —declaró Anastasia tensa, al dejar a su hija en la cuna—. Es el comprador más compulsivo del mundo.

—¿Y te quejas? Hay hombres que jamás se ocupan de sus hijos.

—Nadie podrá acusar jamás a Christian de eso.

—¿Me parece que no todo es perfecto en el paraíso?

—No —sonrió Anastasia—, sólo estoy muy cansada.

—¿Estás quemando la vela por ambos extremos? —se rió Kate—. Aún no habéis ido de luna de miel. No me extraña que tengas ojeras. Anastasia se obligó a reír. No quería usar a su amiga como paño de lágrimas. La realidad la abrumaba. Mia ya tenía siete semanas y su matrimonio todavía no había sido consumado. Christian y ella ocupaban habitaciones separadas. Era evidente que él se proponía pedir la anulación del matrimonio, no un divorcio.

—Si no tuviera a Eliot, estaría verde de envidia —suspiró Kate—. Christian es maravillosos, y está loco por Mía.

La pequeña era lo único que compartían. Si Anastasia no adorara a su hija con igual pasión, los celos la habrían matado. Pero se sentía utilizada. Christian quería que su hija llevara su nombre, quería los derechos sobre la pequeña y eso sólo se lo otorgaba el matrimonio. El la convenció de que debía casarse por motivos muy válidos. Pero todos estaban relacionados con Mia. Tal vez Anastasia lo habría perdonado si no hubiera fingido que la deseaba a ella también. Le dolía recordar las esperanzas que había albergado de que tuvieran un matrimonio real. Estaba tan segura de que Christian la deseaba... hasta que se casó con él. 

Ahora sabía que las cosas eran diferentes. Debía hacer algo, se dijo con tristeza. Ya era hora de que se hiciera cargo de su propio futuro. El matrimonio con Christian no funcionaba. No lo necesitaba a él para sobrevivir. Elizabeth Morgan la había llamado el mes anterior para convencerla de que volviera al trabajo. 

Él se esmeró en ser atento durante la cena, impresionando a Eliot y a Kate. La furia de Anastasia crecía. Cuando cenaba sola con él, se mantenía cortés y distante. Tan pronto como sus amigos se marcharon, Christian fue a encerrarse en su estudio. Cinco minutos después. Anastasia decidió interrumpirlo. No lo encontró trabajando, como suponía. Estaba de pie frente a la chimenea, tenso, con un vaso de whisky en la mano.

—Tenemos que hablar —anunció la chica, reprimiendo la aceleración del pulso que la invadía cada vez que estaba cerca de él. La avergonzaba esa atracción sexual—. Creo que debemos pedir la anulación del matrimonio —agregó, decidiendo dar el primer paso.

—¿Perdón? —Christian se volvió, perforándola con la mirada.

—Escucha, esto no funciona para ninguno de los dos —apuntó, yendo hacia la ventan—. Me iré de aquí...

—Si quieres llevarte a Mía de aquí tendrás que pasar por encima de mi cadáver —le indicó él.

—Podrás verla cuando quieras. Pienso volver a trabajar.

—¿De veras?

—¿Por qué no habría de hacerlo? —replicó Anastasia, ruborizada.

—¿La vida en el campo es demasiado tranquila para ti?

—Nuestro matrimonio no es real —quería gritarle que la tranquilidad excesiva era por las noches.

—Eso puedo cambiarlo en el momento en que me lo pidas.

Ángel de oscuridad (adaptación FSOG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora