Amarillo

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Adentro tuyo
Caigo del sol
Adentro tuyo
Es único, es único

Otro día más, pero distinto al de ayer. Amelia de nuevo había vuelto a su rutina habitual y esta vez se había puesto un suéter amarillo. No le hacía falta ni paraguas ni chubasquero alguno porque afuera hacía sol. Sí, el típico sol de invierno que sale después de muchos días nublados y que apenas calienta. Pero a Amelia eso no le importaba. Hacía dos meses que se lo había comprado y no había tenido la oportunidad de usarlo porque no se sentía apta para usar colores alegres. Aunque no entendía el por qué había decidido usarlo, se lo puso igual y lo contrastó con un traje blanco.

Hoy tenía que hacer otro camino porque tenía que ir a tribunales a defender a una madre soltera que peleaba por la custodia de su hija: el padre las había abandonado desde que la niña nació y hacía un año y medio que había aparecido (después de nueve años) reclamando la custodia de Paz. La justicia machista, le dio la tenencia porque la mujer nunca pudo justificar que él no la había visto en los años anteriores y ahora quería llevársela. Así que Amelia tenía que dar pelea por Fátima y por Paz. Era de público conocimiento que Paz no quería estar con su padre.

Cuando el reloj de la pared marcó que faltaban cuarenta y cinco para que diese la hora en punto, Amelia emprendió su viaje y caminó hasta la estación de metro. Todavía no tenía arreglado el coche, pero no le importaba porque en fondo quería estar en contacto con otras personas. A veces la agobiaba estar tanto tiempo sola en su piso.

Había estado hablando con Luisita durante toda la semana y media que había pasado desde que se habían visto, aunque por mensajes esporádicos: Amelia tenía un juicio que preparar y Luisita unos exámenes que aprobar. Entre texto y texto, pudieron saber más de la otra y eso las tenía conformes, aunque no del todo. Luisita se había enterado de que Amelia era vegana y que era alérgica al cacahuate, y Amelia se enteró que Luisita detestaba el sushi y no podía ni oler un plato de sopa. Sin embargo, no se habían vuelto a ver de aquella vez en la cafetería. Amelia estaba todo el tiempo pendiente por si veía en la calle alguna chica de cabellos amarillos como el sol.

Amelia esperó un poco más de lo normal el metro porque, claro, no era la línea habitual que solía tomar, pero poco le preocupaba porque estaba citada en el tribunal a las diez y media y apenas eran las ocho y media. No sólo era rutinaria sino que también tenía manías y una de esas era llegar siempre puntual, aunque sea incluso media hora antes de lo acordado. Se subió al vagón número tres y sacó el mismo libro siempre: lo leyó tantas veces que se lo sabía del derecho y del revés por lo que generalmente abría el libro en cualquier página. Había días en los que no porque le apetecía leer una parte de la historia en concreto.

"¿El último tren? No pensé que iba a ser tan cliché, abogada" Amelia miró y releyó el mensaje cinco veces antes de contestar. No entendía a qué se refería Luisita con el mensaje.

"¿Que? Creo que te has equivocado de chat, Luisi"

"No, no me equivoqué. No pensé que eras el tipo de persona que iba a estar leyendo esta clase de libros. Pensé que eras mas de las biografías o de best sellers"

Amelia levantó la vista del teléfono y dio con la chica de los cabellos de sol, quien no paraba mirarla con una sonrisa. El vagón no estaba tan lleno así que Amelia guardó el libro y se acercó a Luisita para abrazarla. Después de tantos días de conversación, Amelia sabía que Luisita era una amante de los abrazos y después que le haya dicho que esperaba uno de ella, se sintió con toda la confianza de hacerlo.

-Me gusta como vas vestida- Amelia no supo cómo reaccionar. Nunca antes nadie le había halagado la vestimenta. Siempre le habían dicho cosas acerca del porqué una mujer no podía usar pantalones y chaqueta para ir al tribunal, desde que prácticamente se graduó de abogada y tuvo que vestirse formalmente de lunes a viernes. Pero a Amelia nunca le importaron ese tipo de comentarios. Pero tampoco nunca se esperaba que alguien le dijera cosas lindas, así que se sonrojó.

DegradéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora