Capítulo 28. Verdades y perdones

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Las puntas del pelo de María cada vez eran más naranjas y brillantes, y sus ojos comenzaban a tener diminutas motitas color cobrizas.

—Creo que la siento —indicó en referencia al fénix, pero también a Neferet.

Parte de la ignis se había quedado en su conexión con esa magnífica criatura.

—¿Qué sientes?

—Dolor, angustia, sufrimiento, soledad —Hizo una pausa—, y fuerza, mucha fuerza contenida.

Bruno se acercó hacia la figura del fénix para acercársela a María.

—¡No la toques! —chilló ella a la vez que pequeñas llamitas salían de sus manos a modo de advertencia.

Bruno frenó en seco.

—Perdón —se disculpó ella—. No he sido yo, o sí. No lo sé. Pero no te acerques —repitió mientras se levantaba y cogía la escultura.

—Mateo, hay una cosa que no entiendo —comentó la ignis—. Vi un dibujo. Supongo que sería de Neferet. En su muñeca había varios fénix, pero en tu historia tú solo hablas de uno. De ella —dijo mirando a la petrificada criatura.

El domador asintió.

—Sí. Vuestras conexiones son diferentes. No sé muy bien cómo funcionan. Mi mujer me comentó algo de que había una criatura principal, como en el resto de razas, pero que, en vuestro caso, podíais ganaros el respeto de más y que, aunque no estuviesen siempre con vosotros, estos acudirían en el momento que los necesitaséis.

—¿Cómo? —insistió María.

—Es algo confuso. Neferet compartía su conexión con este fénix, pero su muñeca mostraba que había más fénix con los que había llegado a conectar para casos excepcionales —Carraspeó—. Siento no serte de más ayuda. Con el paso de los años la historia se ha ido perdiendo y entremezclando con leyendas. Las conexiones de los ignis siguen siendo un completo misterio para mí —reconoció.

Nicole se acercó hacia María.

—¿Necesitas algo?

Habían sido demasiadas emociones y desvelaciones juntas. Entendía que la pobre debía estar hecha un lío, como todos. Pero a la ignis era a la que más le afectaba y por tanto era de suponer que no sabría cómo sentirse en ese momento.

—Quiero enterrar a mi madre.

—Es demasiado peligroso —respondieron Amgélica y Adrianna al unísono.

—Es su madre, tiene derecho —intercedió Nate.

—¡Nathaniel! —advirtió su madre.

—Nate tiene razón. ¿En qué momento nos hemos convertido en esto? —preguntó Bruno—. Su madre ha muerto ayudándonos a todos nosotros. Se merece nuestro respeto y admiración. ¿En serio no pensáis despedirla como se merece? —explotó—. ¿Que es demasiado peligroso? Está bien. No vengáis si teméis por vuestras vidas. Pero no podéis impedir que aquellos que sentimos que le debemos algo a Dana nos reunamos y le demos nuestro último adiós.

—Bruno, no es el momento. Cuando todo se calme podremos enterrar a Dana como lo que ha sido, una auténtica heroína, pero ahora no —respondió Javier tratando de sonar conciliador—. Lo entiendes, ¿verdad, María?

—¡Sois unos hipócritas! —interrumpió Nicky—. Siempre os he admirado. Mi sueño era ser como vosotros. Valientes, pero sobre todo leales. ¿Y sabéis qué? Que es todo fachada. Sois unos cobardes. Habéis destruido esta familia —Hizo una pausa—. Perdón, hemos destruido esta familia para conseguir lo que necesitábamos. Se hace lo necesario, sí, pero lo pagan otros.

—Nicky —dijo su abuelo tratando de abrazarla.

—¡No! Tú también eres un cobarde, abuelo. Lo sabías todo y no hiciste nada. Podías haber ayudado a María desde el primer momento. Podías habernos contado a Bruno y a mi nuestra verdad, nuestra historia, pero decidiste aislarte de todo y todos.

—Nicky...

—Sé que duele. Yo también las quería. Eran mi madre y mi abuela, pero nuestro dolor no es justificación de lo que hemos hecho —Las lágrimas comenzaban a agolparse en su rostro—. ¡No es justo! Decidme, ¿quién de aquí ha hecho algo por María? Y digo algo desinteresado. Algo bueno de verdad —Silencio—. Me lo temía. Y, en cambio. ¿Cuántos de vosotros habéis recibido ese amor incondicional de su parte? ¿cuántos lo habéis aceptado aún sabiendo que no lo merecíais? —Su voz sonaba entrecortada mientras sus lágrimas caían por sus mejillas—. Todos nos hemos aprovechado de su dulzura y ninguno hemos sabido devolvérsela. Supongo que era fácil confiar en que ella lo haría todo por nosotros. Que era una ignis y por eso el peso estaba en sus hombros. Que era ella quien debía renunciar a todo y arriesgar su vida —Cerró los ojos—. Era más fácil ponerla en primera fila a ella que exponernos nosotros —. Se giró hacia María—. Lo siento, de verdad que lo siento. Sé que no puedo cambiar lo que hemos hecho ninguno de nosotros. No puedo devolverte tu vida, ni a tu madre ...

No pudo terminar la frase. Sus lágrimas resbalaban por su rostro sin control.

Nathaniel se acercó a ella y la abrazó por detrás tratando de reconfortarla.

—María, lo que Nicky quiere decirte es que desde que descubrimos tus poderes te dijimos que serías uno de los nuestros, pero no lo hicimos. Nunca te dejamos ser parte del equipo en verdad, solo eras nuestro comodín. Y eso, va a cambiar. Ahora, si aún deseas seguir con nosotros, serás parte de verdad. Y nosotros cuidamos de los nuestros. Si quieres enterrar a tu madre, allí estaremos. Si quieres encerrarte y chillar, también lo haremos. Y si que lo que deseas el pelear, lo haremos a tu lado —Cogió aire—. Decidas lo que decidas, queremos que sepas que nosotros estaremos contigo.  Sé que es tarde, pero queremos que sepas que cuentas con nosotros para lo que sea que necesites.

Bruno dio un paso y se colocó frente a ellos sin decir nada. Su hermana y Nathaniel tenían razón.

Javier miró a sus hijos emocionado. Esos chicos acababan de darles una lección. Con el tiempo habían olvidado lo que significaba ser un auténtico domador. Habían olvidado la lealtad que siempre se habían procesado. Sonrió. Diana estarían tan orgullosa de sus dos pequeños. Lo único que le dolía era saber que sus dos niños habían aprendido esas lecciones solos. Que él no había sido capaz de enseñárselas. De hecho, que ni si quiera había podido estar allí con ellos cuando más lo habían necesitado.

Si no se hubiese ido y se hubiese sumergido en sus asuntos, quizá, todo hubiese sido distinto. Si no se hubiese convertido en la persona que era, quizá, sus hijos nunca hubiesen tenido que pasar por eso. Y, quizá, Danna estaría viva.

Iuvenis  | #3 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora