Cap. 9: "Eres igual que todo el mundo"

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Desperté. me sentía muy adolorida y desgastada, seguramente era por tanto llorar ayer en la noche. Me fije tanto en como me sentía que no me di cuenta de en donde demonios estaba.

Era una cama sumamente grande, y a su alrededor una habitación como de princesa. Todo estaba reluciente y muy limpio. No sabía que hacer, probablemente solo esperaría a que Elliot llegara y me dijera lo que debía hacer, pero no aguante y salí de la cama.

Tenía puesta una playera que me llegaba a la mitad de los muslos, era de un azul muy bonito y se veía muy elegante. No iba a mentir, estaba realmente cómoda y acogedor.

 No iba a mentir, estaba realmente cómoda y acogedor

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Me metí al baño. Era sumamente grande y muy lindo. Las paredes eran de mármol y la ducha era de vidrio. Me miré en el grande tocador, mis ojos estaban un poco hinchados y yo estaba algo roja. No me preocupé.

Sin más salí de la habitación. Me encontraba en un pasillo angosto y largo, con cuadros colgando de las lindas paredes tapizadas. Camine por este, viendo varias puertas blancas de madera, que a ninguna le preste atención, hasta que llegue a la última con un letrero en ella: Elliot.

Toqué una, dos, tres veces pero nadie abría. Supuse que debía estar en la cocina, o...en la sala de estar, o en alguna otra habitación de este increíble departamento.

****

Seguí buscando. Bajé las escaleras de caracol hasta llegar a la cocina. Tampoco vi a Elliot, así que supuse que había ido a comprar algo, tal vez...¿para desayunar?

Me senté en el sofá a esperar. Estaba pensando en todo lo que había pasado ayer. No era posible que mi propio padre haya sido un imbécil con su hija, ¿qué clase de padre es?

Estaba tan concentrada en eso que no escuché el timbre. Me levanté de inmediato en cuanto lo escuché. Corrí y abrí la puerta, ahí estaba Elliot, con bolsas de súper.

-Ey, buenos días. - dijo, con su hermosa sonrisa. Yo también sonreí, estaba muy feliz Gracias a lo que había sucedido ayer.

No podía olvidar tampoco sus labios. Fue tan repentino pero romántico a la vez.

-¿Cómo amaneciste? - dejó las cosas en la barra y me abrazó. Me encantaban también los brazos de este chico, acogedores, fuertes y, aceptándolo, muy sexys.

-Muy bien, ¿y tú? - nos separamos. Él sonrío de nuevo.

-También. Estaba inquieto por qué pensaba que te podías salir y no volver a...- No lo soporté más, cada vez que hablaba solo me fijaba en sus hermosos y rojos labios. Lo interrumpí juntando mis labios con los suyos.

Me siguió el beso y mi pequeño cocoro estalló. Mis manos se fueron a su nuca y las suyas una a mi cintura y otra a mi mejilla. Todo era perfecto, hasta que una de las señoras que le ayudaban con el aseo interrumpió.

-Am...Señor Elliot, perdone por interrumpir pero...la madre de la señorita Natalia está en la línea. - Ambos nos miramos. La verdad me sorprendí, ¿mi madre preguntando por mi?

LA DRAMÁTICA VIDA DE UNA ADOLESCENTE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora