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CAPÍTULO 8
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El cuerpo de Beck quedó tendido entre los escombros emanando un poco de humo por toda la energía utilizada. Peter y Sarah se acercaron, afortunadamente aún estaba consciente y lo ayudaron a levantarse.
No tardaron en darse cuenta que Maria y Nick, junto a Dimitri, había presenciado la escena. Peter ayudó a Beck a caminar y lo dejó sentado en una roca.
—¿Entonces ya acabó? —hablo primero la mujer.
Quentin asintió con cansancio—. Este era el último.
—Pero no la última que veremos —respondió Nick, mirándolo—. Hay que estar siempre alerta. Hay lugar e nuestro mundo para alguien como tú. Hill y yo iremos al cuartel de la Europol en Berlín mañana. Ven con nosotros.
Quentin sonrió levemente y se puso de pie para ofrecerle una mano al ex director de SHIELD—. Gracias. Puede que le tome la palabra.
La cabeza de Nick giró lentamente hacia los dos adolescentes que se había mantenido callados uno al lado del otro. Peter mantenía arriba las gafas de su traje y Sarah mantenía en su mano el incómodo casco.
Ninguno reaccionó cuando Nick se acercó.
—Tienes talento, Parker —se dirigió primero al muchacho—. Pero no querías estar aquí.
—Señor Fury...
—Me gustaría que también nos acompañaras a Berlín —Nick miró a Sarah, formando una mueca similar a una sonrisa—. Tú también, Rogers. Hiciste un gran trabajo.
La rubia parpadeó sorprendida antes de que Fury los señalara a ambos.
—Pero ustedes dos tienen que decidir si van hacer este trabajo o no —Nick miró a Peter por un momento—. Stark te escogió. Él te nombró Vengador —luego miró a Sarah—. Natasha te entrenó, eres su legado. Necesito eso. El mundo lo necesita. O ellos tal vez se equivocaron —hizo una paso, inclinando la cabeza hacia los dos inquisitivamente—. ¿Fue un error? Eso lo deciden ustedes.
Peter vio a Nick alejarse en silencio, cuando su cabeza se volvió para mirar a Sarah, su rostro se llenó de simpatía cuando notó que no era el único que había aguantado las lágrimas. Peter deslizó cautelosamente su mano, rozando su meñique con el de su amiga y ella sonrió a pesar de las lágrimas, correspondiendo el pequeño gesto reconfortante.
Un golpe repentino hizo que Peter volviera la cabeza, haciendo que Sarah hiciera lo mismo y separara sus dedos entrelazados. Los dos retrocedieron uno del otro.
Quentin les sonrió a los dos—. Les invito un trago.
—No creo que mi padre apruebe eso, así que mejor paso.
