Capítulo nueve.

44 7 2
                                    

Ismael se encontraba sumergido en el cansancio. Había decidido no mencionarle a Enid lo ocurrido la noche anterior. Suspiró mientras tomaba un gran sorbo de café de su taza color azul y revisaba su celular, como todas las mañanas. Sirion no tardó en bajar a la cocina.
¿Habrá escuchado el incidente de hace unas horas atrás? Sería casi imposible que no se hubiese percatado de ello. Es lo que rondaba por la cabeza del muchacho mientras observaba a su invitado bajar las escaleras.
—Buenos días. — Habló mientras se servía un tazón de cereales. Ismael estaba algo incómodo. — Pareces algo cansado. ¿No has dormido bien, amigo? — Se sentó junto a él en la mesa mientras comenzaba a comer. — Yo dormí como un tronco. Ni un desastre natural me podría haber despertado. — Sirion rio. Ismael imitó su acto, pero algo en las palabras dichas por el joven desconocido lo dejó algo perplejo, puesto que hacía muchos años que no tenía lugar ningún desastre natural en el continente. No después de que el movimiento de las placas tectónicas juntara todos los continentes en uno solo, ya nadie bromeaba sobre ello, y mucho menos alguien de la edad de Sirion.

Pasaban los días, las semanas… y los ataques de Enid iban aumentando cada noche. Ismael seguía sin contarle nada a su hermanita, mientras que Sirion seguía insistiendo, una y otra vez, en entrar en aquel edificio abandonado que se encontraba en el instituto. Al ver que su plan no surtiría efecto y que no lograba apelar al instinto curioso de la joven, decidió replantearse su plan. No escaparía de su destino. Ana no se lo permitiría.

Él no podía dejar que ella escapara esta vez. Conseguiría que su objetivo se cumpla, sin importar lo que tendría que hacer para ello. Lo que Sirion no sabía, es que Enid se estaba conduciendo sola hacia aquel pozo sin fondo que la llevaría de forma directa hasta su tumba.

Dos horas después de la finalización de la jornada escolar, Enid se encontraba en el aula de informática, decidiendo en cuál de los ordenadores debía sentarse. Quería ampliar sus conocimientos históricos, por lo que necesitaba de un buen ordenador, el cual no mostrase problemas a la hora de buscar información.
Al contrario que Ismael, Enid no era una persona que se guiara por su instinto y sus impulsos, pero, por alguna razón, en aquella ocasión fue diferente, puesto que se guió por estos cuando se acercó a un ordenador apartado, al fondo del aula rectangular. Tomó asiento en una de las sillas metálicas negras y se dispuso a trabajar. Ni bien había pulsado el botón de encendido, algo falló.

El código binario es un sistema numérico utilizado para la representación de textos o procesadores de instrucciones de ordenadores. Utiliza el sistema binario, el cual a su vez, es un sistema numérico de dos dígitos, el cero y el uno, significando “cerrado” y “abierto”, respectivamente. Es por ello, que, cuando Enid contempló numerosas filas de dichos dígitos en la pantalla del aparato, pensó que estaba estropeado y que estaba apartado puesto que debían arreglarlo.
Decidió buscar una computadora funcional, pero, en el momento en el que se estaba levantando, la pantalla se volvió negra y los dígitos volvieron a aparecer, uno a uno, de forma lenta, como si una persona lo estuviera escribiendo desde alguna parte. La joven volvió a sentarse. Pensando que, tal vez, de alguna manera extraña e irreal, alguien estaba tratando de mandar algún mensaje, copió las numeraciones mostradas en la pantalla en su cuaderno, solo para comprobar que su teoría era una estupidez y que, seguramente, solo se trataba de un error informático.

En la habitación de invitados de una casa a las afueras de la ciudad, en un país al borde del continente, se encontraba un joven pelirrojo, sentado en la cama. Contemplando a través de la ventana a una joven muchacha que es recibida por un cálido abrazo de su hermano mayor. Algo no está bien con ella. Está más apurada que de costumbre. ¿Será su preocupación un motivo de la razón por la qué llegó tarde aquel día? No podía pararse a pensar eso, debía elaborar un nuevo plan.

 En el pequeño cuarto negro había un viejo violín, hace tiempo olvidado y lleno de polvo, es utilizado por primera vez en años por un joven de cortos cabellos oscuros y castaños para apaciguar la desesperación del ambiente.
 —¿Crees qué alguien habrá leído nuestra nota? —Pregunta una de las chicas mientras se lleva un bocado de su escasa comida a la boca.
—No lo sé, hermana. No lo sé. — Dijo la mayor mientras contemplaba a ambos sin más ruido que el pequeño instrumento algo desafinado.

Atmosphere [terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora