Soy feliz, sol naranja
No debo nada, vivo hoy y con eso me alcanza
Soy de plush, soy naranja.
Voy a la tierra prometida
Tengo DiosLa relación que habían logrado construir era fuerte como un ejército de guerreros dispuestos a dar pelea frente a cualquier mal. Lo cierto es que ambas se llevaban más bien de lo que ellas mismas pensaban, a pesar de fueran tan opuestas en muchos sentidos. Habían discutido por cosas, pero supieron arreglarlas entre besos y teniendo sexo en distintos lugares del piso de Amelia alternándose con el de Luisita.
Hacía una semana que Luisita quería ver a su chica, pero no habían tenido oportunidad alguna. Las dos estaban con mucha faena, sobre todo la morena debido a la época del año, ya que las vacaciones de invierno estaban a la vuelta de la esquina. Luisita precisaba hablar con su chica urgente acerca del qué hacer de las fiestas de fin de año porque estaba más que claro que era tradición familiar pasarla con su familia pero no sabía cómo se organizaba Amelia en esas ocasiones. Tenía claro que a la casa de su familia no iba pero tampoco se la imaginaba pasando sola dentro de su departamento.
Quedaba casi un mes para que la Navidad interrumpiese la ciudad y los padres de Luisita le habían propuesto que hiciese junto a Amelia un viaje express para poder conocer a su nueva nuera, en caso de que la misma decidiera rechazar la invitación. A decir verdad la rubia no estaba segura si hacerle la invitación porque sabía que debía de ser duro para Amelia tener que pasarse sola cada nochebuena en una ciudad tan grande.
Para los Gomez, Navidad era como la magia tomando cuerpo y forma porque sentían una sensación tan cálida como hogareña recorrerles todos los nervios del cuerpo desde la semana entrante. Era una celebración donde invitaban a cada persona que conocieran y supieran que iba a estar solo; muchas personas pensaban que la familia cumplía con la tradición de cenar y abrir los regalos al día siguiente pero es que en realidad eran todo lo contrario: cenaban con un banquete preparado por el chef de la casa, brindaban con champagne hasta que sentían que los músculos del cuerpo comenzaban a relajarse sin embriagarse y los regalos los abrían nada más pasar la medianoche. Para los niños era una ilusión abrir el obsequio a pesar de no creer en Santa Claus y para los más grandes era más bien un juego en el que podían pasar horas divirtiéndose.
"Oye, Amelia, ¿te apetece que a que vayamos a por un café cuando termines el turno?" Luisita le había mandado el texto hacía dos horas pero no había obtenido respuesta alguna de parte de la morena. Supuso que estaba ocupada y que no estaba pendiente del móvil como solía hacerlo otros días.
"Lo siento, amor. Estoy ocupada y no salgo hasta las siete. Después tengo que pasar a por casa de Ana a terminar de analizar la defensa final de un cliente. ¿Podemos vernos el domingo? Mañana voy a estar en modo zombie todo el día y quiero poder disfrutarte. Te quiero" Amelia fue escueta con las palabras, aunque le hizo poner su mente en funcionamiento. Era más que lógico que no había estado almorzando como se debía y "desayuno" y "cena" eran palabras desconocidas en su diccionario esa semana.
Hacía dos semanas que Amelia le había dado una copia de la llave de su piso a Luisita porque se había enfermado de gripe y como la rubia había ido a cuidarla se la dió por cuestión de practicidad. Luisita lo había tomado como un plus para la cena sorpresa que quería prepararle a Amelia. Sabía que iba a llegar con hambre y como el cansancio iba a ganarle, iba a prepararle su comida favorita y, si todo salía acorde a lo planeado, un baño de inmersión también.
Amelia era el tipo de persona que se obsesionaba con el trabajo hasta sentir que estaba perfecto. Esa exigencia aumentaba cuando se trataba de alguna defensa final e incluso aún más cuando se trataba de algún cliente exclusivo. Al estudio había llegado una mujer de veinticinco años con el fin de querer hacerle juicio a su empleador por un despido sin causa justa, por eso el caso lo había tomado Ana, que era la encargada de los casos laborales. Lo cierto es que la muchacha declaró que ella sabía la razón y era porque después de tantos abusos dentro de la empresa, ella se había negado a subirse al coche de su jefe y eso había sido el broche final que selló su despido, después de recibir múltiples amenazas acerca de perder su trabajo si hablaba de lo sucedido. Cuando se dispusieron a investigar para poder armar la primer carta de documento, se encontraron que en los años anteriores en el mismo periodo de tiempo, desde la contratación hasta el despido, pasaron alrededor de siete empleadas en el mismo puesto que la demandante. Las mujeres restantes del despacho -Lourdes, Cristina y Amelia- se propusieron a ayudar en el caso porque era una empresa multinacional y debían tener pruebas suficientes para inculpar al jefe. Así que luego de varios meses, hacía dos semanas que el tribunal les había dado una fecha de juicio para el miércoles próximo y todas debían terminar de ayudar a preparar la defensa final. Como Amelia y Ana eran las únicas que no tenían familia a cargo, fueron las asignadas para la tarea.

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Degradé
Fanfiction"El amor era un sentimiento completamente relacionado con el color, como miles de arcoíris superpuestos uno sobre el otro." - Paulo Coelho.