Capítulo 14: Trance

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Capítulo XIV

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Capítulo XIV

Sólo un beso. Sólo aquello había sido necesario para romper las barreras que habían levantado a su alrededor. El miedo huyó muy lejos y sólo quedó una sonrisa en su lugar. Esa noche se acurrucaron en aquella estrecha cama de hospital, puesto que ella no deseaba quedarse sola nuevamente. No después de lo que había pasado entre ellos. No había sido necesaria una declaración dramática. No. Sólo un poco de valor. Y tras ello, todo fluyó con naturalidad. Una grieta en una muralla puede convertirse en un boquete fácilmente. Y a través de ese boquete, Natasha dejó entrar y salir todo aquello que siempre había temido.

Al recibir el alta, retomó sus sesiones con la doctora Taylor. A sabiendas de que estaba frente a una persona que no la juzgaría ni se apartaría de su lado al conocer sus demonios, se sentía en libertad. Podía hablar libremente, dejando salir todo aquello que la había acosado por años. Comenzó a perder el temor de ser rodeada por los demás, a recuperar su valor y su seguridad. La noche ya no le parecía un ente temible y sus pesadillas comenzaron a remitir. De nuevo la torre se llenó de risas, de cenas ruidosas, de música y de peleas amistosas.

Su relación con Steve se volvió cada vez más estrecha. Los demás se reservaban sus comentarios. Era lindo verlos juntos. Tres meses después de su alta, Natasha comenzó a sentir un dolor flojo en el vientre bajo. El dolor poco a poco fue aumentando de intensidad y se fue apoderando de su ánimo también. Cambiaba de un estado de ánimo al otro en lo que terminaba una frase. Y eso era muy extraño en alguien tan templado como ella. Aquella mañana, el dolor recrudeció más y Natasha no quiso levantarse. Se escondió bajo sus sábanas, haciéndose un ovillo. Steve se extrañó de no verla aquella mañana en el entrenamiento y se dijo que iría luego a verla.

Pero, Wanda se le había adelantado. La muchacha golpeó la puerta de la espía y se extraño de no recibir respuesta. Un poco nerviosa, se internó en el cuarto y contempló el bulto de mantas que era Natasha con una sonrisita divertida.

– ¿Qué pasa, Nat? – preguntó, yendo a sentarse a su lado. Nat asomó el rostro entre las mantas y la miró compungida.

– Regresó– dijo como si con eso explicara algo. La sokoviana alzó una ceja y la miró sin comprender.

– ¿Quién regresó?

– Mi período. Hacía diez años que no tenía el período y me duele como un demonio...– respondió volviendo a esconderse bajo las mantas. Wanda sonrió, enternecida y se compadeció de ella.

– ¿Te traigo algo?

– No, no es necesario...– respondió con una sonrisa leve– Sólo quiero descansar y dormir un rato más. Te alcanzo luego, ¿sí?

En cuanto la chica salió de la habitación, Natasha comenzó a ponderar las consecuencias de aquello. Si su período había regresado, significaba que la operación a la que habían sometido había sido exitosa. Durante su primera estadía en el hospital, no quiso enterarse de ese detalle. Se limitó a preguntar si estaba embarazada y al recibir una respuesta negativa quedó tranquila. Ese maldito no había logrado su cometido y con ese peso menos en el alma, se podía vivir en paz.

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