Te quiero, lo siento ▪capítulo catorce▪

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Wei Ying despertó desorientado, sintiendo un pequeño cuerpo caer sobre su estómago.

Paralizado sobre la almohada, Wei Ying reconoció a Lan Yuan, quien se escondió debajo de la sabana. Balbuceaba palabras, ocultando su cara mojada en su pecho.

Detrás de Lan Yuan, una chica irrumpió en la habitación. Su cabello estaba desordenado y su ropa desaliñada—¡A-Yuan! ¿Por qué escapas así? Tu padre me pidió que te llevara al colegio. ¡Se nos hará tarde!

Wei Ying abrazó a Lan Yuan y apartó su mirada de la chica, ¿por qué estaba allí? ¿había dormida en la habitación de Lan Wangji? Después de estar con él, ¿se había ido con ella?.—Es temprano, ¿por qué estás despierto, A-Yuan?—Preguntó, calmando los latidos de su corazón.

Lan Yuan alzó su rostro húmedo, encontrándose con la mirada de Wei Ying.—¿Ya no me quieres, Mayor?

Wei Ying sonrió, negando.—¿Por qué dices eso?

La joven carraspeó, haciendo sonar sus zapatos contra el suelo de madera.—Estoy esperándote, A-Yuan.

Wei Ying y Lan Yuan no la escucharon, y si la escucharon, fingieron no hacerlo.

—No me dejes, Mayor, ¿sí?—Pidió el niño, llorando un poco más fuerte.

Wei Ying.—A-Yuan...

La joven se adelantó unos pasos, carraspeando una segunda vez.—Está bien, me rindo. Claramente aquí no soy bienvenida.—Dijo, ligeramente afectada por el rechazo de ambos. Aunque esperó una respuesta, no la obtuvo, así que dio media vuelta y salió de la habitación, golpeando la puerta.

Wei Ying la vio irse. Quería detenerla y decirle que él cuidaría A-Yuan, que se marchara, pero también quería decirle que no se enamorara de Lan Wangji, porque Lan Wangji lo amaba a él.

[●]

El resto del día se deslizó sin prisa. Los minutos tropezaban, no pasaban. Y Wei Ying intentaba no llamar a Lan Wangji.

Cerca de las diez de la noche, Wei Ying salió al estanque que bordeaba la casa. Se sentó sobre el puente y siguió el deslizar de las flores de loto en el agua. No había luz, sólo el resplandor de la luna que caía. El silencio era abrumador, pero reconfortante para Wei Ying.

—Kumiko me contó lo que sucedió en la mañana.

El corazón de Wei Ying brincó, provocando una avalancha de recuerdos. Aún podía sentir el fantasma de Lan Wangji recorrer su cuerpo.

—A-Yuan se asustó.—Murmuró Wei Ying, apartando sus pensamientos.

Lan Wangji se detuvo a su lado. Miraba las flores de loto.—¿Las personas se enamoran a primera vista?

Wei Ying lo observó.

—Cuando te vi sonreír por primera vez, sentí como si el sol se asomara por entre las nubes.—Recordó Lan Wangji.—Mi vida era monótona, simple. Todo era negro o blanco, pero quería cambiarlo por A-Yuan, porque él era un arcoíris como su madre y a mi lado iba perdiendo sus colores, sólo no sabía cómo.—Lan Wangji hizo una pausa. Media sonrisa triste cruzaba sus labios.—Quiero que te quedes conmigo y aún si no quieres, quiero que lo hagas.—Admitió.—Wei Ying, vete ahora. Si te quedas, no seré capaz de soltarte más adelante.

Wei Ying tragó saliva, aplastando las manos contra la madera del puente. Una inexplicable desolación lo invadía, amenazando con dejarlo vacío.—¿Podré seguir viendo a Lan Yuan?—No, eso no era lo que quería decir, ¿pero por qué lo había hecho?

Lan Wangji asintió, parecía cansado, resignado.

Wei Ying se levantó, tropezando con sus propios pies y rodeó el cuello de Lan Wangji con ambos brazos. Sus cuerpos se volvieron uno y la distancia se agrietó.—Me gustas, me gustas mucho.—Susurró Wei Ying, respirando su aliento a sándalo.

El niñero del jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora