Capítulo once.

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—Un café con leche y media tostada de mermelada con mantequilla, por favor. — La voz de Enid era leve, pero clara. El camarero anotó su pedido en su cuaderno. “Las tres Ds” era el único restaurante que seguía usando los métodos más tradicionales del oficio. Se situaba en los bajos de la ciudad donde Enid vivía junto a su hermano. No suele estar muy lleno, pero vendían lo suficiente como para mantener el local.
Cuando el camarero trajo su pedido, la joven ya estaba deambulando por las infinitas páginas de google. Le agradeció al muchacho con una leve sonrisa y volvió la vista a la pantalla de su portátil. Tomó un sorbo de su café y tecleó una nueva búsqueda: “La teoría de cuerdas”, seleccionó un artículo escrito en el año 2017. Extrañamente, no había artículos más reciente, si no que todos se remontaban a los mismos años. Decidió no darle importancia y comenzó a leer.

La teoría de cuerdas es, probablemente, una de las hipótesis más intrigantes del mundo de la ciencia. Es un intento por explicar todo lo que podemos observar en el universo. Con el paso de las décadas, ha ido evolucionando, y ha pasado por momentos de mayor y menor popularidad. Pero… ¿en qué consiste exactamente?
Para poder explicar la teoría de cuerdas, hace falta embarcarse en un pequeño viaje por la historia de nuestra ciencia. Concretamente, tendremos que viajar hasta 1919 y es en ese momento cuando nos encontramos con un físico alemán: Theodor Kaluza. Quizá su nombre no te resulte especialmente conocido, pero tuvo una idea que, a priori, sonaba bastante descabellada: el universo podría tener más de 3 dimensiones.

—¿Tres dimensiones? —Se preguntó sorprendida. Se saltó algunos párrafos que no le resultaban relevantes, parándose en uno de los subtítulos: “Pequeñas dimensiones imperceptibles”.

Serían tan pequeñas que, a pesar de estar alrededor nuestro en todas partes, no podemos verlas. El razonamiento puede parecer difícil de entender, pero tiene su sentido. Imaginemos que tenemos un cable, visto desde la distancia. Podríamos decir, sin dificultad, que desde nuestra perspectiva, el cable es un objeto unidimensional. Pero no es así. Sabemos que tiene algo de grosor y altura. Es más. Para las hormigas, ese grosor y altura son perfectamente accesibles.
Para ellas, el cable es un objeto completamente tridimensional. Así que la idea de Klein viene a ser algo parecido, solo que en una escala muchísimo más pequeña que lo que podemos imaginar. De tal manera que, si fueses una hormiga increíblemente pequeña, podrías moverte por la escala más pequeña del espacio-tiempo y ver esas dimensiones extra, enrolladas sobre sí mismas, como el grosor de ese cable. De esta manera, la primera pregunta podría tener una respuesta que parece bastante plausible.
Pero, ¿y la otra pregunta? ¿Funciona la idea de Kaluza si la aplicamos al mundo real? La respuesta es que no. En aquella época, con el conocimiento que tenían, con el trabajo de Kaluza, Einstein y otros científicos, descubrieron que no eran capaces de obtener cosas como la masa de un electrón. Así que esta idea de explicar el universo con una teoría unificada fue cayendo en el olvido a mediados del siglo XX (hacia los años 40).

Muchas de aquellas palabras le parecían tonterías, palabrerías dichas por una persona con mucha imaginación. El siguiente subtítulo “El renacer de la teoría de cuerdas”, captó nuevamente su atención.

Pero no llegó a caer en el olvido absoluto. En las últimas décadas del siglo XX, volvió a resurgir de una forma diferente: la teoría de supercuerdas. La teoría de supercuerdas va un paso más allá de lo que pensaba Kaluza. Los científicos (hablamos de científicos de nuestra época, personas como Brian Greene, que están trabajando en este campo) se hicieron una pregunta relativamente simple… ¿cuál es el elemento más pequeño, indivisible, inseparable (y todos los “in” que se te puedan ocurrir) que componen el mundo que nos rodea?
Imaginemos que tenemos una pelota de fútbol. La observamos en su tamaño más pequeño posible. Es decir, vamos descendiendo y llegamos a los átomos. Probablemente sepas que los átomos no son la unidad más pequeña que podemos observar. Están formados por partículas aún más pequeñas. En su nivel más esencial, tenemos fermiones y bosones. No voy a hablar de qué son. Pero sí diré que un protón, por ejemplo, está compuesto de quarks (un tipo de fermión).
Concretamente, dos quarks arriba y un quark abajo. El neutrón está formado por un quark arriba y dos quarks abajo. La cosa es que no hemos sido capaces de observar más allá del quark. Es decir, ahí termina lo que sí conocemos. Pero aquí, la teoría de cuerdas nos lleva un pasito más allá. En ella, se plantea que en el interior de los quarks hay algo así como un filamento de energía que vibra. En esencia: una cuerda.

Enid no encontraba respuestas. ¿Qué tenía eso que ver con los mensajes encontrados? Ismael le pidió que investigara sobre ello, pero no tenía sentido. ¿Le estaba diciendo que, la transmisión de socorro, venía en realidad de una dimensión diferente a la suya? No, no podía ser. Es una gran tontería. La única forma de descubrir que es lo que realmente está pasando, es ir al aula del segundo mensaje que le llegó, eso será lo que le dirá a su hermano y esperaba que lo entendiese.




—Te digo que es un locura. ¡No vamos a ir a ningún lugar peligroso solo para que compruebes que algo que no es mentira, es mentira!— Ismael estaba enojado. Sabía que ir al aula C-37 era la peor decisión que podían tomar, aunque sus palabras no iban a servir para sacarle a Enid esa idea de la cabeza y era consciente de ello.
—¿Entonces me quedo de brazos cruzados ante una señal de socorro? ¿Hago como si nada hubiese ocurrido? — Era su primera gran pelea en mucho tiempo.
—No digo que lo olvides. ¡Pero no podemos ir! Ya te di las respuestas que querías.
—¿Qué se trata de una dimensión diferente a la nuestra? Disculpa hermanito, pero eso es algo difícil de creer.
—No me creas sí no quieres, pero yo te di lo que buscabas ahora, por favor, no vayas al aula C-37. —Se sentó mientras de su boca escapaba un suspiro.

La pelea entre los dos hermanos había terminado hace unos minutos, hasta que Enid notó la ausencia de algo o, más bien, de alguien.
—Isamel,—hizo una corta pausa.—¿dónde está Sirion?

Los jóvenes buscaron por toda la casa. Ella bajó al sótano, y él subió a la buhardilla. También miraron en el tejado, por si se le hubiese ocurrido subir ahí. Buscaron y siguieron buscando durante mucho tiempo, por todos los sitios que se les ocurrían. Lo que ellos no sabían, es que él ya había cruzado la puerta hace mucho tiempo y ahora, luchaba por sobrevivir.

No mucho tiempo después de llegar, mientras observaba por la ventana de su pequeña zona de seguridad, la vio. Otra persona caída. Era Geva, una chica que en el pasado había hecho daño a mucha gente. Nadie iba a extrañarla. La chica de diecisiete años yacía en el suelo, su pelo largo, castaño, había desaparecido y lo que ella llamaba hermosa piel, se había convertido en… nada. Esa era la triste realidad en la que tenían que vivir. Una realidad que él mismo había creado.



Atmosphere [terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora