2 "Planes de amor"

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Daniel:
Vicenta me da un rápido beso en los labios y me sonríe. Luego, toma mi mano y me lleva hasta la puerta, en donde está Romero. Me hierve la sangre verlo porque sé que me quiere quitar a mi mujer pero no lo va a lograr. Yo me voy a encargar de hacerle ver a Vicenta día a día cuánto la amo y no voy a permitir que me deje de amar. Llegamos y él nos dice:
-¡Hola! Philips ¿No que no venías?
-Cambié de opinión. ¿Le molesta, licenciado?
¡Auch! Siento que Vicenta me da un pequeño golpe con su codo. La miro y su mirada me regaña; me dice:
-¿En qué fue que quedamos?
-No dije nada malo, baby.
-No me molesta que hayas venido, para nada. ¡Pasen!
Dice con una sonrisa sarcástica dibujada en el rostro. ¡Claro que le molesta que yo esté aquí! Vicenta me hala del brazo y entramos. Romero piensa que no me doy cuenta, o quizás no. Como sea, sé que le molesta que yo haya venido porque conmigo aquí, no puede coquetearle a Vicenta. No es que dude de ella, pero a veces suele ser muy necia. Cree que la quiero controlar pero en realidad, lo que quiero es protegerla. Hay algo en ese Romero que no me da buena espina y siento que ese algo nos puede hacer mucho daño. Pasamos un rato en la fiesta conversando entre mostos. Estoy sentado al lado de mi esposa y pasó una de mis manos por encima de sus hombros. Ella recuesta su cabeza a mi pecho y me siento feliz, aunque los celos no se hayan ido. Con mi otra mano, empiezo a acariciar su vientre mientras ella entrecruza sus dedos con los míos. De repente, se nos acerca Romero y nos dice:
-¿Cómo la están pasando?
-Bien, los niños se están divirtiendo.
-¡Qué bueno que la estén pasando bien! Pero, Vicenta, ¿por qué no bailan?
-Ella está cansada.
-¿Y ahora vos decidís por ella?
-Él no decide por mí, pero tiene razón, me siento un poco cansada. Prefiero estar aquí sentada mirando a los niños jugar. ¿Apoco no se ven divinos?
-Sí, mi amor, y pronto habrán muchos más-le guiño el ojo-como diez.
-¡Dele suave, mijo!-se ríe-que a penas vamos por el primero.
-¿El primero? ¿De qué están hablando?
-De que mi mujer y yo estamos esperando nuestro primer hijo o nuestros primeros hijos porque ¿quién quita que puedan ser gemelos? ¡O trillizos!-miro a Vicenta-¿te lo imaginas, mi amor? Tres bebés güeritos y con tus ojitos?

Vicenta:
Lo que Daniel acaba de decir me asusta un poco. Me asusta la sola idea de que una vida dependa de mí, imagínense dos o tres. ¿Cómo cuidaríamos de tantos bebés a la vez? Aunque de cierto modo, suena bonita la idea. Bueno ¡que sea lo que Dios quiera! En parte sé que Daniel dijo lo que dijo para marcar territorio. Lo único que le falta es besarme aquí en la cara de Romero y de cierto modo, me resulta gracioso el comportamiento de mi gringo cuando está celoso. Le doy una sonrisa y le digo:
-Sí, mi amor, me lo imagino.
-Te lo imaginas pero no te gusta mucho la idea ¿verdad? Digo, porque te quedaste pensativa antes de responder.
Me dice Romero con un tono demasiado falso. Me enoja tanto cuando se pone así. Quiere que parezca que no quiero a mi Daniel pero ahora mismo los dos van a aprender su lección de vida. Daniel aprenderá que lo amo y que soy suya y Romero aprenderá a dejar de coquetearle a una mujer casada y enamorada de su esposo. Les digo:
-Me quedé pensativa porque me estaba imaginando lo hermoso que sería ¿saben? Acabo de decidir algo.
-¿El qué, mi amor?
Daniel me mira con un poco se confusión e intriga en su mirada. Cuando lo dejo en suspenso, no desvía sus ojos de los míos, como ahora. Acaricio su mejilla y le digo:
-Si estoy esperando solo un bebé, usted y yo nos vamos a encargar de buscar los otros dos.
-¿Los otros dos?
-Bueno ¡los otros diez pues!
-Diez no.
-Me habías dicho que diez.
-Ahora quiero doce.
Le doy un rápido beso en los labios y sigo acariciando sus mejillas, le digo mirándolo a los ojos:
-Pues dice serán, mi vida.
-¡Ah caray! Ustedes ya pensando en hijos y yo que les quería ofrecer un regalo de bodas.
-¿Un regalo de bodas?
-Sí, Philips y no me mires con esa cara.
-Es la única que tengo.
-Quería regalarles una luna de miel por el caribe.
-¿Qué? A ver, a ver, déjame ver si entendí. Estás enamorado de mi mujer, pero aún así nos quieres regalar un viaje de luna de miel por el caribe. ¿Seguro que no hay nada sospechoso aquí?
-Romero, deja de hacerla de payaso, mijo. Ese regalo se sabe que no es de corazón. Seamos sinceros, a ti te gustaría ser el novio.
-Pero no se puede, Vicenta y eso me lo dejaste claro.
-Bueno pues, ya escuchaste que estamos en planes de formar una familia y en estos momentos no estamos para viajes.
-Así es, por el momento, lo único que queremos es empezar a comprar las cositas de nuestro bebé.
-¿Tan rápido, mi amor?
-Sí, baby.
-Pero si aún no sabemos el sexo.
-Bueno, le podemos comprar cosas en amarillo y blanco. También un poco de azul, para que combine con sus ojitos.
-No sabemos cómo van a ser sus ojitos, mijo.
-Yo sé que van a ser como los tuyos.
-¡Qué bien! Bueno, yo me voy porque tengo que hacer una llamada de trabajo. Felicidades por su bebé.
Romero se va y yo me quedo con Daniel. Él empieza a acariciar mis mejillas con su pulgar. Pega su frente a la mía. ¿Qué espera para besarme? Aflojo mis labios y siento que mi respiración se altera un poco. ¡Ay, gringo calenturiento, siempre me contagias la calentura! De repente, escuchamos un ruido que no es normal.

Lo Que Pudo Ser... ¡Será! [Señora Acero: La Coyote]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora