Capítulo cinco.

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Cuando Enid se levantó aquella mañana pensó que seria una como cualquier otra, pero no fue así. Su hermano no le ofreció su cálido abrazo ni aquel beso en la mejilla que ella siempre rechazaba. Aquella mañana ella solo recibió una mirada amenazadora y un gesto de desaprobación por parte de Ismael. Mañana empiezas las clases. Sirion tiene tu edad y está perdido. Se quedará con nosotros el tiempo que sea necesario. Llévalo y que se apunte contigo. Eres de las mejores alumnas y te tienen mucho aprecio, algo podrás hacer para que lo acepten. Fue lo único que dijo el mayor aquella mañana y no le volvió a dirigir la palabra. No lo hizo ni cuando ella se despidió para salir junto a Sirion a comprar lo necesario y para “convencer” a los directores que dejaran entrar a aquel sujeto.

—Oye linda, ¿estás bien? — Preguntó él sacándola de sus pensamientos. El hecho de que la llamara linda la enfadó y fue en ese momento, cuando lo encaró, que se dio cuenta de algo distinto en su acompañante. Sus ojos, ya no eran blancos, si no que se habían vuelto de un hermoso color marrón oscuro. Sirion sonrío. —¿Te gusta lo que ves? — Le giñó un ojo.
Enid ignoró su pregunta, mientras que Sirion sonrío. Sonrío con esa sonrisa malévola que tenía. Siguió a la joven de cerca, mientras la observaba muy detenidamente.

Cuando los dos jóvenes llegaron al instituto La Atmósfera, sus puertas estaban aún cerradas, por lo que los dos muchachos tuvieron que esperar.
—Parece que el destino quiere que pasemos más tiempo solos. — Dijo Sirion mientras se sentaba en el bordillo de la acera, mirando aún a Enid de la misma forma que la ha estado mirando desde el momento de llegó al bar de Vaz, hace unas horas.
—O quizás, simplemente, hemos llegado demasiado pronto. — Enid hablaba con frialdad, como hacía de costumbre cuando no conocía a alguien.
Una suave brisa movió sus cortos cabellos color blanquecino. Apartó los pequeños mechones de su blanco rostro mientras se sentaba en el mismo bordillo que Sirion, guardando las distancias. No le agradaba para nada ese sujeto, la forma en la que la miraba le ponía la piel de gallina.
—Entonces, Nid, ¿era así cierto? Bueno, he estado pensando y…— ella lo interrumpió.
—En primer lugar, es Enid, no “Nid”. — Hizo una pequeña pausa y se movió, el sujeto se había acercado de forma amenazadora hacia ella. — En segundo lugar, no me agradas. No somos amigos, así que, no me hables.
—Nid...— Ella lo miró mal. Carraspeó.— Perdón, Enid. No entiendo porqué te caigo tan mal. Soy un amor. — Él nuevamente sonrió con esa sonrisa especial que tenía. Se volvió a acercar a Enid.
La joven soltó una carcajada antes de levantarse y alejarse de aquel personaje. El conserje se acercaba para abrir las puertas para, al fin, acceder al centro. Sirion se levantó al darse cuenta de aquello.
—¡Enid! ¿Qué haces aquí? Las clases no empiezan hasta mañana. — Su palabras tenían un tono burlón, pero a la vez llenas de afecto por la joven.
Tardó unos momentos en contestar debido a la pequeña risa que se escapó de sus labios.
—Lo sé, Amón, vengo…—Hizo una pequeña pausa y soltó un suspiro.— A hablar con los directores.
Amón, un hombre ya entrado en años, se percató entonces del joven que acompañaba a su amiga.
—Está bien. Nos vemos mañana pequeña Enid. — Se alejó con pasos grandes, pero lentos y, antes de que se pudieran dar cuenta, ya había desaparecido entre uno de los muchos edificios del centro.
Los dos jóvenes se dirigieron hacia el edificio principal, el cual se encontraba junto a otro gran edificio que tenia una apariencia abandonada.
—¿Qué es aquel edificio? — Preguntó con gran interés.
—Pregúntale a la persona encargada de hacerte el recorrido por el centro, en caso de que te acepten. Espera aquí, ahora vuelvo. No toques ni rompas nada.
Enid, esperanzada, se dirigió a la oficina donde se encontraban los directores, entablando una bonita y extraña conversación. No tardaron en notar la presencia de la muchacha.
—¿Enid? Las clases no empiezan hasta mañana. ¿Qué haces aquí? ¿No habrás venido ya a reservar un sitio en la biblioteca?— Habló uno de ellos, en un todo gracioso.
—No, no. — A la joven se le escapó una risa nerviosa. — Quería hablar con vosotros. Para ver si era posible que aceptaran un alumno nuevo…— Cruzaba los dedos mentalmente para que digan que no.
—Si es amigo tuyo, claro que sí. — Habló el otro animado. Pero la cara de Enid cambió radicalmente de una tenue sonrisa a una amarga mueca. — ¿Ha venido contigo? Dile que pase y que rellene la matrícula.
—Claro… — Enid estaba perpleja. Nunca dejarían que un alumno se matricule exactamente el día antes de comenzar las clases, a no ser que sea una ocasión especial, como un traslado.
La muchacha avisó a su acompañante y este pasó al despacho. Enid no sabe lo que ocurrió después. Solo escuchaban risas y algunas palabras sueltas que no la llevaban a ninguna conclusión. Para Sirion todo aquel proceso era algo extraño; no había escuelas ni institutos en el lugar de donde él venía.

Aquella fue una larga mañana para la joven. Estaba deseando poder llegar a sus casa y relajarse hasta la hora a la que abrían las tiendas. Quería prepararse lo mejor posible para que su último año esté bien organizado, no como el anterior, que dejaba todas las tareas para la noche, aunque aquello le servía de excusa para no asistir al bar de Vaz para jugar a las cartas, decidió que lo mejor para su media era hacerlo todo de forma más relajada y descansada. El ciclo formativo era más difícil de lo que  pensaba y ahora debía centrarse para sus prácticas.
El camino de vuelta fue corto y silencioso, como a ella le gustaba, le servía para poder pensar en el ambiente que la rodeaba. Sonrío.
Sirion, por su parte, odiaba este tipo de ambiente, tan sencillo y poco ruidoso. Se sorprendió al ver la sonrisa en la cara de Enid, no la había visto realizar dicho gesto ni una sola vez desde que la conocía, aunque, tampoco era mucho tiempo el que habían pasado juntos. Esperaba poder volver a ver aquella expresión en la cara de la muchacha. Él, por su parte, y por primera vez en mucho tiempo, no reflejaba ningún sentimiento o emoción en su rostro.
Ambos siguieron su camino, en absoluto silencio, y él comenzó a entender porqué a ella le gustaba tanto la soledad.


Atmosphere [terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora