TOMANDO sorbos de su café en el balcón, Anastasia, apesadumbrada, contemplaba el paisaje. Cuando Christian habló de un «lugar solitario» no exageraba. Rodeaban la mansión grandes extensiones de tierras cultivadas y alguna granja ocasional. No existía ningún pueblo cercano. ¿Y qué ganaría si lo hubiera y acudía a la policía? Nadie creería que Christian retenía su pasaporte y la tenía allí contra su voluntad. No podía arriesgarse a ser acusada de incumplimiento de contrato. Una demanda significaría el final de su carera. El incidente con Jackson hady la había dejado en una situación precaria.
Le gustara o no, Christian la tenía atrapada. Quizá podría ir a la embajada y declarar que había extraviado su pasaporte, pero violaría su contrato si se marchaba. Su agente no prestaría atención a sus lamentaciones, por ciertas que fueran. Estaría allí durante dos días. ¿Qué podría pasarle en dos días? Ese hombre la tenía dominada. Quería vengarse por lo acontecido seis años antes, de eso se trataba. Ahora que estaba preparada, podría hacerle frente. Además de tenerla allí contra su voluntad, no podría obligarla a hacer algo que ella no quisiera.
Christian ordenó que le subieran el desayuno a su dormitorio. Le fue llevado por dos sirvientas risueñas, curiosas por conocer al último capricho del patrón. Anastasia alzó el mentón altiva. ¿Qué le importaba lo que pensara la servidumbre? Nadie más se enteraría de que había estado allí. Bajó y se detuvo ante la puerta de la habitación que su anfitrión usaba como oficina. Sonrió al imaginarlo ante un escritorio inmaculado. Él la deseaba y aguardaba a que ella tropezara y cayera en sus redes. Christian jamás tuvo que esperar a nadie, pero la esperaría a ella hasta el día del juicio final.
—Pareces muy complacida.
Anastasia se volvió de pronto y estuvo a punto de caer al tropezar con la alfombra. Christian la tomó del antebrazo para sostenerla.
—Ya puedes soltarme —le indicó sin aliento—. No es probable que caiga a tus pies...
—¿Nunca? —preguntó él, burlón—. No estén tan segura, cara.
—De eso estoy más que segura —pero contuvo el aliento ante la mirada escrutadora que la recorría, deteniéndose en sus senos. En asombrosa contradicción con lo que decía, sus pezones se pusieron tensos contra la tela que los cubría.
La joven retrocedió, cubriéndose con los brazos. No era posible que pudiera afectarla de esa manera sin siquiera tocarla. Su cuerpo se estremeció, al borde de al excitación. Una sonrisa brillaba en sus labios, pero para su sorpresa, él no dijo nada. No se había dado cuenta, se dijo Anastasia con alivio.
—¿Quieres salir a comer?
—¿Se me permite? —preguntó ella, asombrada.
—No estás en una prisión —manifestó ruborizado y tenso.
—Me encantaría —murmuró la chica, preguntándose por qué se tensaba.
—Háblame de Josév—le pidió Christian al bajar por la montaña en su Porsche—. Tengo entendido que quiere casarse contigo.
—¿Te sorprende? —le preguntó Anastasia.
—Para nada, cara. Pero imagino que su padre tendrá algo que decir al respecto... aunque es probable que ya lo conozcas. —La joven apretó los labios, manteniendo silencio.
—Es un hombre muy tradicional —continuó Christian—, y anda diciendo a todo el mundo que quiere que te alejes de su hijo. —Anastasia se ruborizó. —Yo no soy tan cerrado. Puedo soportar tu pasado, si quieres contármelo.
—Soy muy discreta, caro —le indicó con una sonrisa burlona.
—Pero tus amantes no —insistió él.
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Ángel de oscuridad (adaptación FSOG)
Hayran KurguEsta historia no me pertenece es solo una adaptación con los personajes de FSOG. Anastasia siempre había odiado a Christian, su hermanastro, de la misma forma en que él la odiaba a ella. Por eso no podía admitir que él volviera a Inmiscuirse en su...