Capítulo dieciséis.

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Sirion había visto a Enid. No era una alucinación, era real, estaba viva. Pero Ana no le tenía permitido acercarse mucho. Si ella estaba viva, Ismael también lo estaría. Los reluctantes los habían encontrado. ¿Él sabría que su hermana estaba bien? Fuese así o no, debía ir a hablar con él y así lo hizo, aunque el mayor no tenía mucho interés en escucharlo, después de todo, Sirion los había atraído hasta aquí, para matarlos a ambos.
—Se dónde está Enid.— No hicieron falta más palabras para llamar la atención del delgado joven. — Ana la ha condenado a la muerte — soltó una risa irónica. — como sí aún viviéramos en la edad media.
—¿Qué puedo hacer para salvarla? — Habló Ismael con una gran tristeza y preocupación. No quería pasar por otra muerte, no podía resistirlo. Aunque el destino tenía planes diferentes para ellos. 
Serkan habló, de forma amable pero autoritaria con Carla, a su hermana no le habría gustado que ella terminara con su vida solo porque ella ya no estaba en ella. Siempre había motivación para seguir adelante. La rubia se calmó, volvió a sentarse bajo las falsas estrellas y respiró. El menor tenía razón, no podía terminar con todo solo porque Jeancarla había muerto, era duro, no pudo salvarla pero aún tenía la oportunidad de evitar que Enid corriese el mismo destino. Tomó aire, se secó las lágrimas y, aún con el corazón encogido, salió de la pequeña habitación.
—¿Qué podemos hacer para salvarla? — su voz era débil, pero firme. Ninguno de los tres quería cometer el mismo error.
—Me temo que no mucho… — Sirion agachó la cabeza.—  El único objetivo de Ana es la muerte de Enid y no permitirá que nadie se lo arrebate. Tiene guardias vigilando la celda casi todo el día; la prisión es impenetrable. La única forma de salvarla sería antes de la ejecución. — Tragó saliva. — Solo tendríamos una oportunidad.
Fue así como todos, teniendo tres de ellos aún una herida sin sanar, decidieron destruir a Ana y salvar a Enid. Liberarían, por fin, a la humanidad de las dolorosas cúpulas y devolverían la atmósfera. La búsqueda había terminado.

 Roy saludó a Enid con una alegre sonrisa y un fuerte abrazo, como hacía siempre. La joven correspondió su acto, se vieron por la mañana, pero fueron como días. Era el primer día de vacaciones y habían quedado para ver una película, como todos los años desde hacía tanto. Ambos se sentaron en el sofá, con su película ya buscada, sus palomitas y refrescos servidos. La película comenzó. Como todos los años desde hacía tanto, la primera película del verano era una en blanco y negro, realmente antigua, ya se sabían los diálogos de memoria y disfrutaban recreando las escenas al ritmo de la película.
Como siempre, la tarde de cine terminó. Los dos amigos salieron de la casa de Roy y se dirigieron a la heladería; él, como siempre, pedía uno de nube y Enid, uno de chocolate. Los mezclaban y creaban un nuevo sabor, diferente en cada cucharada. Ambos se complementaban en muchos sentidos, eso era lo que los hacían tan buenos amigos. La joven sonreía cada vez que él sonreía y los dos se apoyaban en los momentos complicados, como cuando a Ismael le dio una recaída y tuvo que ser ingresado, Roy permaneció toda la noche junto a Enid. Él era un chico alto, de cabellos negros y ojos rasgados. Piel clara y levemente amarillenta, cada vez que esbozaba una sonrisa parecía estar cerrando sus pequeños ojos castaños. Kris era todo lo contrario a él: grandes ojos verdes y cabellos claros. Enid no pasaba tanto tiempo con ella, aunque ella se consideraba su mejor amiga. La joven, simplemente, la dejaba ser feliz así.
Tras comerse el helado, los dos amigos daban un largo paseo con los pies descalzos sobre la hierba, corrían, saltaban y reían. Ella se sentía feliz junto a él, todo lo malo se volvía bueno. Roy se sentía igual en su presencia. Ambos eran mejores juntos.

 Encerrada en ese pequeña celda, Enid se preguntaba si su amigo la recordaría tanto como ella. Lo cierto es que su cara estaba bastante borrosa, pero los recuerdos juntos estaban ahí. La joven soltó un suspiro. Ya había pasado una semana desde que estaba ahí encerrada; lo único que podía hacer era recordar y leer. Se había rendido, había desistido.
 Si simplemente Ismael no hubiese invitado a Sirion a su casa aquella madrugada… No, eso no era culpa de su hermano, era culpa de Sirion, él era el que quiso atraerla aquí y lo habría logrado de una u otra forma.
Un leve suspiro salió de sus rosados labios. El cansancio se apoderaba de ella y, poco a poco se durmió, sin saber que aquella noche volverían sus ataques y no habría nada para ayudarla. Una grave herida apareció en su frente la mañana siguiente y, sus manos, llenas de sangre. Se había arrancado la piel con sus propias uñas.

Atmosphere [terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora