Degradé

1.7K 170 44
                                    

La luz encendida y un candelabro
La noche de verano y la luna
Comprimido el universo incandescente
Brillante lejanía de un lado a otro

Unos meses después del beso en el parque y del reencuentro, se las divisaba a las dos en una playa de California mirando el atardecer. Luisita tenía su espalda haciendo presión en el pecho de Amelia mientras que esta pasaba delicadamente sus manos sobre los brazos de la rubia. Las envolvía una paz que hacía mucho no sentían en ningún lugar, porque siempre estaban rodeadas de personas o Blanca andaba merodeando cerca de ellas y no habían podido concretar los momentos íntimos como a ellas les hubiera gustado.

El sol se estaba poniendo y la luna cada vez estaba tomando más fuerza.

- ¿Sabes? Blanca se llama así por la luna.

Luisita sintió como todo su cuerpo se erizó al sentir el aliento y la voz ronca de Amelia en su oído y todos las terminaciones nerviosas se encendieron. En todo el tiempo que llevaban juntas siempre le había sorprendido la capacidad que tenía la morena de encenderla con tan sólo usar un tono de voz y saber qué partes del cuerpo tocar previamente a su centro.

- Sé que siempre te gustó el nombre Luna, y todavía más cuando esa - Amelia tomó la mano de la rubia y señaló la luna - se transformó en un símbolo para las dos. Así que podríamos decir que Blanca es un homenaje a ti y a lo que nos marcó.

Posterior a eso, Amelia posó sus manos sobre la tripa de Luisita y empezó a repartir caricias un tanto sugerentes para la situación en la que estaban. La morena también tenía el poder de hacer y deshacer a su antojo las situaciones con la otra, podría manejarla como quisiese. Porque todo lo que venía de Amelia era con amor, respeto y dedicación para con Luisi y todo aquel ser que lo merezca. Era una persona que no tenía ningún tipo de maldad para con nadie, incluso aún cuando las personas la dañaron. Las caricias fueron tomando otro rumbo impuesto por la morena y que Luisita, de repente en un momento de lucidez, la frenó en el bordillo de los pantalones que llevaba.

- Amelia... - y conforme pronunciaba el nombre de la otra mujer se le escapa un suspiro entrecortado producto del roce de los labios y lengua en su oreja.

- ¿Qué? - le dijo mientras que la mano que tenía a su costado ejercía un poco de presión con las uñas con el fin de demostrar el deseo que tenía acumulado.

- Que estamos en la playa... Aquí no.

- ¿Confías en mí?

- Sí.

Y la mano que todavía seguía reposada en el botón del vaquero hizo un simple movimiento colándose dentro del mismo y de la ropa interior también. A Luisita se le escapó un gemido involuntario, hacía muchísimo tiempo que necesitaba sentirla y, a su vez, había añorado el momento. Pero nunca se imaginó que iba a ser así.

- Tú procura no hacer tanto ruido que la gente no se va a dar cuenta. Para ellos sólo somos dos personas que están abrazadas dentro de una manta - señaló con su cabeza a un grupo de personas sentadas alrededor de una fogata que estaba bastante lejos como para darse cuenta lo que en realidad pasaba.

La rubia sólo pudo asentir con la cabeza porque Amelia comenzó a jugar con sus pliegues, haciendo que abra un poco más sus piernas dándole toda la libertad que tenía permitida. A Luisita siempre le pareció una maravilla cómo es que la morena había aprendido en tan poco tiempo a darle placer como nunca antes nadie le había dado. Sabía dónde tocar primero antes de ejercer un poco de presión en su clítoris, incluso antes de introducir dos dedos en su interior.

Luisita como pudo se las arregló para girar su cabeza y ahogar los gemidos en el cuello de su compañera porque Amelia estaba haciendo su trabajo con una lentitud que le resultaba un poco abrumadora pero que reconocía más placentera. Inconscientemente comenzó a mover la cadera en busca de mayor fricción y la morena entendió perfecto a lo que se refería así que adentró una mano por debajo de la camiseta y del sostén para ejercer un poco de presión en los pezones endurecidos de la rubia y al mismo tiempo aceleró los movimientos de los dedos que tenía zambullidos en su interior mientras que con palma aplicaba el roce necesario en el clítoris. Los movimientos fueron disminuyendo su ritmo cuando Amelia notó que el cuerpo de Luisita había alcanzado el orgasmo para ayudarla a regular la respiración y pulsaciones.

DegradéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora