Parte final

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Rin no dudaba en ofrecerse voluntario para ayudar a Lightning incluso para las cosas más sosas. Él no lo hacía porque quisiera ser un buen alumno ni nada de ese estilo, lo hacía porqué sabía que Ryuji brindaría su apoyo al exorcista profesional para ver si así conseguía volverse su pupilo. Lightning se reía al respecto, porque parecía que iban en combo. Si Suguro aparecía en su oficina para ordenar papeles, libros o demás labores, Okumura le seguía, quejándose cual infante, pero ayudando a su amigo lo mejor que podía.

Al exorcista profesional ya no le parecía raro, siendo honesto, incluso lo encontraba entretenido.

En esa ocasión fueron solicitados para ordenar los libros de los que disponía el mayor mientras éste se encontraba fuera, seguramente en el Vaticano hablando de cosas importantes con el paladín. Ambos permanecían en un silencio cómodo; ninguno hablaba y solo escuchaban los tomos golpear suavemente las estanterías conforme los acomodaban cuidadosamente.

Rin no pudo evitar hacer una trompetilla al terminar con una pila de libros para proceder a tomar otra del desastroso suelo de la habitación donde se hallaban; aún faltaban muchos volúmenes por ordenar y pocas ganas de trabajar.

—Ya me cansé— confesó el muchacho de ojos azules, sosteniendo la fila de libros con la diestra mientras la adversa los ponía en el mueble.

—Vamos, Okumura. Terminaremos pronto.

—No es cierto— se quejó, deteniéndose para darse media vuelta y mirar a Ryuji al otro lado del cuarto—. Ve todos los que faltan, Suguro.

El aludido paró y obedeció; la verdad es que sí eran demasiados. Un suspiro casi imperceptible escapó de los labios del más alto antes de girar para cruzar miradas con su acompañante.

—Pudiste no haber venido— comentó.

No era un reclamo ni por asomo. A Suguro le acomplejaba que el pelinegro le ayudara tan ciegamente con esos asuntos cuando no tenía por qué. Él era capaz de hacerlo por cuenta propia, Rin no debía perder el tiempo con asuntos que no eran suyos. ¡Podía usar ese tiempo para entrenar! Pero el joven de ojos azules era estúpido.

—¿Y dejarte con el loco de Lightning?— le miró ofendido—. No. Te dije que te apoyaría con esto, ¿no es verdad? Soy un hombre de palabra.

El castaño rió, logrando que el adverso le fulminara con la mirada de una manera infantil.

— No te rías, idiota. Todavía que te ayudo— Bon le vio darse la vuelta nuevamente, retomando su tarea—. Y mira que no estoy de acuerdo con tus gustos.

—¿Gustos? ¿Cuáles gustos?

Rin se detuvo y se volvió para mirarlo con las cejas alzadas en un gesto de incredulidad.

—Tus gustos por los hombres claramente raros y mayores.

—¿De qué hablas, Okumura?

—Hablo de que te gusta el profesor Lightning.

El rostro de Suguro mostraba disgusto y sorpresa, pues no comprendía de dónde había sacado su amigo esa loca idea.

—No es así.

—¿No? Pero... Le pregunté a Shima y...

—No creas las burradas que salen de su boca. Admiro y respeto al profesor, pero no tengo ningún sentimiento romántico hacia él— la comprensión y entendimiento iluminó la cara del más bajo—. Y sí así fuera, a ti no debería interesarte de todas formas.

—¡Por supuesto que debe interesarme! Eres mi amigo y me preocupa que quieras meterte con Lightning. Es un profesor, es raro y casi te dobla la edad. ¡¿Y si se aprovecha de tu inocencia juvenil?! Mejor fíjate en alguien más accesible, que no esté fuera de tu alcance.

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