|9| Destruido

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Durante semanas Jamie había buscado sin éxito a Damon. Aquello le rompía el corazón, lo que fuera que hubiera hecho, aunque podía imaginarlo, no le importaba en absoluto, solo lo quería de vuelta, si tan sólo pudiera decírselo. Explicarle que entendía su actuar, sí tan sólo lograra cruzarse con esos ojos claros una vez más le diría tantas cosas. Sabía que pese a su adicción no realizaría aquella acción tan drástica por gusto. Jamie, en contraparte había optado por largas noches de insomnio en las que no dejaba de releer aquella nota de despedida. ¿Porqué nunca le habló sobre lo que sentía con sinceridad? Tal vez eso habría servido para que Damon confiara en él un poco más. Pero ahora ni él confiaba en sí mismo.

Damon vagaba por las calles con gran decepción. La madrugada era triste, le restregaba sus errores y su miseria. Aquello que anheló y no volvería a tocar jamás. Tratando de alejarse lo más posible de Jamie se hundía en un mundo sombrío. Había entrado a hurtadillas al consultorio donde recibía las recetas. Conociendo bien los accesos no le resultó difícil. Encontró una plantilla que él mismo podría rellenar, sólo necesitaría obtener el dinero y podría tener las que necesitaba. Damon estaba seguro que jamás sería perdonado por Jamie y buscaba formas de herirse cómo castigo.

Jamie, incansable, preguntaba en los suburbios sobre Damon. Repetía una y otra vez su descripción, sin saber que el hombre estaba más cerca de lo que pensaba. Pronto el amanecer iluminaría los cielos y decidió volver al motel por si acaso Damon estaba ahí. Tenía verdadero anhelo de encontrarle, los pensamientos en su cabeza no se detenían creándose un infierno de posibilidades.

Damon estaba sucio y necesitaba olvidarlo. Olvidarse de ese universo que le perseguía. El encuentro había sido suficiente para marcar toda su vida. ¿Qué había hecho? Corrió sin descanso tropezando en varias ocasiones, hecho que le abrió el labio y dañó sus rodillas. Pero no era aquél dolor el que sentía, era uno interno, era su alma a punto de estallar. Balbuceando pidió todo el medicamento posible, el encargado le miró con detenimiento, comprendiendo de inmediato la situación no era su problema ni le importaba que el chico fuera un adicto. Damon salió de ahí sintiendo el paraíso al alcance de sus manos. Caminó con quietud hasta el puente, su lugar favorito para pensar. Abrió los empaques y los tiró a un lado. Escondiéndose bajo las escaleras, bebió el primer frasco y el sabor le talló la garganta, bebió uno más y dejó el resto para acompañarlos con las píldoras, se sentía tan libre y herido que no le importaron los miligramos. Poco a poco se sintió mareado y frágil, sus manos temblaban y su corazón se aceleró, suprimiendo el llanto observó las cajas y frascos vacíos a su alrededor y sonrió sarcástico. Era un idiota. Levantó la vista al cielo y comenzó —entre náuseas y dolor— a cerrar los ojos.

Antes de llegar al motel, Jamie decidió observar de cerca el amanecer, dirigiéndose al puente con lentitud una punzada en su corazón le advirtió sobre una presencia. Sus pasos aumentaron con ilusión pero lo que encontró le cortó la respiración. Bajo las escaleras Damon yacía inconsciente, el vómito en su boca era reciente por lo que no tardó en llamar a una ambulancia. Mientras los minutos parecían arrastrarse Jamie arrojó lejos los fármacos con rabia y trató sin éxito de reanimar a Damon.

—Por favor, no me hagas esto, no ahora que te encontré. ¿Tenemos una promesa, recuerdas? Superaremos esto juntos... Damon por favor, responde —el silencio envolvió el amanecer en colores nostálgicos mientras Jamie observaba a todas partes pidiendo ayuda. El pulso de Damon era débil y Jamie estuvo a punto de llorar cuándo escuchó el débil sonido de la ambulancia.

Los paramédicos lo alejaron e inundaron de preguntas mientras él no despegaba la vista de Damon en la camilla. Aturdido por el sonido de la sirena subió a la ambulancia y sujetó su mano mientras avanzaban y vaciaban el estómago de Damon. Las luces apenas visibles de la ambulancia le hicieron recordar su pasado. Una vez alguien le salvó, ésta vez era él quién salvaba a alguien más. O eso deseaba por todos los Dioses creer.
—Damon, no puedes dejarme, no ahora que comenzamos a vivir. No me importa nada, tan sólo reacciona, por favor.

Hubo un silencio eterno que Jamie aprovechó para por primera vez en su vida, rezar.

BROKEN (Jamion) Jamie Hewlett/Damon AlbarnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora