Paul se encontraba acostado de guata en su cama, mirando la televisión sin muchas ganas, mientras el sol que entraba por la ventana lo acobijaba con su calor.
Su madre se encontraba en el marco de la puerta, observando a su hijo en silencio. Mary tenía miedo, puesto que hace tan solo unas semanas había encontrado unas cartas de Paul escondidas en los cajones de su escritorio... eran cartas de suicidio, al parecer no muy antiguas. No se sentía con fuerzas de conversar con él acerca eso, al menos no en ese momento. Quería ayudarlo, sin embargo, había algo dentro de ella que le impedía hacerlo.
Paul giró su cabeza, aún en la misma posición, y observó a su madre con una enorme sonrisa en el rostro. Ella solo se preguntaba cómo podía ocultar todo tan bien.
— ¿Como estás?— le preguntó a su hijo con una sonrisa cansada.
— Aburrido. No encuentro nada interesante que ver.
Y es que últimamente las series que solía ver le causaban cierta ansiedad. Lo poco que ahora podía observar con tranquilidad eran los programas de canales como history channel y discovery home & health, que si bien lograban entretenerlo durante unos cuantos minutos, no eran lo mismo.
— Justo estaba pensando que podríamos ir el finde al cine. Acaban de estrenar esa película dónde sale el actor que te gusta.
Dejó el control remoto a un lado y se giró para ver mejor a su madre. Un brillo cómico iluminaba su rostro.
— ¿Quien eres tú y que haz hecho con mi mamá?— preguntó a modo de broma. A Mary le desagradaban de cierta forma cariñosa los fangirleos de su hijo.— Gracias por la invitación, pero no tengo muchas ganas de ir a verla.
— Oh, okey... No importa, podemos ver una serie juntos— propuso entrando a la habitación— Hay una serie muy buena que me recomendó la tía Glenda, se trata de una joven que se va a Nueva York para la universidad y...
- Mamá.
Mary se calló de golpe y miró a su hijo con sus dulces rasgos, aún con la historia dando vuelta en su cabeza. El pelinegro no sabía cómo sacarla de allí sin que se sintiera mal.
- Otro día ¿si?
Su rostro cambió drásticamente ante el rechazo de su hijo, quien la observaba con cansancio. Recibiendo el mensaje, salió de la habitación con un semblante comprensivo, cerrando la puerta lentamente tras ella.
Paul se quedó solo con aquel documental acerca de las pirámides de Giza. Lo único que se escuchaba en la habitación era el doblaje exagerado del programa, haciendo eco contra las paredes de la habitación a medio amueblar. Un nudo se formó en su pecho, producto de la soledad que lo abrasaba.
Ya no tenía a sus amigos cerca para invitarlos a pasar el rato o a pasear por el centro de Brighton saboreando un helado, pues horas de viaje los separaban. Ellos eran la razón por la cual le había molestado el cambio de ciudad en un principio. Quitándolos a ellos de la ecuación el panorama parecía ser hasta esperanzador, pues a pesar de tenerlos lejos, podía comenzar de cero, eliminar el pasado.
En las redes sociales la situación no paraba, seguían los memes, las burlas y las solicitudes de mensajes inapropiadas y ofensivas. Era imposible detener la bola de nieve que se había creado en internet, no obstante, las consecuencias reales, presenciales eran alterables, ya que nadie en Liverpool lo conocía o seguía en las redes, era una escuela nueva, con otras dinámicas y tratos.
Si bien tenía fe en futuro tranquilo y normal, su vida dentro de la web lo tenía en un constante estado de alerta. Si cabeza lo bombardeaba durante horas con situaciones hipotéticas en la que cada una acababa peor que otra. Peleaba a diario con esos pensamientos. Prendía la tele, dibujaba, escuchaba música, hacia todo lo necesario para dejarlos a un lado.
Su celular sonó al tiempo que una notificación aparecía en la pantalla. Sin muchas ganas se levantó de la cama para agarrar el aparato que se encontraba arriba de su mesita de noche, quedando estático al leerla. Su corazón comenzó a palpitar con fuerza cuando vio que la cuenta anónima volvió a hacer de las suyas.
Angustiado abrió instagram y se encontró con que nuevamente esa estupida cuenta había publicado su foto, pero lo peor no era eso, sino en la descripción estaba etiquetada la cuenta de confesiones de su nuevo colegio.
"Miren a este maraco @paul_mc.cartney @confesioneslhs"
— Mierda...
Con lagrimas en los ojos denunció la cuenta, aún sabiendo que no serviría de nada, mientas rogaba que nadie de su nuevo colegio le hiciera caso.
Con impotencia dejó el celular a un lado para echarse a llorar. Estaba cansado de esa situación, no entendía porqué el dueño o dueña de esa cuenta estaba empeñado en seguir cagandole la vida.
En parte, esforzándose, comprendía que un tonto adolescente imbecil hiciera una pagina de memes para burlarse de él, su cuerpo y fotos intimas, pero ¿Etiquetar al confesionario de su nuevo colegio? Eso era maldad.
Se arrepentía tanto de haber enviado esa estupida foto. Si no se la hubiese sacado, nada de eso habría ocurrido, nadie habría visto su cuerpo a detalle y opinar sobre ello. Todo sería distinto de no haberse confiado, de no haber creído.

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Across de universe. -mclennon-
FanfictionJohn conoce en clases de música a un joven dulce y atormentado. Deben crear una canción junto a para un proyecto. De ahí en adelante se volverán parte de la historia del otro... para bien o para mal.