Redención ▪capítulo cinco▪

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Wei Ying miró al hombre sentado frente a él. Del mismo modo que había pasado con su oficina, Lan Wangji parecía no encajar en su diminuto departamento.

-Es bastante enfermo entrar a la casa de otra persona sin su autorización.-Exclamó, indignado. Con delicadeza uso la toalla sobre sus hombros para revolver su cabello, en un intento de apresurar el secado.

Del otro lado, Lan Wangji lo miraba sin culpa. Sus largas piernas se extendían hacía él, casi rozando sus pies ante la corta distancia que separaba los sillones.

-Compré el edificio esta mañana. Eso me vuelve el legítimo dueño.-Informó con tono aburrido, que cualquiera pensaría se trataba de una charla referente al clima y no sobre comprar un edificio, que destartalado o no, valía más de lo que Wei Ying podía imaginar.

-¿Para qué quieres este lugar? Es más viejo que tú y yo juntos.-Farfulló, con una expresión de total desconcierto pintada en sus facciones.

-¿Siempre hablas tanto?

La helada expresión de Lan Wangji, chispeó su paciencia. Nada de aquel hombre tenía sentido. Desde su varonil porte, hasta sus compras ridículas.

-Si tienes tanto dinero, porqué mejor no me das un poco.-Bufando, Wei Ying dejó la tarea de secar su cabello y subió sus piernas al sillón, abrazándolas fuertemente para descansar su mejilla izquierda sobre las rodillas con total resignación.

Aunque todo en aquel loco hombre gritaba "dinero", Wei Ying realmente nunca creyó que fuera capaz de comprar algo en beneficio de él. La sección de departamentos en los cuales vivía eran demasiado viejos, incluso para ser seguros, de ahí la razón por la que pagaba un mínimo de renta. Eso, más un agregado de desorden, volvía el departamento de una única habitación un espacio al que pocos se aventuraba a incursionar. Nadie quería subir escaleras que crujían y se tambaleaban cada que alguien las pisaba, menos, terminar con pie encajado en el techo del vecino de abajo, como le había sucedido a Wei Ying un mes atrás.

-Dame tu respuesta.-Solicitó Lan Wangji. Su temple era calmado, casi rígido.

-No han pasado las 24 horas.-Replicó, Wei Ying, en un último intento de salvar un poco de dignidad.

Sin inmutarse, Lan Wangji extrajo de su saco un sobre totalmente negro. Y lo extendió hacia Wei Ying.

-Firma, por favor.

Visiblemente afectado por la indiferente actitud del hombre, Wei Ying dudó un par de segundos. Pero terminó aceptando aquel sobre cuando la irritación aumentó en la cara de Lan Wangji.

Al abrirlo pudo cerciorarse de que se trataba de un contrato. Las primeras cláusulas eran referentes a ellos y su información personal, cosa que ya no sorprendió a Wei Ying, porque si aquel hombre era capaz de profanar su morada, obtener un poco de información, no le sería tarea difícil.

Las siguientes cláusulas hablaban de sus deberes como niñero. Más adelante, su horario que abarcaba de lunes a sábado, las 24 horas del día. Y fue en ese momento, que no pudo salir de su asombro.

-¿Está de broma? ¡Ni siquiera es legal esto!

-Puedes elegir la casa. Tengo distintas propiedades. A-Yuan y yo nos adaptaremos a ti. Él asiste al colegio de ocho de la mañana a cinco de la tarde. Y yo vuelvo después de las ocho.

-No se trata de eso... -Dijo, evaluando la situación. Con ese tipo de horario no sería ni si quiera capaz de salir de casa. "Además no es como si me fuera a casar contigo" pensó.

-Con nosotros no te faltará nada. Tampoco tendrás que trabajar, yo puedo solventar tus gastos.-Asintió, agregando peso a sus palabras.

Ligeramente exasperado y a nada de desarrollar un tic en el ojo, Wei Ying miró incrédulo al hombre que hablaba tan a la ligera.-El dinero no lo es todo. Me preguntaba porqué tus niñeras duraban tan poco, pero ahora entiendo.

El niñero del jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora