Azul

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Ese día lluvioso
Me encontró
Cielo triste casi
Por llorar
Nubes negras, grises
Por doquier

Otro día más que llovía en la ciudad de Nueva York y otro día más que Amelia se levantaba tarde para ir al trabajo. Hizo lo mismo de siempre, porque desde que se fue Marina, pudo volver a su rutina tradicional así que se encontraba con más paz interior que hace tres días atrás.

La realidad es que Amelia no dejo de pensar en ningún momento en Luisita. Presentía que era una persona que necesitaba ayuda pero ni siquiera sabía más que su nombre y la carrera que cursaba. Pero también sabía que no podía pensar en otras personas porque no quería volver a repetir la historia. No quería volver a sufrir. No quería volver a pintar su vida de negro. No podía permitirse romperse de nuevo. Al menos no ahora que había podido alcanzar a estar donde siempre quiso.

Amelia se sentó en el metro y como hoy era un día particular, no tenía ganas de imaginar la vida de ninguna persona así que se centró en el libro de nuevo. Si las personas la mirarasen, dirían que es una persona que no tiene dinero para invertir en libros porque el ejemplar que lee siempre las tapas estan todas desgastadas y las hojas amarillentas. Era un libro que le había regalado su abuela y que la historia era de una mujer que se descubre todos los días. Una mujer empoderante que supera todos los obstáculos que se le interpongan. Y una vez, Blanca le dijo eso a Amelia: que era una mujer empoderante que podía superar todo lo que le pasara en la vida. Claro que, en ese entonces, no tenía más que quince años y no entendía mucho lo que le decía. Pero con el paso del tiempo, lo fue entendiendo cada vez mejor.

Amelia se bajó del metro y se colocó los cascos. Hoy se había puesto su chubasquero azul porque se sentía triste y no tenía ganas de usar ningún paraguas. Necesitaba sentir la lluvia cayéndole encima. Siempre fue una mujer precavida por lo que dentro de la mochila llevaba su ropa para el trabajo mientras que tenía puesta ropa común y corriente para poder mojarse. No le importaba llegar tarde y sabía que estaba haciendo las cosas por inercia más que por responsabilidad. No tenía ganas de llegar al trabajo y tener que cargar con problemas ajenos aunque amara su trabajo.

Caminó dos manzanas y aunque no lo quisiera, siempre caminaba rápido. Cada vez que se proponía caminar lento, hacía dos pasos y retomaba su ritmo habitual. Estaba esperando en una de las esquinas a que el semáforo cambiara de color para poder cruzar mas que sintió una mano en su hombro. No le hizo falta girarse para saber que era Luisita pero, sin embargo, hizo un gran esfuerzo para esbozar una sonrisa y mirarla a la cara.

-Hola- Amelia le respondió y no quería sonar tan desanimada pero no tenía ganas de tratar con nadie. Quería estar durmiendo en su cama o, en su defecto, estar comiendo helado mientras miraba una película de amor o una triste.

-Estás como triste, ¿verdad?

-¿Qué?

-Tú. Estás como medio triste. Se te nota en la cara. Y porque estás usando algo azul. ¿Sabías que hay un estudio socio-psicológico que demuestra que cuando las personas están tristes tienden a usar prendas de ropa color azul o rompen con los hábitos normales?

-¿Qué?- Amelia seguía sin poder entender cómo es que Luisita pudiese hablar tanto y tan rápido. En cinco segundos se había dado de cuenta del estado de ánimo de Amelia y le había contado acerca de un montón de cosas. Pero lo que Amelia claramente no esperaba era que los comentarios de Luisita le sacasen una sonrisa.

-¿Estás triste? Porque a ver si me estoy equivocando, que no te conozco nada.

-Algo... Algo así.

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