Hogar ▪capítulo doce▪

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Wei Ying se despertó con el golpeteo incesante contra la puerta de su habitación. En medio de la bruma, Wei Ying sólo alcanzó a responder un: "ya voy", pero fue suficiente para que el golpeteo se detuviera. Sonriendo triunfante, recostó su mejilla en la almohada.

Pero cuando se disponía a dormir, Wei Ying se agitó por un calor que quemaba su cuerpo y de una patada se quitó de encima la gruesa cobija de lana que lo cubría.

—Vas a resfriarte.—Dijo una voz, pero la voz no conforme con confundirlo, de algún modo sacó un brazo y volvió a cubrirlo.

El corazón de Wei Ying latió rápido, dando saltos desbocados que alentaban su respiración y provocaban que su cabeza diera vueltas. Torpemente salió de la cama, zafándose de un par de brazos que lo oprimían, pero el esfuerzo fue demasiado para la escasa estabilidad de sus piernas y Wei Ying cayó de rodillas sobre la alfombra.

—¡Wei Ying!—La voz sonaba alarmada.

Wei Ying permaneció en la misma posición. Los recuerdos de la noche pasaba iban llegando lentamente, llenando cada rincón sin darle oportunidad de procesar. Y como si su cuerpo le quisiera recordar su pecados, algo caliente comenzó a bajar de su trasero.

—Bueno, al menos no soy mujer o ya tendría mínimo ocho niños nadando en mi panza.—Se consoló Wei Ying, arrastrándose un tanto por la alfombra sin reparar en su desnudez.

—Wei Ying, no bromees.—Lan Wangji también había salido de la cama, rodeándola para llegar a él. Se puso en cuclillas y con ternura alzó el mentón de Wei Ying.—Es mi culpa...

Wei Ying resopló, haciendo volar su flequillo de la frente.—Me sorprendería si al menos puedo caminar el día de hoy.

Una sonrisa alumbró el rostro de Lan Wangji y toda la confusión se evaporó en Wei Ying.

—Seré más cuidadoso la próxima vez.—Prometió Lan Wangji, regando un par de besos sobre la frente humedecida de Wei Ying.

Wei Ying lo empujó y como pudo se arrastró de vuelta a la cama, percatándose por primera vez de su cuerpo desnudo, pero en ese punto ya no le importaba, así que simplemente se recostó mirando el techo.—Olvídalo, no habrá segunda vez. Si sigo así llegará el día en que no pueda caminar.

Lan Wangji no dijo nada. Se levantó y regresó a la cama junto a Wei Ying, atrayéndolo a sus brazos.—Bien.

Wei Ying no se resistió.—¿Eres mi suggar daddy?

Lan Wangji pensó su respuesta.—Seré lo que necesites y si no necesitas nada, seré lo que deseas.

Un sentimiento cálido recorrió a Wei Ying, pero el sonido de la puerta los interrumpió. Era hora de despertar.

[●]

Un silencio incómodo se había instalado en el centro de la mesa. Ajenos a esto, los abuelos Lan charlaban de lo divertido que había sido su mañana mientras recolectaban los huevos de las gallinas con los que habían preparado parte del almuerzo.

El humor de Jiang Cheng era peor que de costumbre. Ferozmente encajaba los palillos sobre su comida sin despegar su mirada de Lan Wangji. Y extrañamente Lan Xichen no hacía nada por detenerlo.

Lan Wangji y Wei Ying se comportaban sin pena, comiendo y actuando ocasionalmente melosos entre ellos, ignorando a Jiang Cheng.

—Lan Wangji, pensé que estarías lleno. Anoche comiste más de lo que deberías.—Soltó Jiang Cheng sin contenerse.

Lan Xichen carraspeó para ocultar su risa.

Wei Ying suspiró.—Jiang Cheng, no estés celoso.

El niñero del jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora