Jamás se imaginó que aquel día donde iba a hurtadillas de su papá a su primera fiesta sería la última, el gran Señor Yoo lo había introducido en los negocios, y como era de esperarse iba a festejar una gran fiesta para presentarlo a la sociedad. Ahora él miraba con frustración el gran espejo que tenía enfrente , el traje celeste que lucía le hacía parecer un niño pequeño jugando con la ropa de su padre, al menos hubiera deseado ponerse un poco de maquillaje en el rostro, así no se sentiría tan fuera de lugar y creería por unos instantes que encajaba, pero su padre de una sola mirada lo hubiera obligado a quitárselo.
Tocó la pequeña cadena que colgaba en su cuello.
No sabía porqué la había conservado, pero cada vez que se sentía cohibido con tan solo tocarla lograba tranquilizarlo, sea quien sea ese tal S. H. debería agradecerle, ese era su pequeño amuleto entre las fieras con las que habitaba y ahora rodearían constantemente, sintió el sonido de la puerta abrirse, era su padre, ni siquiera se digno en hablarle y él tampoco preguntó, sabía lo que el gran Señor Yoo quería, se dió una última mirada en el espejo y caminó sin soltar la pequeña cadena que tenía entre sus dedos, hasta la salida de su habitación, después el gran pasillo seguido de las escalera de caracol ,repentinamente se sintió mareado, no supo si era la forma de esta o la muchedumbre que lo esperaba abajo, no le dio importancia, solo se aferró más a la cadena, como si fuera su ancla a tierra, sintió como el brazo de su padre rodeaba su hombro y de su rostro salía una sonrisa evidentemente falsa, ya era hora.
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Su miraba estaba más seria de lo normal, miraba a su padre quien conversaba por teléfono desde una esquina de la habitación donde ambos se encontraban, el hombre se había estado quedando en casa más de lo normal y él simplemente no entendía el porqué, tampoco se emborrachaba ahora, y las golpizas cesaron, pero él conocía demasiado bien al viejo que tenía delante como para creer que había cambiado, la llamada había terminado, y ahora el hombre tenía la mirada sobre el más joven, repentinamente se paró y se acercó a su hijo, quedando frente a frente, mostrándole una sonrisa de dientes amarillos, digno de un amante al tabaco.
- Haz crecido demasiado mi querido hijo, ahora eres un digno Son.
El joven tenía una altura mayor que la promedio, pero su padre lo superaba, su contextura robusta quizá era lo que los diferenciaba, él estaba confundido, no concebía lo que estaba oyendo, en todos sus 18 años había escuchado salir esas palabras de la boca de su padre, siempre eran mierdas, normalmente todas refiriéndose a que él solo jodía la vida de los demás, pero él no era tonto, el viejo adicto al tabaco algo querría y si no se lo daba por las buenas, quizá lo torturaría. No tuvo ni tiempo de hablar cuando un periódico fue alzado a la altura de su cara, ahí anunciaban que el dueño de las empresas Yoo presentaría a su hijo, y la fiesta era hoy en la noche, aparté el periódico con brusquedad y miré fijamente al hombre que me había procreado, él aún mantenía esa sonrisa asquerosa en su rostro y yo ya podía imaginarme lo que él quería hacer, ya nada me sorprende.
- ¿Piensas secuestrarlo?
- Por supuesto que no.
Y rompió en risas, no entendía lo gracioso, pero él estaba loco, sus repentinos cambios de humor no me sorprendían en lo absoluto, de repente cesó y me miró, ahora con el rostro serio, su rostro sin ninguna pista de que hace tan solo unos segundos haya estado riendo.
- Pero tú sí.
Mi rostro se descolocó por completo, negué rápidamente con la cabeza por que la garganta se me había secado, no podía hablar, a pesar de vivir con la mayor escoria de este mundo yo jamás había cometido un delito y esta vez no sería la excepción, estaba por irme a encerrar en mi habitación, pero el viejo fue más rápido y me tomó por los hombros estampando mi espalda bruscamente contra la pared, no me molesté en gritar por el repentino dolor, al abrir los ojos me encontré nuevamente con esa horrible sonrisa, y después bajé mi vista hacia el cuchillo que estaba en la mano de mi progenitor ,estaba cerca de mi abdomen , apuntándome .
- Lo harás pequeño Son.
Yo asentí una sola vez, mordiéndome la lengua para no tratar de agravar la situación y recibir una paliza, solo con eso me soltó y no dudé en correr hacia mi cuarto, escuchando un pequeña mierda cobarde antes de cerrar la puerta, resoplé con frustración, me eché en la cama y empecé a gritar de frustración, porque llorar ya lo había hecho de niño.
Niño.
Agachandome debajo de mi cama, saqué la pelota colorida y la sostuve en mis manos, y pensar que una cosa era la que me permitía quedarme cuerdo, sonreí porque era algo preciado, recordé a mi pequeño amigo de años, la única persona con la que había tenido un momento de felicidad, y quizá también a aquel chico con el que follé aquella vez, claro si sentir placer se consideraba felicidad. Ahora mismo me gustaría volver a cualquiera de esos dos momentos, no pediría más.