Capítulo 8;

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Y allí volvió a quedar, solo y sin su Oliver. Sabía que no era correcto tirarse encima suyo en esos momentos, ¿pero realmente era necesario que fuera tan cruel? Las palabras de Oliver le llegaron como un puñal directo al corazón y le dejaron un fuerte dolor en el pecho. No fue el reencuentro que esperaba, de hecho le dejó un sabor muy amargo en la boca. Tenía claro que no podía salir en esos momentos del baño porque sus lágrimas iban a salir en contra de su voluntad, así que simplemente se encerró allí para soltar su pena y luego poder dar la cara nuevamente, como si no estuviera echo pedazos.

Una vez logró calmarse, salió del cubículo y se lavó la cara, tratando de borrar cualquier rastro o evidencia de llanto. Sus ojos aún estaban algo hinchados, pero esperaba que su excusa fuera lo suficientemente creíble como para no levantar sospechas, sólo una persona en esa fiesta sabría el verdadero motivo de sus ojos enrojecidos.

Lentamente comenzó a caminar entre la multitud, buscando con la mirada algo perdida a sus acompañantes, ya que quizás ellos le ayudarían a distraerse de todo lo que en esos momentos lo atormentaba. Las palabras de Oliver retumbaban en su cabeza una y otra vez, lo cual sólo le hacía traer más dudas a su mente, llegando a cuestionarse incluso la posibilidad de que Oliver no sintiera lo mismo que él, y que quizás ese romance de verano para el rubio no fue más que un poco de diversión con un ingenuo adolescente. Tenía en claro que si seguía pensando ese tipo de cosas iba a colapsar ahí mismo, frente a todos y realmente esa no era la idea.

─¡Elio!, ¿dónde te habías metido? Te hemos estado buscando hace horas.─
La voz de Thomas, el dulce novio de Dave, le logró sacar de sus pensamientos y de cierto modo devolverle un poco la calma. Thomas era un chico agradable, un poco más pequeño que Dave, ojos verdes y cabello rubio y lo gracioso es que no aparentaba la edad que tenía, Thomas lucía más como un chico mucho menor, pero incluso era más grande que Elio en edad. De cierto modo verlo a él y a Dave le hacía sentir fuerza, ellos eran valientes y realmente a Elio le gustaría aprender de ambos.

[...]

Las horas pasaron y Elio simplemente se dedicó a bailar, beber y charlar con sus amigos, siendo presentado a casi todos los estudiantes. De vez en cuando recibió uno que otro coqueteo por parte de alguna chica y no podía negar que las chicas americanas eran hermosas, pero no eran lo que Elio buscaba, ya que Elio amaba a Oliver y sí, no tenía idea si era gay o simplemente el único hombre que amaba era ese estúpido y atractivo americano.

La fiesta iba a continuar hasta más tarde, pero su reloj le indicaba la hora en que debía encontrarse con Oliver y no iba a quedarse más tiempo. Inventó alguna excusa barata pero creíble y rápidamente salió del lugar de la fiesta, tratando de divisar en la oscuridad el auto del mayor.

Aquel reencuentro para Oliver no había resultado menos doloroso. El aroma de Elio se había quedado impregnado en su camisa, recordándole cada segundo lo mucho que lo había extrañado. Parecía totalmente frío, reacio ante cualquier estímulo, escaso de emociones y sentimientos. Pero no, nada más alejado y equívoco. Su corazón parecía latir más a prisa que la última vez y cada célula de su cuerpo le pedía a gritos buscar al adolescente entre la multitud.

—¿Está usted de acuerdo con esa afirmación profesor?— Preguntó la señora Putnam, quien lo miraba con atención.

Oliver en otro momento se hubiera atrevido a responder que estaba distraído, para que con amabilidad la señora pudiera repetir la  dichosa afirmación. Pero ni siquiera estaba de ánimos para escuchar.

—Sí, estoy de acuerdo.—

Contestó al azar y se alegró de que la expresión de la mujer fuera grata ante su respuesta.

—Lo imaginaba.—

Afirmó sonriente como si no esperara más de Oliver, solo que apoyara todo lo que ella dijese. No por nada era la rectora. ¿O sí?

Él sin embargo se encontraba con los ojos perdidos ante la multitud, no le interesaba qué tan mullido era su sofá, ni si las bebidas estaban lo suficientemente frías. No estaba interesado en lo que dijeran los demás o lo que opinaran de él. Sus ojos azules solo se posaban sobre aquel delgado muchacho que bailaba junto a una americana tomados de las manos.

Mark lo notó, sí, fue el único de sus colegas que no estaba lo suficientemente preocupado solo por sí mismo y halagarse constantemente. Era evidente que Oliver no estaba para nada interesado en la conversación, y solo fingía que escuchaba, dedicando alguna que otra sonrisa disimulada y cumplidos al azar.

—Puedo cubrirte si así lo deseas.—

Susurró el profesor de matemáticas al oído de Oliver mientras le convidaba un trago.

—No entiendo de qué me habla...—

Oliver estaba un tanto confundido. Mark nunca antes había tenido tanta confianza como para tutearlo.

—Vamos profesor, usted y yo sabemos muy bien que las estudiantes tienen su encanto. Yo también tuve una aventura con una estudiante Rusa del último año. Ya ví cómo mira a aquella jovencita. Y no lo culpo. Yo también la miré.—

¿Realmente su colega estaba insinuando aquello? ¿Creía que Oliver miraba a la jovencita con la que Elio bailaba? ¿Acaso le estaba diciendo que lo cubriría si él quería irse con ella?

—Creo que usted se está confundiendo profesor.—

Respondió éste mientras le devolvía el trago y disculpándose con el resto de los colegas se marchó.

.....

El reloj marcaba las 2:00 am, y él esperaba dentro de su auto, ubicado en el lugar más oscuro del estacionamiento. Las manos le temblaban, y un sudor frio le recorria la frente. Tragó saliva.

Un par de golpes en la ventana de su coche lo alarmaron. Allí estaba él, siempre tan puntual.

—Súbete, iremos a un lugar lejos de aquí. Ponte el cinturón Elio, por favor.—
Exclamó mientras le abría la puerta con nerviosismo, mirando hacia todos lados para percatarse de que nadie los viera salir.

—Nadie te vio venir hacia aquí. ¿Verdad?—

LATER | Elio y Oliver | El reencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora