Capítulo ocho.

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Todo estaba en calma. El mar no reflejaba ninguna ola, estaba tranquilo, ningún movimiento se hacía presente. Tampoco sentía aire o viento recorrer su piel, no había nada. Era como si todo, incluida la atmósfera, hubiese desaparecido y, de repente, Ismael comenzó a dejar de respirar, no había nada que respirar. Y así, se iba acercando a una terrible y dolorosa muerte.
El joven se despertó alterado. Ya era hora de recoger a su hermana.

Enid nunca podría imaginar que una clase de psicología sería tan aburrida. A la joven siempre le interesó la mente humana y la forma de pensar de los demás. La psicología y los problemas mentales le fascinaban, pero aquella clase no le agradó. No sabía si era la profesora o el temario en sí, pero esperaba no tener que volver a soportar algo así.
No tardó mucho en encontrarse con Sirion a la salida del centro. Él la miraba de la misma manera que siempre mientras ella se preguntaba el porqué de su mirada. Se ponía nerviosa cada vez que lo hacía y eso es algo que ella odia. A su lado se encontraba Ismael, desprendiendo desesperación por encontrarse con su pequeña hermana.      
         
Les quedaban menos de medio camino para llegar a su destino cuando Enid notó que algo le faltaba. Su mochila pesaba menos de lo habitual y más de una vez paró su recorrido para revisarla, pero todo estaba en orden. A veces nuestra imaginación juega con nosotros de una manera tan divertida para ella, que creemos que todo lo que vemos, oímos, lo que sentimos, es real.
         Ismael se alertaba cuando pensaba que una sombra, negra y oscura, pasaba a su lado y Enid se volvía loca cuando pensaba que alguien se giraba a mirarla, aunque no era así. Caminar por la calle, aquel día, era una tortura para ambos y sus rostros lo reflejaban claramente mientras en el de Sirion se observaba el mismo gesto tétrico de siempre.

BRISA.

         El clima cálido y acogedor acaricia su piel. El campo de girasoles brilla más que nunca. La brisa es suave, tranquila.
         Un joven viajero se para en un desolado pueblo. Un pueblo que contiene un corazón tan valioso como el oro, pero tan poco apreciado como un humilde grano de arena de su inmensa playa. Un corazón que fue hace mucho roto.
         Una muchacha se encuentra disfrutando de los girasoles, dando vueltas, fingiendo volar como las aves que planeaban encima de sus rubios cabellos. Una sonrisa es dibujada en su cara a la vez que ríe suavemente. El aire es su único acompañante en aquella tarde de verano.
         El chico se encontró con la chica, la chica se encontró con el chico. Ambos cruzaron miradas y, aunque no se enamoraron, ese momento fue mágico para ambos.


Enid se encontraba tumbada en su cama, mirando al techo mientras pensaba en lo transcurrido en aquella mañana.
“—Y este es el antiguo instituto. Por distintos motivos, lo cerraron. Nadie sabe porque, pero decidieron dejarlo en lugar de derribarlo. — La joven lee el folleto mientras se para frente al edificio. Sirion solo la observaba con el mismo gesto de siempre.
—Sería divertido verlo por dentro. — Su sonrisa se ensanchó más.
Ella no dijo nada, solo siguió andando bajo la oscura mirada de su acompañante.”
       
         El ruido de uno de los drones que solían recorrer la calle se hizo audible, despertando a Ismael de su plácido sueño. Hace más de mil años que comenzaron a usar los drones para una gran mayoría de tareas frecuentes y, hace a penas unas décadas, comenzaron a usarlos para patrullar las calles de las ciudades, en busca de algún delincuente que trate de tulburar la tranquilidad que habían logrado hace pocos años.
        El joven suspiró, observando el blanco techo de su habitación, pensando, recordando… No tardó en levantarse y lavarse la cara.
—Recordar es malo, Ismael. Deja de pensar… — Hablaba para sí mismo mientras apoyaba sus delegados y blancos brazos sobre el lavamanos. Se repitió estas palabras un par de veces más, antes de golpearse levemente las pocas mejillas que le quedaban. — Todo saldrá bien… — Su voz era cansada y entrecortada.



Un fuerte ruido volvió a despertar a Ismael en la noche, pero esta vez, no se trataba de un dron, era algo peor que eso y ocurría en la habitación contigua a la suya. Se levantó torpemente y se deslizó lo más rápido posible al encuentro de su hermana pequeña la que se encontraba tirada nuevamente en el suelo, llorando desconsoladamente, como hacía ya mucho tiempo no ocurría. El joven tomó a Enid en brazos a pesar de su escasa fuerza, la cargó hasta su cama y la acomodó en ella.
—Duele…— susurró antes de volver a dormirse profundamente. Su hermano, preocupado y entristecido por el gran sufrimiento de su hermana, se quedó junto a ella hasta la mañana siguiente. Esperando que ningún incidente volviese a ocurrir.      


Atmosphere [terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora