CAPÍTULO 4:
Eran las cinco de la madrugada cuando Fugaku se levantó, como usualmente lo hacía, para ir a trabajar. Pero al mirar al otro lado de la cama, no encontró a su esposa en su lugar de siempre, solo residuos de su olor que indicaban que ella no había estado allí en bastante tiempo. Extrañado y aún con su ropa de cama, salió de la casa en medio de la oscuridad, guiándose por las luces de los marchitos faroles, siguiendo una pequeña corazonada.
Abrió la puerta delantera de la llamada "casa de juegos" y comenzó a buscarla. Aunque no tuvo que andar mucho, pues pronto la encontró sumida en un profundo sueño sobre un montoncito de peluches y almohadas, con un archivador entre los brazos con varias tareas tachadas con lápiz rojo.
En medio de la soledad de aquellas paredes le proporcionaban, se permitió sonreír con ternura mientras la observaba.
Sigilosamente se acercó a ella, hincándose a su lado corrió un mechón de cabello negro que atravesaba su rostro dormido. A pesar de los años el rostro de su esposa había cambiado muy poco. Tenía algunas líneas de expresión en la boca y los ojos, causadas por todas las sonrisas que les dedicó a él y a sus hijos, pero aquello solo ha hacía lucir aún más hermosa ante sus ojos.
Con cuidado de no despertarla, cargó el ligero cuerpo de su esposa como la princesa que era. Teniéndola tan cerca el aroma a arándanos y lavanda pronto llegó a sus fosas nasales haciendo latir su corazón.
Quien viese al temido jefe Uchiha, líder de la policía sonriendo como un joven adolecente al ver a su enamorada. Pero no era solo un amor de adolescencia, era su esposa y por si fuera poco su destinada. ¿Cómo no estar feliz de tenerla a su lado?
Una vez más atravesó la solitaria calle hasta la casa principal y con toda la ternura que su tosco cuerpo le permitía ejercer, dejó a su esposa sobre el lecho matrimonial, quitándole la tabla de entre las manos y dejándola en la mesita de noche. La arropó y besó su frente murmurando un suave "descansa, cariño".
Los Uchihas no eran conocidos por mostrar sus sentimientos ante los demás, pero en la intimidad del hogar daban rienda suelta a sus emociones, en especial al amor. Porque para ellos el amor era lo que les daba fuerza, el verdadero significado del Sharingan.
Mientras se cambiaba, el olor de su omega aún estaba impregnado en su nariz y aquello lo llevó por un viaje nostálgico hacia el pasado. La primera vez que se vieron, su primera pelea – porque lo primero que hicieron en la academia fue eso a causa de un malentendido – su primera cita, su primer beso. Cada una de las ocasiones donde sintió que su corazón iba a acabar saliéndosele del pecho por ella. Y es que, incluso al batallar, su amada Mikoto lucía como una diosa, elegante y fiera al mismo tiempo. Su memoria siguió divagando: la conexión, sus primeros celos juntos, la primera vez que escuchó el arrullo de su esposa, su enlace y matrimonio.
El amor los había llevado lejos y en verdad esperaba que sus hijos pudiesen sentirlo alguna vez. Y por eso entendía la emoción de su mujer sobre el que los niños Uzumaki llegaran y resultaran ser los destinados de sus hijos. Para que negarlo, si eso fuera cierto tambien se sentiría feliz, ¿Qué padre no lo estaría si sus hijos encontraran a la persona ideal para ellos? Pero también le preocupaba su decepción en caso de que simplemente esos niños no fueran los indicados para sus hijos.
Solo le quedaba rezar a Tsukuyomi por el futuro.
Al salir del baño miró a su esposa y suspiró. Esperaba que las cosas salieran bien, en verdad lo esperaba.
. . .
Con un sonoro bostezo Kushina Uzumaki le dio la bienvenida al nuevo día que le saludaba desde la ventana con sus más vivos colores. Sus rojizos cabellos, revueltos como una maraña de hilos, se sacudieron cuando la mujer de un salto se levantó de la cama, emocionada por el nuevo día y lo que prometía.
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Cita de Juegos
FanficFugaku y Mikoto Uchiha son los últimos Alfa y Omega en Konoha, con dos hijos Alfa Itachi y Sasuke Uchiha, de 7 y 3 años respectivamente, el linaje ancestral esta por perderse ante la mirada impotente de ambos padres, al ver que sus hijos nunca exper...