Y... todo escritor de misterio tiene un detonante. Este fue el mío.
O bueno, mejor dicho... el de mi escritor...
La puerta ha temblado después de que tocara un par de veces. No, no era agradable que alguien se despidiera de ti con una simple carta y con ese sentimiento de "pues ahora me mato, ¿Harás algo para impedirlo?" Por que lógicamente ahora no podría. Las horas de avión se habían pasado rápidas pensando en esto. Y note mi sarcasmo cuando diga que cuatro horas de avión perseguido por un grupo al completo de metalcore es lo mejor que puede pasarte cuando te encuentras tratando de leer. He dado un par de votos y sus respectivos comentarios y aunque he sonado más que borde, no he podido evitar cerrar el portatil sin pensar en consecuencias y mirar atrás. Un par de niñas han acabado por pedir perdón y alejar su reproductor de mi oido. Por que estaba, literalmente, en mi oido.
— Ah, hola, ¿puedo ayudarte en algo?
En realidad, creo que no se lo cree todavia. Es cuestion de tiempo que sonría y respire de nuevo; se ha quedado sin aire.
— Si, verás. Soy el... escritor oscuro.
Y sonrie el tío, como si ya lo supiera.
Vale, si, he dudado. Puede que en algunos sitios se ajuste más a la realidad que en otros. He hecho como si no me importase demasiado y he esperado la respuesta del chico al otro lado. Ha arrugado la nariz y se ha llevado a su lado de la puerta la carta que tenía en las manos. Recién impresa. Y la ha mirado hasta detenerse en el que parece ser mi apodo.
— ¿El escritor oscuro?
— Así es.
— Interesante —Ha contestado, doblándola cuatro veces y guardándola en el bolsillo de su chaqueta de imitación cuero marrón chocolate. Diez céntimos tirados a la basura.
Y si, la gravedad del asunto se lleva mejor si te sales del molde.
— ¿Y? ¿Puedo hablarle?
— No, la verdad es que no —Ha respondido, enganchando sus dedos al borde de sus vaqueros ajustados. Y la carta se le ha caido al mecerse sobre sus zapatos con brusquedad un par de veces. No le ha importado lo más mínimo— Y eso le he dicho a ellos también. Pero no me han echo caso.
— ¿A ellos?
— Te sorprenderá saber lo acompañado que estaba esta mañana, escritor oscuro. Y ni siquiera los conozco.
— Puedo...
— Oh, claro. Tú, como en tu casa.
Venga, esto no puede ser tan difícil. O si, si que podía. De echo lo era. ¿A quién se le ocurría presentarse allí a las diez y media de la mañana? A Don impulsos, claro que si. Pero no había sido el único, para mi alivio. Se había tomado su tiempo en despedirse de más gente. Y si, bueno, seríamos la friolera de seis personas sentados en un sofá de cuatro plazas, pero tampoco estabamos para quejarnos. Así que, el más pequeño del grupo, de unos quince, arrastró su culo hasta el suelo y alli se sentó, mirandonos de abajo a arriba, como si no llegase. Para qué negar. La situación rozaba lo paranoico, la verdad.
— ¿A ti también?
— A mi tambien — Respondí yo, dejando la carta original encima de la mesa. Aquel tipo de letra coincidió con otras cinco que se juntaron en el mismo sitio. Y todas acababan igual. "Adios, escritor oscuro". --- soy el... escritor oscuro --- Aclaré.
--- ¿Quién no?--- Murmuró el chico del suelo con indiferencia--- Yo tambien lo soy.
--- Y yo... creo que también --- Dijo otro, a mi lado.
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Comptine d'un autre été
Misterio / SuspensoHe aquí lo que nunca les diría a ellos. Mira en el principio. Todo tiene una explicación. Un por qué. Un misterio.