Capítulo 4;

531 50 0
                                    

Una camisa blanca y un pantalón de vestir color moca habían sido la elección predilecta de Oliver. Acomodaba su corbata frente al espejo en busca de aprobación, de su propia aprobación... quizá.
Llevar una vida en la cual no podía ser quien realmente deseaba era agotador, fingir todo el tiempo, callar tantas cosas que quisiera gritar. ¿Por qué? Porque estaba mal, eso estaba mal y a él le gustaba hacer las cosas bien.
Aquella camisa se parecía tanto a la camisa color cielo que le había regalado a Elio, su dulce Elio...
De pronto el agudo pitido de la alarma lo desconcertó. ¿Tanto tiempo había pasado mirándose como idiota frente al espejo?
Era hora de irse. De inmediato tomó su chaqueta, las llaves del auto y se marchó. Ni siquiera saludó a Annie, de todos modos no la extrañaría demasiado.
Nunca lo hacía.

.....

Al fin en la dichosa fiesta, toda una monada por cierto. Su esposa había hecho un buen trabajo con la decoración, no por nada era la mejor profesora de arte.
Él sin embargo extrañaba el arte de las curvas de Elio, pues si fuera un escultor deseoso de esculpir la escultura perfecta... no habria dudado en retratar su silueta.

Los adolescentes abundaban, de un lado al otro hablando en voz alta, algunos gritando. Le recordaban a su Elio, tan enérgico, espontáneo, tan capaz e inteligente, Elio no sabía valorarse a sí mismo tanto como él lo hacía. ¿Por qué siempre se menospreciaba? Si tan solo hubiera tenido el valor de decirle que él también lo idolatraba....

Sus colegas lo esperaban, parados en un rincón, tan espectantes ante lo que diría el nuevo profesor, siempre esperando tener algo por qué corregirlo o criticarlo. Claro, era lo que siempre hacían los adultos mayores, profesores que se encontraban a un par de años de jubilarse y disfrutaban de hacer pagar un tipo de derecho de piso a cada nuevo profesor. Corría con la suerte de contar con una esposa que tenía la habilidad de dejarlos callados. A Oliver no le gustaba discutir, pocas palabras cuando no hay nada bueno para decir.

Una charla amena fue lo único que logró, hablar sobre sus viajes, de su viaje a Italia, obviando los detalles verdaderamente importantes para él. Y solo mencionando su trabajo con el padre de Elio, y lo mucho que había aprendido allí.

Juró recordar alguna vez haber deseado quedarse a vivir allí, sí lo deseó...

De pronto como si fuera un fantasma, un eco del pasado que solo se aproximaba para recordarle sobre su error, un joven parecido a Elio caminaba entre los alumnos.
No, no podía ser, solo era su imaginación.
Tragó en seco y limpiando el sudor frio de sus manos en sus pantalones café, se disculpó con sus colegas y partió rumbo al baño.

Se lavo la cara con agua fría una y otra vez, ese chico no podía ser quien él creía, lo había imaginado todo... no podía ser...

LATER | Elio y Oliver | El reencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora