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Te agachas y colocas una mano sobre el cesto de la anciana, para que ella la vea. ¿Quiere que la ayude?, preguntas. Ella responde con amabilidad, dándote las gracias. Tú empiezas a sacar los productos del cesto y se los pasas a ella que, de pie, los coloca sobre la cinta. Cuando termináis, ella vuelve a agradecerte tu ayuda. Sientes que has actuado bien y te alegras de haber tomado el riesgo.

Esta sensación, este buen sentimiento, volverá a ti varias veces a lo largo del día, dibujándote una sonrisa cada vez.

(Ve a la parte 4.)

Ir de compras en tiempos del coronavirusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora